La
herencia secular
El
gaucho: emergente social de las misiones meridionales,
habitante
de las provincias de Corrientes y Entre Ríos, del
Estado de Rio
Grande do Sul y de la República Oriental del
Uruguay, un hábil jinete
y experimentado en las tareas del campo. |
Estas
parcialidades, jamás reducidas durante la época jesuítica, se
vieron obligadas a permanecer recluidas en determinadas zonas,
generalmente selváticas y marginales respecto al área
misionera, donde prosperaron manteniendo su estilo de vida
primigenio. El contacto esporádico que mantuvieron algunas de
estas agrupaciones con las misiones jesuíticas, tal el caso de
los mbyá, implicó la adopción por parte de éstos de algunas
pautas y productos culturales típicamente misioneros, como ser
conceptos propios del cristianismo, algunos instrumentos
musicales y una cultura hortícola incipiente.
Un
rancho de tapia (Loreto, provincia de Corrientes). Las
paredes
muestran con toda fidelidad una técnica
constructiva que en las
misiones estuvo vigente desde el siglo XVII. La
presencia de este tipo
de edificaciones en Loreto no es casual,
recordemos que fue uno de
los tantos pueblos fundados por los guaraníes
emigrados de los luego
de las guerras del período 1815-1819. |
Arroyo
Garupá (Igarupá en el período reduccional). Uno de
los tantos
ejemplos de la pervivencia de la toponimia guaraní
en la geografía
misionera. |
Desaparecidos los
pueblos misioneros, integrada su población a la emergente
sociedad mestiza, aquellas parcialidades guaraníes siguieron
con su existencia en zonas geográficamente marginales y
excluidas de los procesos históricos vividos en la región
hasta fines del siglo XIX. Fue precisamente a partir de las últimas
décadas del siglo pasado, momento en que se consolidan los
estados nacionales de Paraguay, Argentina y Brasil, además de
iniciarse una etapa de sostenido desarrollo económico y
poblacional como producto de los programas de colonización, que
aquellos grupos guaraníes comienzan a entrar en contacto
directo con el hombre “blanco”. De ese modo los últimos
reductos indígenas del este del Paraguay, de la provincia
argentina de Misiones y del Estado de Río Grande del Sur, en
Brasil, ingresan al siglo XX sorprendidos por un frente de
poblamiento que avanzó sobre sus tierras, cercándolos cada vez
en espacios más reducidos y marginales.
El
saldo de tres siglos de aislamiento
El mundo reduccional jesuítico intentó integrarlos
y no lo logró. Hoy parte de nuestra sociedad intenta
integrarlos y tampoco lo logra.
Aunque se resistieron a formar parte de los guaraníes
reducidos, trabajaron para ellos y adoptaron de ellos usos y
costumbres. Aunque se resisten a formar parte de esta sociedad
presente, trabajan para ella y adoptan de ella usos y
costumbres.
Resulta asombrosa la persistencia durante siglos de una conducta
de aislamiento en resguardo de la cultura, pero al mismo tiempo
de acercamiento y exploración.
Del mismo modo que la sociedad guaraní-misionera avanzó sobre
sus territorios, expulsándolos hacia las regiones periféricas,
la sociedad presente también los expulsa a territorios cada vez
más reducidos. Y la respuesta a través de los siglos por parte
de estos grupos de guaraníes “libres” es la misma: mantener
la identidad cultural e intentar resguardar áreas geográficas
específicas como propias frente al avance del no-guaraní.
Una tenaz resistencia de tres siglos los encuentra hoy en una
situación ineludiblemente dramática. Frente a esa realidad los
descendientes de los guaraníes de las reducciones hoy se hallan
plenamente integrados a través del mestizaje, con una carga
cultural decisiva en la conformación de la identidad cultural
de la región.
El saldo para aquellas parcialidades que históricamente se
negaron a la opción de la reducción como alternativa frente a
la colonización hispano-portuguesa, prefiriendo el aislamiento
en el monte o la selva, es hoy de una resolución impostergable.
El drama que en tres siglos no logró un epílogo, puede hoy,
ante el globalizador y arrollador avance tecnológico y cultural
llevar al peor de los desenlaces: el de la extinción.
¿Cuántos
son y dónde viven hoy los guaraníes?
El Paraguay, la provincia argentina de Misiones y los
estados brasileños de Río Grande del Sur, San Pablo, Santa
Catalina y Paraná, conservan hoy los últimos reductos de
guaraníes. En su mayoría habitan en comunidades aisladas y
celosas de su cultura. Algunas practican traslados esporádicos
sin que los límites políticos entre los países posean algún
significado. Estas características hacen difícil una
cuantificación y una localización exacta de los asentamientos,
salvo algunos casos excepcionales. En la década del 70 el
Paraguay manifestaba que en su territorio existían 13.700
guaraníes, el Brasil reconocía la existencia de un número que
oscilaba entre los 6.500 y los 8.500, mientras que en la
provincia argentina de Misiones las cifras oficiales daban el número
de 512 guaraníes distribuidos en 18 asentamientos, cifra esta
última que desde relevamientos no oficiales se hacía elevar a
más de un millar y los asentamientos a por lo menos 28.
El censo indígena realizado en la provincia de Misiones durante
los años 1978 y 1979 arrojó la cifra de 1.672 aborígenes
distribuidos en 116 aldeas. Datos que tampoco reflejan fielmente
la realidad, pues un gran número de guaraníes se hallaban y aún
hoy se hallan vinculados a los trabajos agropecuarios como
peones asalariados.
En el año 1992 los asentamientos eran 42, con una población
aproximada de 3.000 indígenas mbyá, distribuidos en el
territorio de la provincia de Misiones, en los departamentos
General San Martín, Monte Carlo, Eldorado, Guaraní, General
Manuel Belgrano, San Ignacio, San Pedro y Apóstoles. En la República
del Paraguay se estima actualmente en 20.000 los guaraníes que
integran diversas parcialidades, distribuidas en unas 150 aldeas
o comunidades.
Las diversas comunidades aborígenes se organizan en forma autónoma,
dirigidas por caciques. Desde el ámbito gubernamental en la
provincia argentina de Misiones actúa la Dirección de Asuntos
Guaraníes, una repartición que orienta sus proyectos hacia la
promoción del aborigen. Las diversas aldeas se encuentran en el
presente en una situación de crisis frente al avance arrollador
de la sociedad “blanca”.
Al tratarse de comunidades que históricamente dependieron de
una estrecha relación con el ecosistema, al ser éste
sustancialmente modificado e interferido por el desarrollo económico
productivo, se generan un conjunto de situaciones problemáticas
prácticamente irreversibles. La fundamental es la pérdida del
territorio y la indisponibilidad de un ambiente selvático capaz
de sustentar material y espiritualmente al aborigen y su
cultura. Sin un suelo seguro en el que habitar, sin animales
para cazar, sin el monte que brinde frutos, sin peces en los
arroyos, la cultura y el pueblo mbyá de Misiones se desintegra.
Las opciones no son muchas, y todas son disolventes: la venta de
canastos a turistas o coleccionistas, o el conchavo en las
tareas rurales. Dos opciones que originan pobreza y
marginalidad.
La
veneración a la Virgen María halla su máxima expresión
como
manifestación de fe popular en la correntina
localidad de Itatí. Una
manifestación de fe y una talla que
indudablemente proceden del
período reduccional misionero son los elementos
convocantes para
una multitud de feligreses que anualmente se
congregan en el lugar.
Es en este escenario religioso donde con más
ardor se evidencias
los tres componentes fundamentales de la
religiosidad popular
proveniente de las misiones guaraníticas: la
oración, la “promesa” y
el milagro. |
Dos aldeas, en la provincia de
Misiones, se constituyen en experiencias inéditas. Son las
comunidades de Fracrán y Perutí. En el año 1978 los caciques
de dos comunidades, Antonio Martínez y Cansio Benítez
comenzaron una etapa de diálogo y tratativas con el Obispado de
la ciudad de Posadas, con la finalidad de generar un proyecto de
promoción socioeconómica y educativa tendiente a mejorar la
difícil situación por la que atravesaban sus respectivos
grupos. Surgen así años más tarde las mencionadas
comunidades. Se trata de un emprendimiento en el que intervienen
las comunidades aborígenes, la Iglesia, el estado y diversas
entidades internacionales que brindaron apoyo técnico y
financiero hasta el año 1989. Ambas comunidades constituyen un
modelo de integración que salvaguarda los componentes
culturales básicos de los guaraníes, permitiendo al mismo
tiempo una integración un mejoramiento de las condiciones de
vida de los componentes de ambas comunidades. Sin embargo
la actitud de los guaraníes del presente sigue siendo
diametralmente opuesta a la que tuvieron los guaraníes de las
reducciones misioneras. Mientras los guaraníes de las misiones
se fundieron con la población a través del mestizaje, los
grupos guaraníes de hoy mantienen la misma actitud de hace tres
siglos, nada mejor expresada que en las palabras del dirigente
mbyá Isabelino Paredes: “Pero nadie quiere perder su
identidad. Nosotros los mbyá no queremos mestizarnos y
fundirnos con el resto de la población...”.
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