Misiones,
la ruta comercial del Paraguay
La
creación del Virreinato del Río de la Plata había brindado
enormes esperanzas de desarrollo económico al Paraguay a través
del comercio ultramarino, usando la vía del Paraná. El tabaco
y otros productos regionales podrían ser exportados a gran
escala a partir de la implementación del libre comercio y de
ese modo, esta pequeña provincia virreinal tendría la
posibilidad de evolucionar a la par de sus hermanas del sur de
la cuenca del Plata.
Pero la declaración de la independencia argentina frenó todo
optimismo en ese aspecto.
Plano de
la Trinchera, trazado por el brasileño Manuel Borges.
Este
personaje, que habitaba el espacio misionero en el
campo San Juan,
era un conocido criador de mulas que destinaba a
los comerciantes y
yerbateros que ingresaban a las Misiones
septentrionales.
Simultáneamente actuó como informante de los
aliados durante la
guerra de la Triple Alianza. En esas
circunstancias realiza el plano de
la Trinchera. |
La no adhesión del
Paraguay a la Revolución de Mayo y su consecuente independencia
bastaron para que el río Paraná le fuera paulatinamente vedado
a ese país para cualquier actividad comercial. No obstante
ello, hasta 1816, al no estar clara aún la actitud paraguaya
frente a Buenos Aires y todavía latente la esperanza porteña
de incorporar aquel estado al resto de las Provincias Unidas, el
Paraguay pudo seguir usando casi normalmente la vía del Paraná.
Así, ese año el comercio paraguayo logró colocar 300.000
arrobas de yerba en Buenos Aires, lo que constituyó la máxima
cifra de exportaciones de aquel estado hasta entonces. Pero,
desde allí, y coincidentemente con las luchas civiles
rioplatenses, las exportaciones comenzaron a descender
abruptamente. El siguiente cuadro, con estadísticas en pesos de
las exportaciones es elocuente al respecto.
Exportaciones
del Paraguay en Pesos
1816 |
391.233 |
1818 |
291.564 |
1819 |
191.852 |
1820 |
57.498 |
Esta declinación
comercial fue trascendente en relación a los acontecimientos
que se sucedieron con posterioridad en la región altoplatina.
La intransigencia del dictador Francia respecto de la
independencia de su país y el castigo porteño del bloqueo a
los productos paraguayos en el Paraná destruyeron el mayor
recurso económico del Paraguay. A partir de entonces, este país
debió reorientar su economía hacia la subsistencia con sus
propios recursos productivos. Algunos productores yerbateros,
por ejemplo, debieron transformarse en agricultores, para poder
sobrevivir.
El
puerto de Pilar de Ñeembucú
El primer intento de solución del dictador Francia
para la crisis de su comercio, fue el de poner en condiciones el
pueblo de Pilar de Ñeembucú para, desde allí, trasladar los
productos a Asunción. Esta aldea portuaria había sido fundada
por correntinos a fines del siglo XVIII, pasando a principios de
1800 a soberanía paraguaya, después de serios reclamos
jurisdiccionales. En 1790 albergaba unos 2000 habitantes.
Hacia 1820, una veintena de barcos habían remontado el Paraná
trasladando mercaderías hasta Pilar, retornando con cargas de
yerba y tabaco. Entre 1822 y 1827, Francia reorganizó el
pueblo, pero no pudo evitar la actividad mercantil ilegal, el
contrabando, por la ausencia de una aduana en el lugar. El
puerto tuvo muy escasa actividad hasta la década de 1840
cuando, como consecuencia de los pactos del Paraguay con
Corrientes, se transformó en principal centro del comercio
regional.
El bloqueo del Paraná, hizo pensar entonces a Francia en la
alternativa del Uruguay, a través del territorio misionero.
Creación
de la ruta comercial Itapúa-São Borja
Las incursiones de las tropas paraguayas en
Candelaria –relatadas con anterioridad– en 1821, tuvieron
como objetivo el desalojo de todos los habitantes que estuviesen
poblando el área desde el Paraná, Miriñay hasta el Aguapey y
su desembocadura en el Uruguay. Tierras que el Paraguay
consideraba propias a partir del pacto entre Belgrano y Cabañas.
Las órdenes de Francia habían sido terminantes en ese sentido.
Como consecuencia de ello, el subcomandante Ortellado, de Itapúa,
con un ejército de medio millar de hombres destruyó los ya
arruinados pueblos sobre el Paraná e incluso algunos del
Uruguay, como Apóstoles, Concepción y Santa María. Las
familias de guaraníes que habitaban aquellos lugares huyeron
hacia el sur, manteniéndose errantes por un tiempo y afincándose
luego en los pueblos-refugios que se fundaron a orillas del Miriñay,
como San Roquito, Asunción del Cambay, Loreto y San Miguel.
Una vez asegurado Francia de la desolación de la región,
comenzó a planificar la organización de su comercio exterior
por la ruta de las Misiones hacia Rio Grande do Sul. El punto más
cercano en aquel estado era el pueblo guaranítico de São
Borja.
El Brasil, a partir de su independencia y la proclamación de
Pedro I, buscó afanosamente un entendimiento con el Paraguay,
en las disputas de este estado con Buenos Aires. Una alianza
entre ambos anularía todo intento de unidad de las provincias
de la cuenca rioplatense. Así, el 1° de febrero de 1823, el
subcomandante de las Misiones Orientales, coronel José Pedro César
solicitó a Francia, mediante el subcomandante Ortellado
“franqueza y libertad de comercio con los puertos
paraguayos”. La respuesta del dictador no se hizo esperar. En
mayo de 1823, prometía que comerciantes paraguayos irían hasta
Santo Tomé transportando azúcar, sal, yerba, miel y tabaco
“para cambiarlos por otros géneros”.
Para asegurar ese comercio, Francia decidió refuncionalizar la
antigua zanja o trinchera jesuítica existente en la península
que forma el Paraná frente a Itapúa. Ese sitio, coincidente
con la actual localización de Posadas, había adquirido
singular valor como área de retención del ganado destinado al
abastecimiento de carne de los pueblos jesuíticos de la orilla
derecha del río. Desde inicios del siglo XVIII, el ganado
llegaba al lugar procedente de las estancias y vaquerías al
oriente del río Uruguay. Para contener ese ganado, que esperaba
el cruce del río, se había excavado una trinchera o zanja
semicircular que cerraba una amplia rinconada, de manera que el
ganado quedaba encerrado entre la zanja y la costa del río. A
la misma, Francia le adicionó una muralla en el sector interno,
que seguía paralelamente el mismo recorrido de la zanja. La
obra fue contruida íntegramente en piedra. En los tramos
cercanos al portón de acceso a la rinconada se utilizaron
piedras labradas procedentes probablemente de las ruinas de
Candelaria. En los tramos secundarios se utilizaron piedras en
bruto, disminuyendo en su curso al río la altura de la muralla.
El sector comprendido entre la trinchera, la muralla y el río
recibió el nombre de “Rinconada de San José”. La trinchera
en cambio era designada como “Trinchera de los Paraguayos”.
Según Martín de Moussy, en su Descripción de la Confederación
Argentina, la muralla tenía un carácter defensivo y ocupaba
una extensión de 1.200 metros, con una altura de 2 metros.
Paralelamente, Francia construyó otro fuerte, en la Tranquera
de Loreto, 15 leguas al oeste de Itapúa, en la margen izquierda
del Paraná, sobre los saltos del Apipé. Existe allí una pequeña
franja de tierra, que, cual puente natural, sobresale entre el
espejo lacustre del Iberá y el río Paraná. Sin dudas era un
sitio estratégico importantísimo, porque controlaba el acceso
desde el sur de la provincia de Corrientes.
Tanto la Trinchera de San José, como la Tranquera de Loreto, no
fueron simples destacamentos militares, sino que se construyeron
ranchos alrededor de las mismas, que sirvieron, fundamentalmente
en el primer caso, como reparos para los circunstanciales
comerciantes brasileños.
Los mercaderes que utilizaban la vía comercial por las
Misiones, cruzaban el río Uruguay por el puerto Hormiguero, un
poco al sur de Santo Tomé. En caravanas de carretas se dirigían
por tierra hasta el Paraná. En Trinchera de San José, o, en
algunos casos por el paso de Candelaria, dejaban sus carretas y
pasaban a Itapúa sus mercaderías. En este punto, un receptor
de aduanas revisaba los cajones y bultos y en un “memorial”
dejaba constancia detallada de las mercaderías a ingresar.
Estos memoriales eran despachados a Asunción, donde eran
examinados personalmente por el dictador Francia, quien hacía
las tasaciones y establecía los cánones que debían pagar los
comerciantes. Mientras los memoriales cumplían su trámite, los
comerciantes permanecían en Itapúa, alojándose en casas de la
comunidad.
La ruta tenía además puntos intermedios como Santo Tomás, San
Carlos, Vuelta del Ombú, San Alonso y Caázapá. Todos estos
puestos constituían pequeños poblados, con los recursos
necesarios para las necesidades fundamentales de los viajeros.
Las caravanas eran protegidas por pequeñas partidas de
militares, que las acompañaban a lo largo del trayecto. Desde São
Borja, el comercio tomaba distintos destinos en territorio
brasileño. Hacia la Banda Oriental, buscando el puerto de
Montevideo, hacia Porto Alegre o hacia el interior de Rio
Grande.
Paraguay se beneficiaba económica y políticamente con esta
relación con el Brasil, pues, además de una salida para sus
productos, era reconocido por el gran estado brasileño, como país
independiente. Para asegurar ambos aspectos, en 1824 fue
nombrado como agente comercial del Brasil en Asunción don
Manuel Antonio Correia da Camara, influyente personaje del
gabinete de Pedro I. Todo hacía pensar en el despegue del
Paraguay, a partir del comercio por las Misiones. Pero la Guerra
Cisplatina, iniciada en 1825, frenó ese impulso inicial por una
década. Los paraguayos no se retiraron del área ocupada. Si
bien el Paraguay se mantuvo neutral en el conflicto entre el
Brasil y las Provincias Unidas, a principios de la guerra, 500
soldados paraguayos defendían el territorio de las Misiones del
Norte, en el destacamento de Santa María, hacia donde había
tomado rumbo la ruta comercial, en estas épocas de conflictos.
El paso de Santa María, probablemente haya sido el lugar
alternativo para el cruce hacia el pueblo de San Nicolás, nuevo
punto terminal del comercio aludido.
Las
reacciones de los misioneros del sur
La presencia paraguaya en la zona de la Tranquera de
Loreto, límite con Corrientes –que siempre fue respetado por
el Paraguay– y la construcción de establecimientos militares,
ranchadas y postas, había provocado lógicas suspicacias en Félix
de Aguirre, quien ejercía una aparente autoridad entre las
familias errantes del sur misionero. En marzo de 1823 este
mestizo correntino, ante la cercanía de tropas paraguayas,
advertía que “existo Gefe a responder sobre los naturales
reunidos que existen en Caacaray, Concepción, La Cruz y San
Roquito fuera de la poblacion de San Miguel y Loreto, en donde
resido (...) y dependo de los tratados solemnes del Congreso
general de las Provincias Unidas de Paz, de cuya resolución soy
aqui Comandante General”.
Algunos de los pueblos nombrados, como Caá Caray, San Miguel y
Loreto estaban en las cercanías de la zona que Francia había
fortalecido militarmente para custodiar la ruta comercial Itapúa-São
Borja, por lo que el comandante Aguirre temía una invasión de
tropas paraguayas a los mismos. La debilidad de las fuerzas
misioneras para hacer frente a una posible invasión paraguaya
motivó la preocupación de la provincia federalista de Entre Ríos,
con la que Misiones firmó el 12 de mayo de 1823 el Tratado de
San Miguel, de alianza ofensiva-defensiva. Si bien las
intenciones entrerrianas fueron las de proteger una región
descuidada de las Provincias Unidas, el gobierno correntino, que
ya tenía la idea de ocupar el casi baldío espacio misionero,
temió que el estado entrerriano, que poseía una gran porción
de población guaraní-misionera en el área nordeste de esa
provincia, tuviese semejantes objetivos geoestratégicos. Un
tenso intercambio epistolar entre los gobernantes de ambas
provincias evitó una confrontación en 1824 por el tema
Misiones. La guerra con el Brasil y la necesidad de ayuda mutua
entre las Provincias Unidas, retrasó la cuestión por unos años.
Las
disputas entre Misiones y Corrientes
La alianza con Entre Ríos y una parodia de congreso
provincial realizado en San Miguel en abril de 1824, en donde se
proclamaba gobernador de Misiones a Félix de Aguirre,
reconocido por el Congreso General Constituyente, le habían
dado a éste grandes ínfulas de poder. En los meses previos al
inicio de la Guerra con el Brasil, Misiones era un territorio prácticamente
despoblado, con sólo tres pueblos que sobrevivían al caos: San
Miguel, Loreto y San Roquito. Los tres ya habían solicitado su
anexión a Corrientes, pero Félix de Aguirre había logrado
desbaratar ese intento. Necesitaba pueblos para gobernar. Las
denuncias de robo de animales por parte de los ganaderos
curuzucuateños se reiteraban permanentemente. Sin embargo, la
situación política nacional era tan desconcertante que permitía
y favorecía la autoridad de un gobernador prácticamente sin
población para gobernar.
Inmediaciones
de la Tranquera de Loreto, puente terrestre entre el
Iberá y el Paraná, cerca de Ituzaingó, se
constituyó en la forntera
natural entre el Paraguay y Corrientes a partir de
la década de 1820. |
Para ejercer el
derecho que su cargo le otorgaba, Aguirre, a finales de 1824,
denunció ante el Congreso Constituyente la usurpación del área
sudeste de Misiones por parte de Corrientes. Esa zona, conocida
como el “Rincón de la Merced”, había sido ocupada
efectivamente por población guaraní-misionera en tiempos de
Juan de San Martín, como se ha visto en anteriores capítulos.
Belgrano en 1810, ante las disputas entre misioneros y
correntinos por esa jurisdicción, había zanjado el conflicto.
El vacío ocurrido después de la época artiguista permitió la
reapertura del problema. El Tratado del Cuadrilátero otorgó
derechos de ocupación a Corrientes de esa área. Desconociéndolo,
el mismo Aguirre nombró el 15 de diciembre de 1824 a Vicente
Ignacio Martínez como comandante de Yapeyú con el fin de
reorganizar los pueblos de La Cruz y Yapeyú y ocupar el Paso de
Higos –actual ciudad de Monte Caseros–, puerto que ya poseía
comandante designado por Curuzú Cuatiá. Éste es obligado a
dimitir de su cargo y en su reemplazo Martínez designó a Pedro
Alem, quien pasó a depender de Yapeyú. El gobierno de
Corrientes inmediatamente reaccionó ante la ofensiva de
Aguirre, informando “al tal Martínez que el terreno que hay
desde el Miriñay para el oeste corresponde a esta Provincia,
cuyos comprovantes existen en el Archivo de este Cavildo y dígales
que lo hago responsable ante su Gobierno de qualquiera conducta
irregular que quiera observar respecto a los territorios de esta
Provincia”.
Casco de
la estancia Vuelta del Ombúcercana a la localidad de
Gdor.
Virasoro, Corrientes, que oficiara de posta en el
trayecto comercial
paraguayo-brasileño entre Itapús y São Borja. |
Paralelamente, el
gobernador correntino Pedro Ferré, ordenó a las milicias
curuzuateñas que sacasen por la fuerza al comandante misionero
en aquel punto. El inicio de la guerra con el Brasil y la
alianza entre las provincias litorales calmó los ánimos entre
los litigantes. El 27 de agosto de 1825, cuando ya las fuerzas
nacionales se hallaban dentro del espacio misionero, Félix de
Aguirre se vio obligado a reconocer los límites entre Misiones
y Corrientes dispuestos por el Tratado del Cuadrilátero. Con
ello se distendió la relación entre ambas provincias. Después
de la guerra Corrientes ampliará sus fronteras interiores desde
el Miriñay hasta el Uruguay.
El
ejército nacional se acantona en Misiones
El Congreso de la Florida en la Banda Oriental,
reunido en agosto de 1825, había decidido unánimemente la
reincorporación de ese estado a las Provincias Unidas. El
Congreso General Constituyente, en Buenos Aires, aceptó la
reincorporación y decidió el envío de fuerzas a la frontera
con el Brasil, previendo la guerra con aquel país. Declarada ésta,
un Ejército de Observación se concentró en la línea del
Uruguay, en territorio de Misiones, bajo las órdenes del
general bonaerense Martín Rodríguez. Las tropas entrerrianas
se ubicaron en el área comprendida entre los ríos Miriñay y
Mocoretá y las de Corrientes en La Cruz. Misiones aportó más
de 400 soldados al Ejército Nacional, divididos en cuatro
escuadrones ubicados en San Miguel, Loreto, Yapeyú y La Cruz.
Respondían al mando de Félix de Aguirre.
Pocos meses después, en marzo de 1826 las fuerzas misioneras
derrotaron en el paso de Itaquí a tropas portuguesas al mando
del Capitán Fayardo, quien fue muerto en este combate. Pero el
optimismo reinante después de este triunfo se apagó muy
pronto. Ante una nueva invasión brasileña, al mando de Bentos
Manuel con 600 hombres, a principios de noviembre de 1826,
cuando ya las tropas nacionales se habían retirado, las fuerzas
de Aguirre enfrentaron a los portugueses en el Paso del Rosario,
sobre el río Uruguay siendo derrotadas. El propio Ferré debió
auxiliar al ejército misionero. Las fuerzas conjuntas de
misioneros y correntinos se quedaron en la frontera para
defenderla frente a esta nueva invasión brasileña. Al cabo de
dos semanas, las fuerzas enemigas se retiraron, sin que se
desarrollasen nuevos enfrentamientos. Pero la presencia del ejército
correntino en el sur misionero, fue determinante en el
transcurso de los acontecimientos subsiguientes. Esas tropas, en
ausencia de Aguirre, provocarán un estado de anarquía que dará
fundamentos a Ferré para la incorporación de esa región a
territorio correntino.
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