La
ocupación de la región misionera
Afines
del siglo XVI, el sistema de encomiendas había llegado al límite
de sus posibilidades, transformándose en el principal factor de
aniquilamiento de los grupos aborígenes y en causa de continuas
rebeliones. Durante el lapso que transcurrió entre los años
l537 y l606 esta situación se vio reflejada por 22
levantamientos indígenas. Las relaciones entre los indígenas y
los encomenderos de Asunción, Corrientes, Villa Rica y Ciudad
Real, se tornaban cada vez más violentas. Las expediciones
punitivas emprendidas contra las poblaciones aborígenes no hacían
sino provocar su retirada masiva hacia regiones en las cuales
los encomenderos aún no habían puesto sus pies, tal el caso de
gran parte de la región del Guayrá, de la región
paranaense-uruguayense y la más lejana del Tapé, al oriente
del río Uruguay. España tenía especial interés en la
protección del indígena, pues éstos representaban una fuente
de riqueza económica en el corto y largo plazos, en cuanto
constituían la principal fuerza de trabajo del sistema colonial
hispánico rioplatense. Los encomenderos, en cambio, veían en
el indígena un recurso para el enriquecimiento personal a corto
plazo. Al margen de esta contradicción de intereses entre la
sociedad encomendera y la monarquía española, se encontraba la
voluntad común de los dos sectores para hallar una solución
que permitiera detener la caída demográfica de los indígenas
y prevenir las rebeliones. En este contexto surgieron los
pueblos de indios o reducciones, como una forma de control
social, conjugado al mismo tiempo con un genuino impulso
evangelizador originado en el seno de la Iglesia. Los pioneros
de la fundación de reducciones en el Paraguay fueron los
franciscanos. Sin embargo, como dice Louis Necker, “... la
reducción no tenía nada de nuevo en América española. Desde
hacía tiempo la Corona había ordenado a las autoridades
civiles y religosas agrupar y civilizar a los indios en pueblos,
y había dado instrucciones sobre la manera en que dichos
pueblos debían ser organizados. Estas órdenes habían sido
ejecutadas en algunas regiones de América. En la década
comprendida entre l570 y l580, un gran programa de reducciones
se llevó a cabo en el Perú, bajo el impulso del enérgico
Virrey Toledo”. El sistema reduccional se inició en el
Paraguay en el año l580, cuando los franciscanos fundaron los
Altos, Tobatí, Jejuy, Atirá, Ipané, Perico, Gurarambaré.
Siguieron luego las fundaciones de Itá, en l585; Yaguarón, en
l586; Caazapá, en l606; Yutí, en l6ll; Itatí, en l6l5 e Itapé
en l682. Entre las dos últimas décadas del siglo XVI y la
primera década del siglo XVII, los franciscanos habían logrado
generar un espacio reduccional pionero, comprendido entre los ríos
Paraná, Paraguay y Aquidabán. Con esta serie de fundaciones
quedaba demostrada en la práctica la eficiencia del sistema
reduccional como método de pacificación y de control del indígena.
La obra franciscana dejaba abiertos dos frentes de expansión:
uno al nordeste, hacia el Guayrá, y otro al sureste, hacia las
regiones paranaense y uruguayense. Después de l6l5 los
franciscanos culminaron casi totalmente su obra fundacional en
el Paraguay. La Compañía de Jesús asumió la tarea de
continuar con las fundaciones en las regiones del Guayrá, Paraná,
Uruguay y Tapé.
San
Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús
El 15 de agosto de 1534, Iñigo López de
Recalde de Oñaz y Oyola, de origen vasco, decide junto con seis
estudiantes amigos reunidos en Montmartre, París, fundar una
sociedad religiosa. En el año 1537 Iñigo recibe los hábitos
sacerdotales en la ciudad de Venecia, adoptando el nuevo nombre
de Ignacio de Loyola. Junto a sus compañeros, también
sacerdotes, crea la Compañía de Jesús, a la que el Papa niega
el reconocimiento como orden religiosa. Aun con esta
contrariedad, el grupo comienza a predicar, adquiriendo en un
corto tiempo gran popularidad. Finalmente el 27 de septiembre de
1540 el Papa Paulo III, por la bula Regimini militantis
ecclessia, reconoce a la Compañía de Jesús como una orden
religiosa. La nueva orden se propone como meta la propagación
de la fe cristiana católica por todo el mundo, la defensa de la
Iglesia Católica en todos los ámbitos y la obediencia absoluta
e incondicional al Papa. El Padre Ignacio de Loyola falleció el
31 de julio de 1556. El Papa Paulo V lo beatificó el 3 de
diciembre de 1609, mientras que el Papa Gregorio XV lo canonizó
el 12 de marzo de 1622. La Compañía de Jesús constituyó una
respuesta combativa al movimiento religioso protestante que se
hallaba en plena expansión en Europa. Con una rapidez asombrosa
la Compañía crea “Provincias” en Europa y el resto del
mundo, mientras parten sacerdotes jesuitas en misión
evangelizadora a África y la lejana Asia. En el año 1549 el
Padre Manuel Nóbrega funda la Provincia Jesuítica del Brasil,
la primera en América. Otros jesuitas parten a misionar a La
Florida, en América del Norte, mientras que en 1568 se crea la
Provincia Jesuítica del Perú, la primera en los dominios hispánicos.
Creación
de la Provincia Jesuítica del Paraguay
El Padre General de la Compañía de Jesús,
Claudio Acquaviva, creó desde su sede en Roma la Provincia Jesuítica
del Paraguay, el 9 de febrero de 1604, nombrando como primer
Provincial al Padre Diego Torres Bollo. La nueva Provincia
comprendía vastos territorios, integrados hoy por Argentina,
Uruguay, Paraguay, Chile, el sureste del Mato Grosso (Brasil),
los estados de Santa Catalina, Paraná y Río Grande del Sur
(Brasil). En 1625 el territorio de acción de la Provincia Jesuítica
del Paraguay se reduce, al crearse la Vice Provincia Jesuítica
de Chile. En el orden administrativo eclesiástico la Provincia
Jesuítica del Paraguay dependía directamente del General de la
orden de la Compañía que estaba radicado en Roma. En la ciudad
de Córdoba tenía su sede el Provincial de la orden. Luego
estaban el Padre Superior y los curas doctrineros de los pueblos
de indios.
La
Compañía de Jesús en la región guayreña
Los Padres Jesuitas se nutrieron de la
experiencia franciscana del Paraguay. Sin embargo las
diferencias, y contradicciones, entre el sistema reduccional
franciscano y el jesuítico no tardaron en mostrarse. El
conflicto entre jesuitas, franciscanos y encomenderos, se planteó
en forma inmediata en torno al tema del servicio personal de los
indígenas. Para la Compañía de Jesús era un tema sobre el
que no se podía transigir: los indios de sus pueblos no prestarían
el servicio personal a los encomenderos. El Guayrá constituía
una extensa región comprendida entre los ríos Iguazú, Paraná
y Tieté. Enclavada en el corazón de Sudamérica y surcada por
innumerables ríos y arroyos, con una densa vegetación selvática
extendida implacablemente como impenetrable manto sobre campos y
serranías, el Guayrá era una tierra muy poco explorada,
misteriosa y enigmática ante los ojos de los españoles y
portugueses. Esta región se había convertido en el lugar de
refugio de miles de indígenas que huían de los encomenderos
españoles y de los esclavistas portugueses. La tensión en la
zona era extrema. Desde el Este presionaban los portugueses, y
desde el Oeste los encomenderos de Ciudad Real y Villarrica.
Millares de guaraníes confluían en el Guayrá, sumándose a
las tribus que ya habitaban la zona. Para ellos consitutía uno
de los últimos reductos de libertad. Pero, ¿hasta cuándo?
Geopolíticamente el Guayrá era una zona de fricción entre los
intereses territoriales de España y Portugal. Su carácter de
“isla” era relativo desde el instante en que la expansión
portuguesa hacia el oeste de la línea de Tordesillas era un
hecho manifiesto. En este contexto el indígena no tuvo opción:
se incorporaba al ámbito de resguardo que le ofrecían las
reducciones jesuíticas ... o caía en manos de los encomenderos
o esclavistas portugueses. Para los indígenas la única
alternativa eran las misiones jesuíticas. Inmediatamente luego
de la fundación de San Ignacio Guazú en el año l609 por el
padre Lorenzana, los padres Cataldino y Maseta partieron hacia
el Guayrá, donde fundaron, en las cercanías de la confluencia
del Paranapanema con el Paraná, las reducciones de Nuestra Señora
de Loreto y de San Ignacio Miní. Desde ambas reducciones los
jesuitas desarrollaron su tarea misional fundando reducciones
hasta el río Tibagiba, en dirección a San Pablo.
La
región paranaense
Con la fundación de San Ignacio Guazú en l609,
los jesuitas echaban las bases para la ocupación territorial de
la región paranaense, ubicada sobre ambas márgenes del río
Paraná, desde el río Iguazú hasta Itatí, y hasta la serranía
central de la actual provincia argentina de Misiones y los
esteros de Iberá. La expansión hacia dicha región constaba de
tres objetivos: incorporar al sistema reduccional a los temibles
pueblos paranaenses que hasta ese momento habían rechazado todo
contacto con los españoles; econtrar una ruta alternativa hacia
el Guayrá que evitara la agreste zona de Mbaracayú, y también
la intención de ingresar en la región del Uruguay y Tapé. El
padre Roque González de Santa Cruz fue el mentor de la expansión.
El avance comenzó con la fundación de la reducción de
Encarnación de Itapúa (l6l5) y Santa Ana de Iberá, y luego,
como punto intermedio entre Encarnación de Itapúa y San Ignació
Guazú, la reducción de Yaguapohá. La ocupación de la región
paranaense prosiguió con las fundaciones de Corpus (l622),
Natividad del Acaray (l624) y Santa María del Iguazú (l626).
Estas tres últimas reducciones consolidaban la nueva ruta hacia
el Guayrá, abierta y explorada por el P. Roque González de
Santa Cruz. Hacia la segunda década del siglo XVII, los padres
jesuitas habían logrado generar un espacio reduccional propio,
independiente del espacio reduccional franciscano y de los
intereses encomenderos. Este espacio era vasto, se extendía
desde el Guayrá hasta la región del Iberá, el cual se
constituía a la vez en un fuerte frente de expansión hacia el
este, comprendiendo la cuenca del río Uruguay y la zona más
oriental del Tapé.
Ocupación
de la región uruguayense y del Tapé
La reducción de encarnación de Itapúa fue el
punto de partida para efectivizar el plan reduccional en la zona
del río Uruguay. En l6l9 el padre Roque González de Santa Cruz
llegó a la región del río Arecutaí (actual arroyo Tunas)
donde logró convertir al hechicero Cuaracipú y con él a
varias parcialidades indígenas, fundando de esa manera la
reducción de Nuestra Señora de la Limpia Concepción del
Ibitiracuá. Así se completaba la ocupación de los territorios
ubicados entre el río Paraná y el río Uruguay. A Concepción
le siguieron las fundaciones de Nuestra Señora de la Asunción
del Acaraguá y San Javier (l629), ubicadas más al norte. En
l626 se iniciaron las tareas preliminares para la fundación de
Yapeyú, ante la necesidad de abrir una ruta de comunicación
con Buenos Aires por el río Uruguay. La resistencia de los aborígenes
de la región hizo que recién en l626 el padre Roque González
pudiera internarse en los territorios ubicados en la banda
oriental de río Uruguay, por el río Piratiní, que desemboca
frente a Concepción. De esta manera se iniciaba la evangelización
en el Tapé. En l626 se fundaba la reducción de San Nicolás de
Bari, la primera al oriente del río Uruguay. Se buscaba también
en esta entrada la apertura de un nuevo camino que comunicara
las reducciones del Paraná, Uruguay y Tapé, con las de Guayrá,
a través de los pinares y de los llanos ubicados entre el
Uruguay y el Iguazú. La fundación de San Nicolás y la
exploración del Tapé realizada por el padre Roque González,
sirvieron al impulso y vitalidad que adquirió el sistema
reduccional en la zona durante el período l632-l636.
Antonio
Ruiz de Montoya
Nacido en la ciudad de Lima, en el Perú, en el
año l538. Su padre fue Don Cristobal Ruíz de Montoya y su
madre un limeña desconocida. Quedó huérfano de madre a los
cinco años de edad y de padre a los ocho años. Fue internado
en el Real Colegio de San Martín que los Padres jesuitas habían
fundado en Lima. A los 16 años abandonó los estudios y se
entregó a un total libertinaje, viviendo, según sus propias
palabras, “peor que un gentil”. Cansado de una vida de desórdenes
y con cuestiones pendientes ante la justicia, decidió alistarse
como soldado en una expedición a Chile.
Un
sueño enigmático
En aquella circunstancia tuvo un sueño fantástico,
según él mismo lo relata, en el cual se le apareció
Jesucristo encomendándole proteger a los indígenas y
rectificar el curso pecaminoso de su vida. Conmocionado por el
sueño decidió regresar al Colegio de San Martín, ingresando a
la Compañía de Jesús el l2 de noviembre de l606, asumiendo
sus votos religiosos en la ciudad de Córdoba en el año l608,
ordenado sacerdote por el obispo Fernando Trejo y Sanabria en
Santiago del Estero. En l6l2 fue destinado a misionar en el
Guayrá, donde se encuentró con los pioneros evangelizadores,
padres José Cataldino y Simón Maseta, fundadores de San
Ignacio Miní y de Nuestra Señora de Loreto. En el año l620
Ruiz de Montoya fue designado Padre Superior de las Misiones de
Guayrá. Comenzó entonces una etapa de fundaciones de pueblos
en toda la geografía guayreña. Así surgieron San Javier,
Encarnación, San José, San Miguel, San Pablo, San Antonio,
Concepción, San Pedro, Siete Ángeles, Santo Tomás y Jesús
María. El desastre comenzó para estas reducciones a partir del
año l628, momento en que los bandeirantes paulistas empezaron
sus incursiones.
El
comienzo de una epopeya
A fines de l63l organizó el éxodo de los
guayreños, que en número de l2.000 descendieron por el Paraná,
llegando al río Yabebirí únicamente unos 4000 indios, quienes
refundaron los pueblos de San Ignacio Miní y Nuestra Señora de
Loreto en el año l632. La determinación del padre Montoya de
abandonar el Guayrá y lo traumático del éxodo, le valieron el
cuestionamiento de algunos de sus superiores. En el año l638,
muy a pesar suyo, resultó alejado definitivamente de las
misiones jesuíticas y enviado a España como procurador ante la
corte. Ante el Rey Felipe IV solicitó la urgente defensa de los
indígenas y gestionó la autorización real para que los indios
de las reducciones pudiesen usar armas de fuego para su defensa,
lo cual se logró por la Real Cédula del 2l de mayo de l640.
Mientras residió en Madrid escribió su magnifica Conquista
Espiritual y editó Tesoro de la Lengua Guaraní y el Arte y
Vocabulario. En agosto de l640 abandonó Madrid. Solicitó
insistentemente a sus superiores que lo destinasen a su querido
Loreto, aunque fuera “para servir en la cocina”, según sus
palabras. Para su desgracia, fue destinado directamente a Lima,
en el Perú, no permitiéndosele pasar por los pueblos
misioneros. Falleció el ll de Abril de l652 en el Colegio San
Pablo de Lima. Los indios misioneros reclamaron sus restos
mortales. Cuarenta indígenas del pueblo de Loreto peregrinaron
hasta Lima en su reclamo. Parte de sus huesos les fueron
entregados en un ataúd, el cual fue llevado hasta el pueblo de
Loreto y depositado en la sacristía del templo. En el trayecto
la caravana fúnebre pasó por Potosí, Salta, Tucumán,
Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe, Asunción, todas las
reducciones de la margen derecha del Paraná hasta Encarnación,
de donde pasó a Candelaria. Luego, San Ignacio Miní y
finalmente el templo de Loreto.
Roque
González de Santa Cruz
Nació en la ciudad de Asunción en el año
1576, hijo de Bartolomé González de Villaverde y María de
Santa Cruz. En el año 1598 el Obispo de Tucumán lo ordenó
sacerdote del clero secular. Su dominio de la lengua guaraní
fue un condicionante para que sus superiores lo enviasen a
misionar a la región de Mbaracayú, zona de yerbales, camino al
Guayrá, donde miles de indígenas estaban sometidos al régimen
de la encomienda. Allí entra en contacto con la miserable vida
que llevaban los guaraníes, víctimas indefensas de los abusos
de los encomenderos. Consternado por aquel “infierno verde”,
donde únicamente se abrían tumbas colectivas, decidió
ingresar en la Compañía de Jesús, renunciando previamente a
la designación de Vicario General de la Diócesis de Asunción.
A finales del año 1609 el Provincial Diego de Torres lo envió
a misionar entre los guaycurúes y guaraníes. En el año 1612
reemplaza al padre Lorenzana en la conducción de la reducción
de San Ignacio Guazú, la primera fundada en la región del
Paraná. En el año 1615 fundó la reducción de Nuestra Señora
de la Asunción de Itapúa (actual Posadas), a la que él mismo
denominó “puerta del Uruguay y del Alto Paraná”. Entonces,
como símbolo del evangelio en la región, levanta una
gigantesca cruz en medio del río Paraná, probablemente en la
isla Sarandí. Prosigue luego con la cristianización y funda
las reducciones de Yaguapohá y Santa Ana del Ibera, en la
actual provincia de Corrientes. Recorre todo el curso del río
Paraná partiendo desde Itapúa, cruza el río Iguazú y llega
hasta Ciudad Real en el Guayrá, abriendo una nueva ruta de
comunicación. Luego dirige sus exploraciones hacia el sur y
funda en el año 1619 la reducción de Nuestra Señora de la
Limpia Concepción del Ibitiracuá, a orillas del río Uruguay.
En el año 1626 cruza el río Uruguay y funda la reducción de
San Nicolás de Bari, la primera al oriente del Uruguay. Luego
realiza los primeros contactos con grupos guaraníes que
habitaban la desembocadura del Ibicuy en el Uruguay, lo que
luego dará origen a la reducción de Yapeyú. En 1628, mientras
intentaba fundar una nueva reducción en el Caaró, en la región
del Tapé, muere violentamente en mano de los indígenas. |