Corrientes
ocupa los territorios
de las misiones meridionales
1830
Mientras que los misioneros orientales, concentrados en la aldea
de Santa Rosa de la Bella Unión, a orillas del Quareim,
empezaban su dispersión obligada hacia el interior de la Banda
Oriental, fundando nuevos pueblos o se incorporaban a los ya
existentes en Entre Ríos, el gobernador correntino, Pedro Ferré
anexaba a su territorio el área misionera desde el Aguapey al
sur.
El conjunto de pueblos fundados por la Compañía de Jesús que
habían conformado la región más organizada y densamente
poblada de todo el territorio rioplatense hasta fines del siglo
XVIII terminaba de fracturarse con la ocupación correntina. En
1801 se habían perdido a manos de los luso-brasileños los
Siete Pueblos orientales. La Revolución de Mayo había
desprendido los pueblos al occidente del Paraná, al
independizarse el Paraguay. Este estado ampliaría su conquista
hasta las márgenes del Aguapey.
Los guaraní-misioneros de la otrora pujante Provincia Jesuítica
del Paraguay conservaban autonomía sólo en el limitado espacio
entre el Aguapey y el Miriñay, con su frontera en el Uruguay.
Pero ese espacio era ocupado por bandas de familias errantes,
residuos de las tantas luchas a las que fueron sometidos los
bravos guaraníes en el período posterior al movimiento
revolucionario de Mayo. Pueblos construidos provisoriamente,
–más bien campamentos– como San Roquito, o Asunción del
Cambay, ubicados en zonas alejadas de lugares conflictivos y
amparados por la geografía se constituían en momentáneas
residencias de comandantes o gobernadores de dudosa autoridad. Sólo
se luchaba por conservar la autonomía.
Pero esa frágil estructura no podía permanecer así mucho
tiempo más. En algún momento la provincia guaranítica de
Misiones habría de sucumbir ante algunos de los estados que
disputaban su dominio: Paraguay, Rio Grande do Sul, Entre Ríos
o Corrientes. Y fue esta última la que ganó la pulseada,
aprovechando la coyuntura político-militar de fines de la década
de 1820 y merced a la rápida decisión de su gobernador, Pedro
Ferré, un notable estadista.
Para conseguir sus fines, Ferré había aprovechado tres
circunstancias: los pedidos de protección e incorporación a
Corrientes formalizados por los cabildos de San Miguel, Loreto y
San Roquito, en 1823; la grave anarquía en la que habían caído
los escasos poblados misioneros existentes a fines de la década
de 1820 y la presencia del Ejército del Norte en el territorio
de Misiones debido a la guerra con el Brasil. Estas tres
situaciones jugaron en favor de Corrientes, para el dominio
sobre Misiones.
Anexión
de los pueblos misioneros a Corrientes
La endeble y efímera República Entrerriana, fundada
por Francisco Ramírez en 1820, a imitación de la Liga de los
Pueblos Libres de Artigas, desapareció junto con la muerte de
su líder, en enero de 1822. Durante ese período, Corrientes y
Misiones habían perdido su jerarquía de provincias,
transformados en simples departamentos o comandancias militares.
Corrientes recuperó inmediatamente su autonomía, no así
Misiones que no logró restaurar sus formás políticas, a pesar
de los esfuerzos de quien quedara al mando del territorio, el
mestizo Félix de Aguirre. Con el Tratado del Cuadrilátero,
Aguirre pactaría con Entre Ríos la dependencia de su
territorio en 1823.
Aquel caos llevó al cabildo de San Roquito, que oficiara de
capital del departamento de Misiones durante la República
Entrerriana, a solicitar su anexión a Corrientes, cuyos
cabildantes en nota dirigida al gobernador correntino, aludían
que “en reunion general para tratar sobre nuestra suerte
venidera, en virtud de hallarnos sin proteccion alguna por no
haber Autoridad ni Gefe reconocido en Misiones de donde hemos
dependido, por lo que nos consideramos huerfanos y libres de las
obligaciones (...) y debiendo unirnos y vivir en sociedad con
otros pueblos para poder sobrevivir (...) hemos resuelto todos
decididamente por un convenio general unirnos a la Provincia de
Corrientes, sugetarnos a su gobierno superior y estar obedientes
a las leyes queriendo vivir en union con nuestros hermanos los
Correntinos y componer una sola familia...”.
La rápida protesta de Aguirre ante los gobiernos de Santa Fe y
Entre Ríos evitó que esta incorporación se formalizara. Pero
quedaba como antecedente para que Corrientes en un futuro
fundamentara su presencia en Misiones.
San Miguel y Loreto en dos oportunidades, en 1822 y 1826
realizarán similar pedido al gobierno correntino.
La guerra con el Brasil, dejaría para más adelante la decisión
de estas cuestiones.
Anarquía
en Misiones
La guerra con el Brasil había llevado a la actuación
conjunta de fuerzas bonaerenses, correntinas, entrerrianas y
misioneras. Las tropas de Corrientes se habían acantonado sobre
el río Uruguay, para la defensa del mismo, mientras Félix de
Aguirre, al mando de las fuerzas misioneras acompañaba a
Lavalleja en territorio oriental. En noviembre de 1826 los
valientes guaraníes eran derrotados en el Paso del Rosario,
dispersándose la tropa.
Un mes después de aquella acción se efectivizaba el aludido
pedido de incorporación de San Miguel y Loreto a Corrientes.
Ello motivó el envío de fuerzas por parte de Ferré a Loreto,
San Miguel y San Roquito. Aguirre que se encontraba reuniendo
sus fuerzas en Mandisoví fue apresado por Mariano Aulestia, uno
de los jefes del grupo misionero de San Roquito.
Destituído Aguirre, el 14 de enero de 1827, los principales
caciques guaraníes nombraron como nuevo gobernador a Mariano
Aulestia, quien se sujetó totalmente al gobierno de Corrientes.
Esta actitud provocó la reacción de otros oficiales guaraníes,
como el sargento mayor Agustín Cumandiyú y el propio Gaspar
Tacuabé, desde Mandisoví, quienes apoyaron una revuelta en
contra de Aulestia. Esta situación llevó al gobierno
correntino a tomar definitiva intervención en la anarquía
misionera.
El 28 de agosto, Ferré informaba al Congreso provincial que,
“para afianzar por todos los medios posibles la seguridad y
tranquilidad de la Provincia, ante la tan dolorosa insurrección
acaecida nuevamente en Misiones, (...) he hecho aprestar una
fuerza de cuatrocientos hombres bien armados y
municionados...”.
A principios de noviembre, las tropas correntinas ingresaron a
San Roquito, dispersándose sus pobladores y sus principales
caudillos. Aguirre, nuevamente en escena, y Cumandiyú
enfrentaron a las fuerzas correntinas el 12 de noviembre de
1827, a orillas del arroyo Cambay. La batalla continuó pocos días
después en Tuyuné, triunfando dificultosamente las tropas de
Ferré. Los derrotados se refugiaron en Mandisoví y desde allí
pasaron a la Banda Oriental. El territorio de la provincia
guaranítica de Misiones quedó así ocupado por Corrientes.
El 19 de abril de 1830 el estado correntino se aseguró el
dominio de la región a partir de un pacto con los misioneros
reunidos en La Cruz. En dicho tratado, que constaba de siete artículos,
se manifestaba que:
“Los individuos que componen un resto de las misiones
residentes en las ruinas del antiguo pueblo de La Cruz, en uso
de su libertad y deseando formar parte de la provincia
correntina, se someten a la autoridad que emana de las leyes que
rigen en la provincia de Corrientes.”
A partir de allí el gobierno de Corrientes empezó a expedir títulos
en enfiteusis en el área incorporada. Bastó sólo una década
para que un centenar de hacendados ocupasen las fértiles
praderas y las más importantes rinconadas desde el Aguapey al
Miriñay.
Esa ley, que legalizaba el dominio de los pobladores de la región
incorporada, fue complementada por otra, referida a los nuevos límites
de la provincia, del 1° de septiembre de 1832. En la misma, la
Sala de Representantes de Corrientes aprobaba como límites los
que ya había decretado el Director Supremo, Gervasio Antonio de
Posadas en 1814, es decir “el río Paraná al oeste y norte
hasta la línea divisoria de los dominios portugueses (...) el
Uruguay al este, y al sur una línea imaginaria desde las
nacientes del Mocoretá hasta el arroyo Curuzú Cuatiá...”.
Quedaba así Misiones definitivamente integrada a la provincia
de Corrientes. El norte del Aguapey quedaría aún tres décadas
más en poder del Paraguay.
El
plan colonizador de Corrientes en Misiones
Al finalizar la guerra con el Brasil, Corrientes era
la provincia con mayor estabilidad institucional y política de
todo el Litoral. Sobre esta base, dos grandes estadistas, Pedro
Dionisio Cabral y Pedro Ferré iniciaron un ordenado plan de
poblamiento de las regiones baldías de la provincia. Así se
fueron expandiendo las fronteras interiores a través de frentes
pioneros ganaderos que formalizaron una ocupación efectiva del
espacio merced al facilitamiento de títulos otorgados por el
gobierno provincial. La concentración de hacendados, trajo,
como consecuencia, la fundación de nuevos pueblos. Surgieron así,
entre 1828 y 1832, los pueblos de Pay Ubre (Mercedes), Paso de
Higos (Monte Caseros) y Sauce, en puntos estratégicos de la
provincia, cercanos a la única población correntina existente
hasta entonces, Curuzú Cuatiá.
Este poblamiento estuvo asegurado por una nueva legislación de
tierras, que brindó garantías a los propietarios.
Para el caso de las tierras misioneras, Ferré reinstauró el
hispánico sistema de enfiteusis, a través de una ley
provincial del 3 de julio de 1830. La idea era arrendar esos
terrenos, que el Fisco no podía vender por no haberse
reconocido por el gobierno nacional el patrimonio correntino de
esa área. Recién en 1860 esas estancias serían vendidas
mediante subasta pública.
La
ley de enfiteusis
La ley de enfiteusis de julio de 1830, permitió la
legalización de los terrenos ocupados por Corrientes en
Misiones. Por medio de la misma, se citaba a los denunciantes de
terrenos fiscales en esa área a presentarse “dentro de los
seis meses a partir de su denuncia” ante el Gobierno
provincial para legalizar su asentamiento. En caso de no
hacerlo, la ley aclaraba que los ocupantes quedarían
prescriptos y su propiedad disponible para su arriendo por parte
del Fisco. El otorgamiento en enfiteusis implicaba el pago de un
cánon anual de un tres por ciento sobre el valor fiscal de la
propiedad. Pero esta ley estuvo llena de irregularidades, pues
la mayoría de los primeros denunciantes, en el período
1830-1840 fueron reconocidas personalidades del gobierno, que
estaban exentos del pago “por los servicios prestados al
Gobierno”. Por otro lado, hay suficiente información
comprobatoria sobre la falta de continuidad en los pagos del cánon
respectivo. A pesar de ello, cuando se otorgan, desde 1860, títulos
definitivos de propiedad, son beneficiarios los mismos
enfiteutas que poblaban la región misionera desde 1830.
Un minucioso trabajo en los archivos catastrales de Corrientes,
nos ha permitido confeccionar mapas que muestran la evolución
de la ocupación espacial correntina del área. Los primeros
habitantes se afincaron a orillas de los principales ríos y
arroyos, por sus pastos blandos, aguadas permanentes y porque
los tributarios de estos cursos de agua concentraban el ganado
evitando su dispersión. Un importante número de estos primeros
pobladores estuvo constituido por autoridades políticas,
religiosas y militares, eximidos del cánon enfitéutico. Muchos
de ellos no residían en el lugar, dejando al cuidado de sus
posesiones a personas de su confianza. Otros, como el padre
Ponce de León, de trascendente actividad pastoral en el sudeste
de Corrientes, vivían en esas estancias permanentemente. Este
sacerdote atendía los nuevos templos de Pay Ubre, Sauce y el de
Curuzú Cuatiá.
La inmensa rinconada que forma el Miriñay en su desembocadura
con el Uruguay, fue poblada en apenas un lustro, entre 1830 y
1835 por una veintena de hacendados, la mayoría provenientes de
Curuzú Cuatiá.
El impulso poblador se frenó hacia fines de la década de 1830,
debido a las guerras civiles del Litoral y a las invasiones de
paraguayos, que se reiteraron a partir de 1843, llegando hasta
La Cruz.
En la década de 1850 la ocupación de estancias cobra nuevo
impulso, frente a la favorable coyuntura política de la
Organización Nacional. En los mapas se observa el proceso de
ocupación del espacio en ambos períodos. Nuevos pueblos, como
Restauración (Paso de los Libres), Alvear y la reedificación
de Santo Tomé, permitieron un afianzamiento de aquel proceso
ocupacional.
Tensión
en la frontera con el Paraguay
La expansión fronteriza de Corrientes hacia el río
Uruguay provocó tensiones con el estado paraguayo que
desarrollaba su comercio entre Itapúa y San Borja. Corrientes
desafiaba la presencia paraguaya al norte del Aguapey. Durante
la Guerra Cisplatina, el gobierno de Buenos Aires había
incentivado al de Corrientes a repeler las intenciones
comerciales paraguayas. Pero las hostilidades se empezaron a
hacer efectivas a partir de la década de 1830. Un curioso
episodio motivó el agravamiento de las tensiones: Buenos Aires
intentó recuperar el norte del Aguapey a través de un intento
de venta de tierras en esa zona a inversores británicos para
colonizarlas. El dictador Francia respondió inmediatamente que
“las tierras entre el Aguapey y el Uruguay pertenecen al
Paraguay y no a Buenos Aires que durante los últimos veinte años
no ha pensado en ellas. Está claro que Buenos Aires quiere
vender estas tierras a estos Ingleses para impedir y cortar el
comercio brasileño con el Paraguay...”.
La colonización británica nunca se efectivizó, pero el
gobierno paraguayo quedó atento a las intenciones porteñas.
Mientras tanto, Corrientes materializaba su acuerdo con La Cruz,
ampliando sus fronteras hasta el Uruguay.
En 1832 una serie de escaramuzas pusieron al borde de una guerra
a ambos estados. Corrientes ocupó en rápida acción la
Tranquera de Loreto, llegando hasta la misma Candelaria, en
septiembre de 1832, sin oposición de las fuerzas paraguayas.
Recuperada para Corrientes esa región misionera, su gobierno
planificó la industrialización de la yerba mate, invitando a
aquellos comerciantes que quisiesen extraer yerba lo hicieron
mediante contratos con el estado correntino. Éste se reservaba
la explotación de los yerbales hortenses, cercanos a los
pueblos en ruinas. Al mismo tiempo, Ferré creó una Receptoría
en la Tranquera de Loreto, cobrando impuestos a quienes
ingresaban a Itapúa por aquel corredor. Del mismo modo, ocupado
el puerto Hormiguero, Corrientes instaló allí otra Receptoría
para el manejo comercial con el Brasil.
A pesar del entusiasmo manifestado por Buenos Aires ante la
audaz empresa correntina, no contribuyeron a apoyarla
militarmente. Por ello, hacia mediados de 1834, reorganizadas
las tropas paraguayas, ingresaron en las Misiones, territorio
que fue rápidamente abandonado por Corrientes, sin capacidad de
defensa. El Paraguay recuperó así su dominio en las Misiones
septentrionales, el comercio con el Brasil cobró nuevo impulso
y la ruta entre San Borja e Itapúa fue fortalecida con la
instalación de nuevos puestos militares. No obstante, Francia
impulsó la creación de una ruta alternativa por San Nicolás,
más segura y alejada del territorio correntino.
A partir de allí, el Paraguay afianzó su presencia en las
Misiones del norte, área que cobró especial interés en la política
de Francia, por ser el único canal en el comercio exterior de
su país.
Recién hacia la década de 1850, cuando la Organización
Nacional se puso en marcha en la Argentina, se liberó al
Paraguay del bloqueo impuesto sobre el Paraná y la “ruta por
Misiones” perdió su sentido. Fue entonces cuando, lentamente,
los frentes ganaderos correntinos fueron ocupando el espacio al
norte del Aguapey. Después de la guerra de la Triple Alianza,
esa región quedó en poder de aquel gobierno.
Mientras tanto, los primeros habitantes de las Misiones ya se
hallaban completamente mestizados. |