Miércoles 21 de Abril de 2021

La Herencia Misionera

Por las Misiones nada hay que temer cuando son tan empeñosos por el sostén de su libertad y derechos.Todos deben venir a Cambay y allí resolver luego que haya certeza de la suerte de Andrés.”

Andrés Latorre a Francisco Ramírez, 16 de julio de 1819.

Si con respecto a  ésto, u otras cosas tuviese usted que representar alguna cosa, debe entenderse con el Cabildo de la Provincia de Misiones, (...) así como los militares al Comandante General don Pantaleón Sotelo.”
Artigas a Ramírez, 5 de octubre de 1819 

u

Tacuarembó F Según parte portugués: “800 muertos, 15 heridos y 490 prisioneros”.
F Según Auguste de Saint Hilaire: “cerca de 500 hombres fueron muertos y 400 hechos prisioneros (...) casi todos indios misioneros.”

 

En las dos últimas décadas del siglo XVIII la región misionera había quedado subdividida administrativamente en 5 grandes departamentos: Santiago, Candelaria, Concepción, San Miguel y Yapeyú, que concentraban los treinta pueblos guaraníes.


Francisco Javier Siti, por Hugo Viera (prop. J.F.M.)

Encontré un hombre de unos cuarenta años (…) varios gauchos parecidos a bandidos de melodrama estaban sentados en bancos. En el medio del cuarto una gran mala inglesa; tres o cuatro relojes estaban expuestos sobre una mesa y se veían en un anaquel varios utensillos.”

Auguste de Saint-Hilaire, Viaje al Rio Grande del Sur,
marzo de 1821.


Acuerdos Interprovinciales
F Septiembre de 1819: Asunción del Cambay, entre Misiones y Corrientes. F 24 de abril de 1820: Costa de Ávalos, entre Misiones, Corrientes y la Banda Oriental.
F 28 de julio de 1820: Mocoretá, entre Misiones y Entre Ríos.

(...) la presencia sola de nuestros soldados les impuso tal terror que al momento se dispersaron por todas partes, habiéndose resistido solamente los dragones de Abucú.”
Gregorio Piris a Francisco Ramírez, Cambay, 15 de agosto de 1820.


Matías Abucú
(El Último Artigueño)
Natural de Apóstoles. En 1804 formó parte de su Cabildo como Regidor Primero. En 1811, como teniente, integraba las milicias de su pueblo. A principios de 1813 acompañará al capitán Antonio Morales, conduciendo los 283 jóvenes misioneros del departamento de Concepción, destinados al Regimiento de Granaderos a Caballo. En Buenos Aires, tiene el honor de conocer y tratar a su “paysano” el entonces coronel José de San Martín. Vuelto a su terruño natal, se enrolará en la causa del Protector de los Pueblos Libres, comandará un cuerpo de dragones y lo seguirá fielmente hasta su destino final.

... Era este indio 
(Siti) bastante blanco, albo de cuerpo y bien apersonado y con verdad podemos decir que en ejercito guaraní no vimos persona tan bizarra.”

Memorias de Pampín


Ahora marcho yo, 
con ejército y con todo el vecindario que eran de los quince pueblos, 
para poblar las Misiones 
y pienso formalizar una Capital en Santo Tomé y en San José otro pueblo, 
y en Cambay, estos tres pueblos quiero establecer...”

Sití a Fray Isidro Sosa, 
15 de noviembre de 1820

(...) quedo impuesto haber quedado V.E. convencidísimo de la belleza y fertilidad de la Provincia de Misiones (...) pues que diré yo y todos los indios que por espacio de más de siglos han gozado de los frutos de su país, adonde tienen perdidos todos sus intereses y templos (...) los indios reclaman su territorio (...) adonde se conservará nuestra muy interesante paz y quietud, según el muy honroso tratado de ambas provincias (...)”

Sití a Ramírez, 11de
noviembre de 1820.



Andresito, escultura de Mandové Pedrozo. Prop. J.F.M.

Los sucesores de Andresito en Misiones

La prisión de Andresito fue un duro golpe que trajo desazón y desconcierto entre los misioneros, al mismo tiempo que plantearía el problema de su sucesión. Su reemplazo, más los contínuos roces entre misioneros y correntinos suscitados a raíz de la permanencia de las tropas guaraníes en Corrientes un poco anarquizadas desde la ausencia del jefe guaraní, mueven al Protector de los Pueblos Libres a convocar a una reunión en Asunción del Cambay. De esta reunión participarán el Gobernador de Corrientes, Juan Bautista Méndez y los principales jefes guaraníes: Pantaleón Sotelo, Francisco Javier Sití, Blás Uré, Juan Asencio Abiaró, Ignacio Mbaibé y Manuel Cayré, entre otros.
Bajo la jefatura de Artigas, que se encontraba en Cambay desde el 28 de agosto de 1819, la reunión buscará conciliar los intereses de ambas partes. La prolongada presencia del caudillo oriental (hasta fines de septiembre), en la entonces capital misionera, da la pauta de la importancia que revestía resolver no sólo los problemas internos de los misioneros, sino también los de éstos con las provincias limítrofes.

En Cambay se determinaron, como puntos importantes:
1º) El retiro de las fuerzas a los destinos respectivos de su dependencia. (Los guaraníes a Misiones, los correntinos a Corrientes).
2º) El reconocimiento como Comandante General Interino de la Provincia de Misiones a don Pantaleón Sotelo. (A partir del 22 de septiembre).
3º) Hacer conocer a los respectivos jefes los límites de sus jurisdicciones.
4º) Un nuevo régimen institucional para la zona entre el Mocoretá y el Yeruá. Un alcalde indio dependiente de Misiones y un Comandante Militar dependiente de Entre Ríos.
5º) Disolución de la Compañía de Niños y su devolución a los padres.
Consecuencia inmediata de lo acordado en Cambay fue la normalización de las instituciones políticas y militares, incluso las religiosas, cuando el 4 de noviembre se instituía “Comisionado Extraordinario” al cura de Yapeyú, R.P. Domingo Morales, autorizándolo al nombramiento de teniente cura en la jurisdicción de Misiones. 
El sucesor de Andresito como comandante general de Misiones, Pantaleón Sotelo, era natural de Santo Tomé, ignorándose hasta el presente su originario nombre guaraní. Formaba parte del Cuerpo de Blandengues de Montevideo donde, en febrero de 1811, se desempeñaba como cabo a cargo de la 6ª Compañía. En diciembre de 1813, durante el 2° sitio de Montevideo, como sargento y comandando la 3ª Compañía, José Artigas le concede licencia castrense para contraer enlace con María Victoria Mbaré, natural de Yapeyú. Siguió a su jefe cuando éste, a principios de 1814, abandonó el sitio. En 1816, como alférez, es enviado para reunir y adiestrar a la gente del departamento de Yapeyú y participar de la invasión a las misiones orientales.
A la fecha de su nombramiento, Pantaleón Sotelo, que se había desempeñado como segundo de Andresito, ostentaba el cargo de teniente coronel del Regimiento de Blandengues número dos y segundo jefe del Ejército Guaraní Occidental. Ahora, como Comandante General de Misiones, su principal tarea será reunir y concentrar en Cambay las fuerzas guaraníes, para secundar a Artigas en su nueva campaña a la banda oriental, destinada a desalojar a los portugueses de la misma.
El 24 de noviembre el Protector de los Pueblos Libres, con sus distintas divisiones se pondrá en marcha; entre ellas irán las misioneras, que con más de 1.600 hombres habían concurrido a la convocatoria al mando de su Comandante General don Pantaleón Sotelo.
Tras unos significativos triunfos en tierra oriental, sobrevendrá en enero de 1820, la derrota de la Quebrada de Belarmino, donde perderán su vida prestigiosos oficiales misioneros y, posteriormente, la fecha más trágica para todos, la del 22, en que las fuerzas artiguistas comandadas por Andrés Latorre, quien tenía por segundos a Pantaleón Sotelo y a Manuel Cayré al mando de las divisiones misioneras que constituían el grueso de la fuerza, son sorprendidas y derrotadas en Tacuarembó.
Sotelo, que trató inútilmente de reorganizar sus tropas guaraníes, fue mortalmente herido mientras las arengaba. Latorre, responsable de la triste jornada, tuvo oportunidad de escapar y reunirse posteriormente con Artigas.
El desastre de Tacuarembó, más la posterior defección de las filas artiguistas de Fructuoso Rivera, marca en cierta medida el principio del fin de la vida pública del Protector de los Pueblos Libres ya que, mientras éste se ve obligado a abandonar la banda oriental derrotado, su lugarteniente Francisco Ramírez triunfaba en Cepeda el 1º de febrero y suscribía el Tratado del Pilar en el cual, al eludir la prosecución de la lucha contra los portugueses e ignorar prácticamente a Misiones, Corrientes y la Banda Oriental, será causa del posterior rompimiento entre Artigas y Ramírez.
Para los misioneros, Tacuarembó significó un verdadero genocidio, no sólo de sus principales elementos combativos, oficiales y milicianos, sino también de la “chusma” que siempre acompañaba a las tropas guaraníes, a más de la muerte de Pantaleón Sotelo, que los dejaba nuevamente sin Comandante General.

Siti, el último Comandante General guaraní
Con la muerte de Pantaleón Sotelo, Misiones había quedado nuevamente sin Comandante General. Dadas las circunstancias, urgía el nombramiento de un sucesor. Entre los experimentados y destacados oficiales que todavía quedaban, se encontraba el también santotomeño Francisco Javier Sití quien, entre otros méritos, a fines de 1816 y como sargento mayor, había comandado las tropas que Andrés Artigas destinara para la campaña de Santa Fe.
El 5 de marzo, en el campamento general del Miriñay, próximo a la entonces capital misionera de Nuestra Señora de la Asunción del Cambay, “por el voto común de las tropas de la Provincia”, éstas aclamarán a Sití como su nuevo Comandante General, nombramiento que a su vez será confirmado por el Cabildo y tendrá la anuencia de Artigas, que había sido llamado para la elección.


 Nuestra Señora de la Asunción del Cambay, la nueva capital
 misionera, 1817-1820.

Se adoptó el mismo procedimiento que se había seguido con el nombramiento de Sotelo; es decir, no sólo respetando las antiguas costumbres y formas institucionales misioneras, sino también cumpliendo con la concepción artiguista de ejército-pueblo, en la que el mando emergía de abajo hacia arriba y no de la clásica posición autoritaria verticalista.
Deteriorándose día a día las relaciones entre los caudillos Ramírez y Artigas, este último convocó a un congreso en su campamento de la Costa de Ávalos a los jefes militares y representantes políticos de la Banda Oriental, Corrientes y Misiones, “para resolver lo más conveniente para sostener la libertad e independencia de estas provincias, contra los enemigos exteriores, en orden a los intereses de la federación”, según reza el encabezamiento del acta suscripta el 24 de abril. 
Por Corrientes concurre su gobernador Juan Bautista Méndez y el Alcalde de 2° Voto Domingo Rodríguez Méndez; por Misiones su Comandante General Francisco Javier Sití y en representación del Cabildo Miguel Ariyú, y por la Banda Oriental el Comandante Gorgorio Aguiar y el propio Jefe de los Orientales, José Artigas.
De acuerdo al acta celebrada se resolvió: el compromiso de sostener una guerra ofensiva y defensiva por la libertad e independencia de dichas provincias (art. 1°). El jefe de los orientales era reconocido como Protector de su libertad, y quedaba autorizado para decidir de la guerra y de la paz (art. 2°); las tres provincias se comprometían al cumplimiento de sus providencias como Director de la guerra y de la paz (art.3°); que el Director y Protector se comprometía por su parte a no celebrar convenios ni tratados algunos, sin que se asegurase y dejase a salvo la libertad e independencia de las provincias (art.4°); que las provincias no podían ser perjudicadas ni en la libre elección de sus gobiernos, ni en la administración económica, según los principios de la federación (art.5°); que se admitiría bajo estos principios a cualquier otra provincia, hasta la realización de un Congreso General de Provincias (art. 6°).
Este acuerdo constituye un testimonio más de que, institucionalmente, Misiones seguía siendo considerada Provincia, lo que posteriormente será negado u olvidado por nuestra historiografía clásica.

El acuerdo de Mocoretá
De un intercambio epistolar recriminatorio se pasa, a principios de junio, a dirimir la controversia por medio de las armas. La lucha que se entabla entre ambos caudillos será breve pero cruenta. Si bien las acciones al principio favorecerán a Artigas, posteriormente Ramírez, que contaba con la ayuda de Buenos Aires, resultará el vencedor.
En medio de estas confrontaciones, Sití y los misioneros se adherirán a Ramírez el 25 de julio, firmando posteriormente un acuerdo en Mocoretá, mediante el cual: 1º) Sití y los misioneros, con el territorio de su pertenencia, quedaban subordinados a Ramírez, separados de Artigas y obligados a ayudar a combatir a este último. 2º) Ramírez quedaba encargado de la dirección de ambas provincias, suministrando ayuda y protección a los naturales misioneros quienes, en virtud de la asegurada paz y neutralidad con los portugueses, podrían volver a reconstruir sus abandonados pueblos. 3º), durante 10 años los misioneros no estarían obligados a tomar las armas, salvo en caso de necesidad ante algún enemigo exterior. 
Este acuerdo lamentablemente destinado al fracaso por el posterior rompimiento entre Ramírez y Sití justificaría en cierto modo, aunque no del todo, la defección del bando artiguista del jefe guaraní. En todo caso es más justificable que la de otros lugartenientes de Artigas. 
Mas no todos los misioneros se subordinarán a Ramírez: muchos seguirán permaneciendo leales al Protector de los Pueblos Libres: Perú Cutí, Pablo Aramimbí, Matías Abucú, entre otros, y especialmente la masa ignorada del pueblo. Para Sití, problema constante será el de las deserciones y la desobediencia.

La última campaña de Artigas
A fines de julio Artigas –con apenas doce hombres–, logra escapar en su campamento de la Costa de Ávalos, donde es sorprendido y derrotado por fuerzas de Ramírez. Casi simultáneamente, la escuadrilla porteña al mando de Monteverde, derrota a la artiguista comandada por Pedro Campbell, en el río Corrientes. El caudillo oriental se dirigirá a Yaguareté-Corá y, no obstante los reveses sufridos, sobre la base de su extraordinario prestigio, poco a poco irá recomponiendo parte de sus diezmadas tropas. Reunidas sus fuerzas con las del gobernador correntino Méndez, en San Roque, el 6 de agosto, marcharán sobre Curuzú Cuatiá, población de la que se posesionan el día 11. Desde allí, Artigas tratará de tomar la capital misionera Asunción del Cambay, que para él revestía doble valor estratégico: no sólo el parque, artillería y armamento, sino también su población, en la cual seguía teniendo gran predicamento.
Iniciado, con 400 hombres, el sitio a Cambay, la plaza es vigorosamente defendida por el lugarteniente de Sití, el comandante Dionicio Alarcón quien, bien atrincherado, la pudo sostener por unos días, permitiendo que las fuerzas combinadas de Sití y del lugarteniente de Ramírez Gregorio Piris llegaran el 15 de agosto, sorprendiendo por la retaguardia a Artigas, obligándolo a retirarse. Derrotado y dispersas sus tropas una vez más, al caudillo oriental le quedaba poco por elegir. Imposibilitado de volver a Corrientes, a Entre Ríos y a la Banda Oriental, optará por el único camino que le quedaba, el de los abandonados y destruidos pueblos misioneros. Hacia allí se dirigió, con un reducido número de leales seguidores, estableciendo su último campamento en las faldas del Cerro Santa Ana. 
Entre los que lo acompañaban se encontraba el apostoleño Matías Abucú, quien junto a sus dragones formó parte de los únicos que ofrecieron heroica resistencia cuando fueron sorprendidos en Asunción del Cambay. Los otros comandantes guaraníes Pablo Aramimbí y Pedro Cutí, luego de la derrota y dispersión, optaron por dirigirse a la costa del Uruguay para, posteriormente, cruzarlo.
Desde Santa Ana. José Artigas se dirigirá al Dictador Francia, quien autorizará su internación en territorio paraguayo, la que se verificará por el paso de Candelaria el 5 de septiembre de 1820. Si bien, recelosos, no todos cruzan el Paraná, se calcula en unos 200 los que sí lo hacen –entre ellos, Matías Abucú–. Una vez desarmados, mientras los soldados eran distribuidos en los pueblos, los oficiales fueron remitidos prisioneros a Asunción donde, salvo el caso de Artigas, se desconoce su destino final.

Misiones y Ramírez
Ya sin ninguna oposición interna, a fines de septiembre de 1820 Francisco Ramírez tenía todo el territorio mesopotámico unido bajo su única dirección y mando. A los misioneros los tenía subordinados desde el 28 de julio mediante el Acuerdo de Mocoretá, y a los correntinos los había obligado a aceptar pacíficamente, a partir del 25 de septiembre, la disolución de su Cabildo Gobernador; y a todos, entrerrianos, correntinos y misioneros les había decretado el Bando y los Reglamentos con que quedaba institucionalizada la llamada República Entrerriana, de la que él era el Supremo.
Mientras Ramírez afianzaba su autoridad, Sití tendrá cada vez más dificultades para ejercer la suya. Su gente constantemente emigraba. La anarquía cundía por todas partes. Aflorarán recelos entre yapeyuanos y cruceños y los naturales concentrados en Yatebú (Loreto) y San Miguel, mayoritariamente paranaenses, sucumbirán a la influencia política y económica de Ramírez. A Sití solamente le quedaban su ejército y la población –si bien la más importante–, heterogénea de Asunción del Cambay, y la ilusión de repoblar los antiguos y abandonados pueblos.
Dispuesto el Supremo Entrerriano a la formación de un nuevo ejército, no solamente solicitará hombres al Comandante General de Misiones, sino que echará sus miras sobre los yerbales misioneros. Tanto Ramírez como Sití, eran conscientes de las posibilidades económicas que se les abría con el control y beneficio de esa fuente de recursos, que en el caso de los guaraníes era el único que les quedaba. A fines de octubre, al mismo tiempo que el entrerriano anunciaba “poner en Candelaria mi Cuartel General para fomentar los nuevos pueblos, y proteger los beneficios de la yerba”, el misionero tenía resuelto marchar con su tropa “al punto de San José, con el objeto de poblar aquel pueblo y hacer fabricar yerba.”
Sití entendía que, derrotado Artigas y no habiendo enemigo a la vista, no correspondía –según lo acordado–, desprenderse de su tropa. Además, informado de la situación en que se encontraban los pueblos del Alto Paraná, la intromisión constante de comerciantes yerbateros, así como las disposiciones que tomaba Ramírez con respecto a los naturales y al territorio de su mando, se vio obligado a poner en ejecución inmediata su proyecto de repoblamiento de los abandonados pueblos misioneros, uno de los puntos acordados en Mocoretá.
Lo que Sití buscaba era lograr que Ramírez no colocase fuerzas de su mando en territorio misionero, ya que le era evidente que si ello ocurría iba a perder la autonomía que había gozado su provincia en tiempos de Artigas. 
El día 13 de noviembre, Sití se ponía en marcha con su ejército y gran parte del vecindario, quedando en Cambay su comandante corregidor Miguel Javier Ariyú y parte de la población, principalmente yapeyuana. El 14 estaba en San Jorge; desde allí se dirigirá al cura de San Miguel, fray Isidro Sosa, exponiendo sus planes y solicitando su colaboración, teniendo en cuenta que el -padre Domingo Morales no quiso abandonar a sus feligreses yapeyuanos. El 17 estará en Yapeyú, desde donde se dirigirá nuevamente a Ramírez, tratando de hacerle ver la suma necesidad en que se encontraban los nativos, que eran “dueños legítimos de su terreno y frutos”, y que estas necesidades las podían remediar “por la yerba”. Al mismo tiempo, previendo una reacción del Supremo Entrerriano –aunque lo único que hacía era reclamar lo que se le había prometido–, mantenía lo mismo que éste, correspondencia con el brigadier Chagas, que en San Borja seguía atentamente los acontecimientos.
Ramírez, alarmado por los informes que le llegaban y no obstante las explicaciones de Sití, decide darle un punto final a esta situación que él consideraba de rebeldía y que obstaculizaba sus planes futuros, por lo que resuelve el envío de fuerzas que ocupando el territorio misionero, que respondía a Sití, le permitiera subordinar totalmente a éste, disponiendo de sus hombres y de los codiciados yerbales.
En forma combinada, y en un movimiento de pinzas, despachará por el norte una división al mando del Comandante Gregorio Piris, a fin de detener la marcha del jefe guaraní y, por el sur, enviará otra al mando del Comandante Juan González Alderete, a efectos de ocupar Asunción del Cambay.
Ante el avance de González Alderete, el comandante Ariyú juzgó prudente abandonar con su gente Cambay, población que –desierta–, es ocupada el día 9 de diciembre por el lugarteniente de Ramírez que sale en persecución de los misioneros y los alcanza en el Paso de Higos. Éstos heroicamente lo rechazan el día 10, haciéndole sufrir una humillante derrota que lo obliga a regresar a Curuzú Cuatiá a solicitar refuerzos. Ello dará tiempo a que la mayoría de los naturales, acompañados de su cura vicario fray Domingo Morales, puedan cruzar el Uruguay y buscar refugio en territorio portugués.
Gregorio Piris tendrá más suerte que González Alderete. Llegará a Santo Tomé el 13 de diciembre, alcanzando a la fuerza de Sití en el Paso de San Borja, hoy del Hormiguero, derrotándolo y obligándolo, –con la ayuda de los portugueses– a trasponer el Uruguay. En la acción muere el valiente artillero Blás Uré, que protegía el paso.
Se calcula en unos 7.000 los naturales que se vieron obligados a emigrar, mayoritariamente entre los portugueses, desde que se entablaron las luchas entre Artigas y Ramírez primeramente, y luego entre este último y Sití, reduciendo la población misionera a un décimo de lo que era en la época de los jesuitas. En cierto sentido el éxodo y dispersión de 1820, por su magnitud y consecuencias, es comparable al de 1817.
San Miguel fue fijada como lugar de residencia de Sití. Allí lo encontrará, en marzo de 1821, el francés Augusto de Saint Hilaire. Años más tarde, en 1828, en oportunidad de la recuperación de los siete pueblos orientales por Fructuoso Rivera, lo veremos ponerse a su disposición con un contingente fuertemente armado. En 1829, y como teniente coronel, lo tendremos formando parte del Estado Mayor del Ejército del Norte, en Bella Unión.
Si bien es cierto que puede ser merecedor de objeciones y críticas por algunas de sus resoluciones o posturas, también es verdad que demostró valor y capacidad y debe serle reconocida, entre otras cosas, su defensa de la autonomía provincial y del último recurso que les quedaba a los naturales misioneros: la yerba. Evidentemente fue un personaje de singulares características.
Alejado Sití del escenario mesopotámico, desde el punto de vista institucional ya no habrá más Comandante General, ni tampoco Provincia de Misiones. Lo que quedaba formaba parte de la llamada República Entrerriana. Ramírez nombrará como Comandante de Asunción del Cambay al capitán Nicolás Cabral y de San Miguel a Félix Aguirre, ambos criollos. Sólo seguirán siendo guaraníes los comandantes de San Roquito, Yatebú (Loreto) y el encargado de los cinco destruidos pueblos del Alto Paraná, Nicolás Aripí. A éste le corresponderá recibir y proteger al sabio francés Amado Bonpland cuando, a mediados de julio, llegue a Misiones.

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Los guaraníes misioneros, un destino de integración social
La herencia secular
Bibliografía
Fuentes documentales

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