Miércoles 21 de Abril de 2021

La Herencia Misionera

La primera y más instante providencia que espero se sirva dar vuestra excelencia es separar esta provincia de Misiones, del mando y de toda relación de dependencia del Paraguay, pues mientras dure dicha relación, están estos departamentos comprometidos y azorados, entre dos mandos opuestos”. 
Oficio del gobernador de Misiones, Tomás de Rocamora a la Primera Junta de Gobierno, agosto de 181
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El tambor de Tacuarí. Detalle del cuadro de Carlos Ripamonte, existente en el Archivo General de la Nación.


El Tambor de Tacuarí
Esta tradicional historia de patriotismo, tan difundida entre las escuelas tuvo como protagonista a un niño correntino, Pedro Ríos, nacido en Yaguareté Corá (actual ciudad de Concepción) en 1798. Se incorporó a las tropas de Belgrano en su Expediciòn al Paraguay, en noviembre de 1810, pidiendo que se le conceda permiso para marchar como tambor. Sirvió además de lazarillo del Comandante correntino Vidal, quien apenas veía. En el combate de Tacuarí, el 9 de marzo de 1811, cayó herido de muerte mientras tocaba el redoble a las fuerzas argentinas. Tenía 12 años. 


El Consulado Paraguayo
Un Congreso que inauguró sus sesiones en septiembre de 1813 entregó el poder a dos cónsules, en cuyas manos colocó facultades extraordinarias. Los erigió en legisladores, jueces y ejecutores de las leyes que ellos mismos concebían y promulgaban.


Glosario

Providencia: resolución judicial que decide cuestiones de trámite.

Oficio: comunicación escrita, referente a los asuntos del servicio público en las dependencias del estado.

Tacuarí: gramínea utilizada generalmente para evitar la erosión de los terraplenes. Al observarla, tan delgada y visiblemente menor que las otras tacuaras, se explica el diminutivo í, pequeño.

Aguapey: (aguapé-y: río de los camalotes). Nace en el ángulo NE de la provincia de la provincia de Corrientes, cerca de los límites con Misiones. Desemboca en el río Uruguay al sur de Alvear.

Celebración de Obediencia a la Primera Junta en Candelaria
El Comandante Militar de los pueblos guaraníticos, don Tomás de Rocamora adhirió inmediatamente al movimiento independentista. Hubo actos solemnes de fidelidad al nuevo orden político. 
Así, el 8 de julio de 1810, se reunieron los caciques y corregidores principales de los ocho pueblos del departamento de Candelaria y se leyó en guaraní la documentación recibida desde la Junta. Luego, en la plaza y ante el pueblo reunido se renovaron las promesas de ofrendar hasta la vida en defensa de Fernando VII y la Junta que lo representaba en Buenos Aires. Posteriormente se ofició Misa solemne y Tedeum con todas las pompas del caso. Similar ceremonia se llevó a cabo el 9 de julio en Yapeyú.


El Paraguay 

El país toma su nombre del río homónimo, uno de los más importantes tributarios del Plata. Del guaraní Paraguá´y (de pará, mar; gua, morador; y, río), significa literalmente "río de los moradores del mar", en probable alusión a los guaraníes, señores de su corriente, que navegaban desde éste hasta el Atlántico. Nace este río de tres pequeños lagos, fangosos, poseyendo un ancho de 25 a 30 mts. "Padre de los ríos", recibe el aporte de importantes cursos fluviales como el Tebicuary, Apa, Pilcomayo y Bermejo entre muchos otros. Después de un recorrido de 2.230 kms., funde sus aguas en el Paraná.

El Consejo de Regencia Español

En su afán imperialista, Napoleón Bonaparte se dispuso a colocar bajo su influencia al trono español, después de someter a Austria, a partir de 1808. En diciembre de 1808, Madrid debió capitular cayendo bajo el dominio francés. En 1810 cayó Sevilla y se formó entonces el Consejo de Regencia. El rey Fernando VII se encontró incapacitado para gobernar, lo que motivó los levantamientos de las posesiones españolas en América, que cuestionaban la legitimidad del Consejo de Regencia. El 14 de mayo de 1810 ancló en el puerto de Buenos Aires, el buque inglés “Mistletoe”, con la novedad de la caída de Sevilla y la formación del Consejo en León. Una semana después, se producía la revolución rioplatense

La revolución en las misiones

La crisis producida en la monarquía española ante la invasión napoleónica a la Península conmocionó a los virreinatos americanos. En éstos, en un breve lapso se iniciaron semejantes procesos independentistas que dieron como resultado la libertad de la mayoría de las dependencias españolas hacia la década de 1810. El Imperio español había constituido hasta ese momento un formidable sistema político, donde la Metrópoli y sus colonias americanas formaban una ordenada red de relaciones internas, comunicaciones y rápidas soluciones para los conflictos que ocurrían en esos dominios. El Imperio napoleónico quebró ese sistema, hiriéndolo de gravedad. El rey Fernando VII se encontró incapacitado para gobernar, lo que motivó los levantamientos de las posesiones españolas en América, que cuestionaban la legitimidad del Consejo de Regencia.
En el Río de la Plata, el sentimiento de independencia de la Metrópoli generó al mismo tiempo procesos locales de autonomía en el propio virreinato, en regiones que si bien estaban unidas administrativamente tenían grandes diferencias étnico-culturales. Así, Paraguay, por ejemplo, aprovechó la coyuntura para distanciarse de las autoridades porteñas inmediatamente al estallido revolucionario de mayo de 1810. En la Banda Oriental, la resistencia a las fuerzas realistas por parte de la población criolla, encabezada por José Artigas, atrajo a las fuerzas lusitanas que ambicionaban incorporarla a su Imperio. Desde 1808, la corte portuguesa había trasladado su sede a Rio de Janeiro, posibilitando una atención más directa de la monarquía a sus proyectos expansionistas.
La gobernación de Misiones, enclavada entre dos regiones del Virreinato platense opuestas al nuevo régimen, Paraguay y Uruguay, y fronteriza con un enemigo al acecho, Brasil, fue escenario de violentos episodios en la década de 1810, que culminaron con el trágico resultado de la disolución total de los pueblos.

Paraguay y Misiones bajo un solo gobierno
En virtud de la Real Cédula de 1782, habían sido creadas las Intendencias de Misiones y Paraguay, régimen que significó el primer paso para la desintegración del conjunto de los pueblos. Meramente formal, no provocó innovaciones en lo administrativo, ni ayudó a mejorar la caótica situacion de los pueblos guaraníes. Ambas Intendencias fueron gobiernos autónomos, aunque con un solo titular, conservando cada una sus propios intereses y constumbres. Ante esta circunstancia, y para fortalecer la zona frente al acecho portugués, el virrey rioplatense sugirió volver a unificar en una sola persona el mando de ambas Intendencias. Frente a ello, el Rey español nombró en septiembre de 1805 a quien se desempeñara hasta ese momento como Intendente del Paraguay, don Bernardo de Velasco. Pero el nuevo gobernador residía en Asunción, lo que le tornaba muy dificultosa la tarea de atención de todos los pueblos bajo su mando. Visto ello por el virrey Santiago de Liniers (que había sido gobernador de Misiones entre 1803-1804) decidió volver al antiguo régimen, nombrando un Comandante de Armas para Misiones. El cargo recayó en Agustín de la Rosa, quien por serias desavenencias con Velasco renunció a los pocos meses, designándose en su reemplazo a don Tomás de Rocamora, quien se hizo cargo de Misiones en diciembre de 1809, por decisión del nuevo virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros. 
Es por ello que, al momento de producida la revolución de Mayo, Misiones estaba bajo el mando de Rocamora, del cual dependían tres departamentos: Yapeyú –donde instalaría su sede–, Candelaria y Concepción. Santiago, por su situación geográfica al occidente del Paraná quedó incluída definitivamente en el gobierno asunceño.

Adhesiones y rechazos a la revolución 
La revolución de Mayo demostraría la heterogeneidad de la formal unidad del Paraguay y Misiones. El Comandante de Misiones, Rocamora adhirió inmediatamente a la decisión de la Junta de Buenos Aires. Velasco, en cambio se opuso desde un primer momento, consiguiendo que una junta de vecinos asunceños rechazara el 24 de julio el reconocimiento al gobierno porteño y paralelamente jurara obediencia al Consejo de Regencia español. 
Fue tan sorpresiva la noticia de la revolución y era tal el desorden administrativo en las regiones virreinales, que incluso en la propia Misiones, a pesar de la decisión de Rocamora, los subdelegados de los otros tres departamentos, sus subalternos, tomaron diferentes posturas frente al hecho.
En 1810, los tres subdelegados de Misiones eran José de Láriz, en Yapeyú, Pablo Thompson, en Concepción y Francisco Martínez Lobato, en Candelaria. Este último, instruído por Rocamora, convocó a los pueblos de su dependencia e hizo jurar en solemne ceremonia realizada el 8 de julio, la fidelidad a la nueva Junta de Gobierno.
El subdelegado Thompson, en cambio tuvo inicialmente una actitud evasiva hacia las mismas órdenes dadas por Rocamora, pasándose luego al bando regentista. Ante una actitud semejante en Yapeyú, con el Teniente Láriz, Rocamora actuó rápidamente, apresando a éste y otros instigadores, que fueron enviados a Buenos Aires.
La situación del gobernador misionero no era fácil, pues, ante la incertidumbre política del momento debió desobedecer la orden de Velasco de aceptar como nuevo gobierno al de la corte de Cádiz, asumido en la Metrópoli. Fue en ese momento que Rocamora solicitó a la Junta la separación de Misiones de la dependencia del Paraguay “...pues mientras dure esta relación, están estos departamentos comprometidos y azorados entre dos mandos opuestos”. Esa actitud lo colocó entre tres fuegos: el del Paraguay, que –bajo el gobierno de Velasco– concretó una invasión a Misiones, como veremos luego, la Banda Oriental, cuya capital seguía en manos realistas y el Brasil que se mantenía expectante en las fronteras. Pero lo más grave es que Rocamora no contaba con un ejército capaz de enfrentar cualquier acción que afectase la soberanía misionera.

Invasión de Velasco a Candelaria y Concepción
La actitud de Velasco frente a la decisión adoptada por Rocamora fue la inmediata organización de un ejército de 600 hombres que se dirigió a los pueblos misioneros del oriente del Paraná, con el fin de persuadirlos por la fuerza para que se pusieran bajo sus órdenes. Así, en agosto de 1810 se estableció primero en San José y luego en Apóstoles, desde donde envió fuerzas militares para que rescatasen todo el armamento disponible en los pueblos. Rocamora, ante tamaña movilización retrotrajo sus fuerzas de 80 hombres a las costas del Aguapey, desde donde pidió el envío de inmediatos refuerzos para evitar la pérdida del territorio misionero.
A pesar de su favorable situación, en octubre de 1810, Velasco decidió el retorno de las tropas paraguayas. Sin dudas esta incursión tuvo un doble carácter: de persuasión y, fundamentalmente, de acopio de armas ante un eventual choque con las fuerzas revolucionarias porteñas.
Un año después, los efectivos de Velasco invadirían la capital de Corrientes, casi sin efectivos militares, cuyos jefes habían partido con Belgrano para ayudar al sitio de Montevideo. Mantilla narra que en abril de 1811, siete buques comandados por un capitán Ferrer, invocando la restitución de algunos buques mercantes que se hallaban anclados en el puerto de Corrientes, invadió la ciudad reclamando el sometimiento de la misma al Consejo de Regencia, o a la autoridad del virrey Elío. El Cabildo correntino fue obligado a jurar obediencia al Consejo de Regencia. Las fuerzas paraguayas mantuvieron sitiada la ciudad, hasta junio de 1811 cuando, enterados los jefes del cambio de gobierno en Asunción y la formación de la Junta, decideron evacuarla.
El pedido de separación de Misiones por parte de Rocamora formalizado en agosto, recién fue respondido por la Primera Junta el 16 de septiembre de 1810, lo que demuestra la lentitud de las comunicaciones durante la crisis política que se vivía en el Plata. La correspondencia oficial relataba que:
“Convencida la Junta de la necesidad de separar esos pueblos de la perniciosa influencia del Gobernador del Paraguay (...) opuesta a los intereses del estado, como a la justicia de la causa de los pueblos, ha resuelto queden enteramente separados, desde hoy en adelante de su jurisdicción (...) por ello procederá V.S. por sí solo en el gobierno de ellos, sin conocer más dependencia ni obedecer otras órdenes que las de este Superior Gobierno...”
Con esta decisión, Misiones se integraba como una provincia independiente más del nuevo gobierno surgido a partir de la revolución de mayo de 1810.


 Cruce del Gral. Belgrano por el río Corriente, en las cercanías del Iberá,
 en su expedición al Paraguay. Desde allí ordenó al comandante
 misionero Tomás de Rocamora el encuentro con las fuerzas guaraníes
 en Candelaria. Éste nunca se concretó.

Belgrano en Misiones. Expedición al Norte
En vista de la decisión tomada por el gobierno de Asunción de fidelidad al Consejo de Regencia español, Mariano Moreno, uno de los principales gestores de la emancipación argentina, dispuso el envío de una expedición al Paraguay al mando del Dr. Manuel Belgrano.
Las miras de esa campaña fueron más fraternales que opresoras, de ahí la designación de un político para comandarla y no de un militar, aunque hubiese recibido Belgrano el grado de Coronel Mayor (equivalente a general) antes de su partida. Los antecedentes militares de Belgrano se reducían a las jornadas de la Defensa de Buenos Aires y su desempeño como oficial superior del cuerpo de Patricios. Pero su notable actuación como Secretario del Consulado le confería suficiente mérito para tan difícil misión.
El gobierno paraguayo fortificó los pasos sobre el Paraná con el objeto de repeler la expedición belgraniana, conforme a la actitud belicista de Velasco.
A medida que avanzaba la Expedición al norte, iba incorporando fuerzas de las regiones que atravesaba. En octubre de 1810 cruzó Belgrano a La Bajada donde se le sumaron milicias entrerrianas. En noviembre se hallaba en Curuzú Cuatiá, donde nombró al gobernador misionero, Tomás de Rocamora, Cuartel Maestre General de su ejército, ordenándole que se le sumase con sus efectivos misioneros en la frontera con el Paraguay. En diciembre se preparó el cruce del Paraná desde Candelaria en balsas y botes de cuero. El 20 de ese mes fue ocupada Encarnación de Itapúa. Desde allí se internó hacia el interior del Paraguay, sin esperar los refuerzos misioneros que recién llegaron a este destino a principios de enero de 1811.
El primer enfrentamiento entre las fuerzas fue el 19 de enero en Paraguarí. Allí acometió Belgrano con sólo 600 hombres frente a un enemigo que contaba con más de 7000 soldados. Retrocedió el ejército belgraniano hasta el río Tacuarí, donde estaban asentadas desde tiempo atrás fuerzas guaraníes de Yapeyú. Belgrano las hizo volver hasta Itapúa, lo que constituyó un grave error, pues pudo haber enfrentado el combate decisivo de Tacuarí con el doble de los sólo 400 efectivos con que contó. Derrotados el 9 de marzo de 1811, y luego de firmar un honroso armisticio, Belgrano y sus fuerzas abandonaron el territorio paraguayo.
En su regreso, nombró como nuevo gobernador interino de la provincia de Misiones a Elías Galván, quien se hallaba en Santo Tomé, defendiendo esa frontera, mientras se desarrollaban los acontecimientos en territorio paraguayo. Sucedió así a don Tomás de Rocamora, ya septuagenario, quien pasó a cumplir nuevas funciones en Buenos Aires.
Retornando por las costas del Uruguay, incorporó Belgrano a dos compañías de milicias, un total de 300 guaraní-misioneros, que lo acompañaron en su nuevo objetivo: el apoyo del sitio de Montevideo. Entre ellos se encontraba Andrés Guacurarí.

El preludio de la independencia paraguaya
El enfrentamiento de los ejércitos porteño y paraguayo significó el encuentro de dos posturas distintas frente a la nueva situación política del Plata, pero no tuvo el carácter de batallas de realistas contra independentistas, como en el resto del antiguo virreinato. Fueron patriotas de dos patrias culturalmente distintas los que se enfrentaron. Unos, las fuerzas belgranianas, pretendiendo integrar un territorio al que aludían pertenencia por el derecho de uti possidetis del año 1810: el mismo consideraba que, al momento de la revolución toda el área que hasta entonces formaba el Virreinato, pasaba a ser independiente. Los otros, los paraguayos, defendían la posibilidad de distanciarse políticamente de un gobierno, como el porteño, con características étnico-culturales diferentes.
Estas actitudes de uno y otro van a manifestarse en el armisticio de mediados de marzo de 1811, después de Tacuarí, cuando Belgrano infunde en el jefe paraguayo, Manuel Cabañas, las ideas de libertad surgidas en mayo de 1810 y que provocaron luego la independencia del Paraguay a mediados de 1811, al retornar victoriosas las fuerzas a Asunción.
La revolución del 14 y 15 de mayo de 1811 en el Paraguay fue preparada, dirigida y ejecutada por la clase social media, conservadora. La misma se hallaba fuertemente vinculada al ejército, especialmente con aquellos jefes y oficiales que actuaron en las negociaciones de Tacuarí, y miembros de familias de largo arraigo en la región.
Varias razones movieron a la independencia del Paraguay. El empobrecimiento del territorio y la difusión desde Buenos Aires de las ideas liberales en el aspecto económico y político que hacían entrever a esa clase criollo-burguesa la esperanza de mejores tiempos. Finalmente, la conciencia del propio valor nativo adquirida en la heroica resistencia contra la expedición de Belgrano, estimulada por éste mismo en la conferencia con Cabañas.
La revolución había sido decidida en el campamento del ejército paraguayo. Fulgencio Yegros, que fuera nombrado Comandante del territorio misionero en el Paraguay, se sublevó en Itapúa. Cabañas, mientras tanto, después del enfrentamiento con Belgrano, reorganizó sus tropas en la zona cordillerana. Ambos bandos ingresaron a Asunción a mediados de mayo. El movimiento entre los civiles se había preparado bajo el liderazgo de Pedro Juan Cavallero y Vicente Igancio Iturbe. A ellos se les agregaría Gaspar Rodríguez de Francia. La toma del gobierno, el 15 de mayo, fue precedida de un bando escrito por los revolucionarios que en su parte principal decía que:
“Haviendo defendido este territorio a costa de su sangre, de sus vidas, y de sus haberes del Enemigo que lo ataco, ahora se va a entregar a una Potencia Extranjera qe. no la defendió con el mas pequeño auxilio, qe. es la Potencia Portugueza”.
Prevista para fines de mayo, la revolución debió adelantarse por un acuerdo logrado por el gobierno de Velasco con el Brasil, que debía enviar tropas a la región de Misiones para salvaguardarla de cualquier intento porteño.
Triunfante el movimiento con la rendición de Velasco el 15 de mayo de 1811, se formó un gobierno bajo el mando de Juan Valeriano Zeballos y José Gaspar Rodríguez de Francia, con carácter de interino hasta la realización de un Congreso General. Éste, reunido el 17 de junio del mismo año, eligió una Junta de Gobierno presidida por Fulgencio Yegros y compuesta además por Francisco Caballero, Francisco Bogarín y Fernando de la Mora.
Este Congreso General, base de la independencia paraguaya, resolvió como puntos principales que: hasta la celebración de un Congreso Constituyente el Paraguay se gobernaría sin la intervención de la Junta de Buenos Aires en sus asuntos políticos; que Buenos Aires no exigiría derechos a la entrada de yerba y demás productos paraguayos; que quedaría abolido el estanco del tabaco dándose libertad a la venta de este producto y, por último, que la Constitución dictada por el Congreso no obligaría al Paraguay mientras no se ratificase en una Junta General de sus habitantes.
Se buscaba la conformación de una Confederación aliada a las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero con independencia de aquellas.
Para la discusión de estos temas fue nuevamente encargado Manuel Belgrano, esta vez junto a Vicente Echeverría en misión diplomática al Paraguay, firmando con aquella Junta el Tratado de Paz y Límites del 12 de octubre de 1811.
Las decisiones tomadas en ese pacto fueron prácticamente las que Asunción había propuesto en el Congreso del 20 de julio, es decir: la abolición de los tributos a las mercaderías paraguayas que se cobraban en Buenos Aires; el Paraná como límite sur y oriental de ambos territorios, incluyendo la custodia del departamento de Candelaria y el establecimiento entre Buenos Aires y Asunción de una federación y alianza indisolubles.
El Triunvirato argentino aprobó el 31 de octubre de 1812 el tratado suscripto por Belgrano, pero objetando el artículo 4° de aquel, es decir el referido a la “custodia” del departamento Candelaria. Fundamentaba esa objeción en que al momento de ser firmado el tratado, los portugueses habían invadido el territorio misionero y que, frente a ello, se había autorizado a los enviados por el gobierno porteño a conceder la posesión temporaria de aquel departamento para una mejor defensa del mismo. Pero, firmado el armisticio con Portugal, el Triunvirato solicitaba la restitución del mismo por considerar al Paraná como límite de ambos gobiernos.
La junta paraguaya mantuvo su postura de sostener derechos en aquel departamento hasta que la reunión del Congreso General tomara decisiones definitivas sobre ese tema.
Demorada su realización, Buenos Aires decidió el envío de Nicolás de Herrera para discutir nuevamente el tema. Misión que, a la postre fracasó debido a la decidida postura de la Junta de Asunción. Los dos objetivos del diplomático –conseguir la adhesión del Paraguay a la Asamblea del año 13 con el envío de dos diputados y la restitución de Candelaria– fueron meros proyectos que chocaron con el firme anhelo independentista del gobierno asunceño.
Desde allí en adelante ya no volvió el gobierno porteño a insistir formalmente en lograr la adhesión del Paraguay a la causa de Mayo.
En Asunción, en tanto, un Congreso reunido en 1813 instituyó un gobierno consular nombrándose a Francisco Yegros y Antonio Rodríguez de Francia como Cónsules de la República. Un año después, otro Congreso estableció la dictadura temporal, confiada a Francia, por un período de cinco años, convirtiéndose ésta en 1816 en dictadura perpetua, asegurándole así un poder sin límites por el resto de su vida. Con Francia, el Paraguay se aisló política y económicamente de las provincias del Plata, lo que va a constituirse en la característica general de las relaciones entre ambos territorios hasta mediados del siglo XIX.
El departamento Candelaria, en tanto, quedó en poder paraguayo hasta fines de 1815, cuando fue temporariamente reconquistado por Artigas por un período de siete años. En 1822, Paraguay recuperó una vez más ese territorio.

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Bibliografía
Fuentes documentales

Los Autores
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