La
revolución en las misiones
La
crisis producida en la monarquía española ante la invasión
napoleónica a la Península conmocionó a los virreinatos
americanos. En éstos, en un breve lapso se iniciaron semejantes
procesos independentistas que dieron como resultado la libertad
de la mayoría de las dependencias españolas hacia la década
de 1810. El Imperio español había constituido hasta ese
momento un formidable sistema político, donde la Metrópoli y
sus colonias americanas formaban una ordenada red de relaciones
internas, comunicaciones y rápidas soluciones para los
conflictos que ocurrían en esos dominios. El Imperio napoleónico
quebró ese sistema, hiriéndolo de gravedad. El rey Fernando
VII se encontró incapacitado para gobernar, lo que motivó los
levantamientos de las posesiones españolas en América, que
cuestionaban la legitimidad del Consejo de Regencia.
En el Río de la Plata, el sentimiento de independencia de la
Metrópoli generó al mismo tiempo procesos locales de autonomía
en el propio virreinato, en regiones que si bien estaban unidas
administrativamente tenían grandes diferencias étnico-culturales.
Así, Paraguay, por ejemplo, aprovechó la coyuntura para
distanciarse de las autoridades porteñas inmediatamente al
estallido revolucionario de mayo de 1810. En la Banda Oriental,
la resistencia a las fuerzas realistas por parte de la población
criolla, encabezada por José Artigas, atrajo a las fuerzas
lusitanas que ambicionaban incorporarla a su Imperio. Desde
1808, la corte portuguesa había trasladado su sede a Rio de
Janeiro, posibilitando una atención más directa de la monarquía
a sus proyectos expansionistas.
La gobernación de Misiones, enclavada entre dos regiones del
Virreinato platense opuestas al nuevo régimen, Paraguay y
Uruguay, y fronteriza con un enemigo al acecho, Brasil, fue
escenario de violentos episodios en la década de 1810, que
culminaron con el trágico resultado de la disolución total de
los pueblos.
Paraguay
y Misiones bajo un solo gobierno
En virtud de la Real Cédula
de 1782, habían sido creadas las Intendencias de Misiones y
Paraguay, régimen que significó el primer paso para la
desintegración del conjunto de los pueblos. Meramente formal,
no provocó innovaciones en lo administrativo, ni ayudó a
mejorar la caótica situacion de los pueblos guaraníes. Ambas
Intendencias fueron gobiernos autónomos, aunque con un solo
titular, conservando cada una sus propios intereses y
constumbres. Ante esta circunstancia, y para fortalecer la zona
frente al acecho portugués, el virrey rioplatense sugirió
volver a unificar en una sola persona el mando de ambas
Intendencias. Frente a ello, el Rey español nombró en
septiembre de 1805 a quien se desempeñara hasta ese momento
como Intendente del Paraguay, don Bernardo de Velasco. Pero el
nuevo gobernador residía en Asunción, lo que le tornaba muy
dificultosa la tarea de atención de todos los pueblos bajo su
mando. Visto ello por el virrey Santiago de Liniers (que había
sido gobernador de Misiones entre 1803-1804) decidió volver al
antiguo régimen, nombrando un Comandante de Armas para
Misiones. El cargo recayó en Agustín de la Rosa, quien por
serias desavenencias con Velasco renunció a los pocos meses,
designándose en su reemplazo a don Tomás de Rocamora, quien se
hizo cargo de Misiones en diciembre de 1809, por decisión del
nuevo virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros.
Es por ello que, al momento de producida la revolución de Mayo,
Misiones estaba bajo el mando de Rocamora, del cual dependían
tres departamentos: Yapeyú –donde instalaría su sede–,
Candelaria y Concepción. Santiago, por su situación geográfica
al occidente del Paraná quedó incluída definitivamente en el
gobierno asunceño.
Adhesiones
y rechazos a la revolución
La revolución de Mayo
demostraría la heterogeneidad de la formal unidad del Paraguay
y Misiones. El Comandante de Misiones, Rocamora adhirió
inmediatamente a la decisión de la Junta de Buenos Aires.
Velasco, en cambio se opuso desde un primer momento,
consiguiendo que una junta de vecinos asunceños rechazara el 24
de julio el reconocimiento al gobierno porteño y paralelamente
jurara obediencia al Consejo de Regencia español.
Fue tan sorpresiva la noticia de la revolución y era tal el
desorden administrativo en las regiones virreinales, que incluso
en la propia Misiones, a pesar de la decisión de Rocamora, los
subdelegados de los otros tres departamentos, sus subalternos,
tomaron diferentes posturas frente al hecho.
En 1810, los tres subdelegados de Misiones eran José de Láriz,
en Yapeyú, Pablo Thompson, en Concepción y Francisco Martínez
Lobato, en Candelaria. Este último, instruído por Rocamora,
convocó a los pueblos de su dependencia e hizo jurar en solemne
ceremonia realizada el 8 de julio, la fidelidad a la nueva Junta
de Gobierno.
El subdelegado Thompson, en cambio tuvo inicialmente una actitud
evasiva hacia las mismas órdenes dadas por Rocamora, pasándose
luego al bando regentista. Ante una actitud semejante en Yapeyú,
con el Teniente Láriz, Rocamora actuó rápidamente, apresando
a éste y otros instigadores, que fueron enviados a Buenos
Aires.
La situación del gobernador misionero no era fácil, pues, ante
la incertidumbre política del momento debió desobedecer la
orden de Velasco de aceptar como nuevo gobierno al de la corte
de Cádiz, asumido en la Metrópoli. Fue en ese momento que
Rocamora solicitó a la Junta la separación de Misiones de la
dependencia del Paraguay “...pues mientras dure esta relación,
están estos departamentos comprometidos y azorados entre dos
mandos opuestos”. Esa actitud lo colocó entre tres fuegos: el
del Paraguay, que –bajo el gobierno de Velasco– concretó
una invasión a Misiones, como veremos luego, la Banda Oriental,
cuya capital seguía en manos realistas y el Brasil que se
mantenía expectante en las fronteras. Pero lo más grave es que
Rocamora no contaba con un ejército capaz de enfrentar
cualquier acción que afectase la soberanía misionera.
Invasión
de Velasco a Candelaria y Concepción
La actitud de Velasco
frente a la decisión adoptada por Rocamora fue la inmediata
organización de un ejército de 600 hombres que se dirigió a
los pueblos misioneros del oriente del Paraná, con el fin de
persuadirlos por la fuerza para que se pusieran bajo sus órdenes.
Así, en agosto de 1810 se estableció primero en San José y
luego en Apóstoles, desde donde envió fuerzas militares para
que rescatasen todo el armamento disponible en los pueblos.
Rocamora, ante tamaña movilización retrotrajo sus fuerzas de
80 hombres a las costas del Aguapey, desde donde pidió el envío
de inmediatos refuerzos para evitar la pérdida del territorio
misionero.
A pesar de su favorable situación, en octubre de 1810, Velasco
decidió el retorno de las tropas paraguayas. Sin dudas esta
incursión tuvo un doble carácter: de persuasión y,
fundamentalmente, de acopio de armas ante un eventual choque con
las fuerzas revolucionarias porteñas.
Un año después, los efectivos de Velasco invadirían la
capital de Corrientes, casi sin efectivos militares, cuyos jefes
habían partido con Belgrano para ayudar al sitio de Montevideo.
Mantilla narra que en abril de 1811, siete buques comandados por
un capitán Ferrer, invocando la restitución de algunos buques
mercantes que se hallaban anclados en el puerto de Corrientes,
invadió la ciudad reclamando el sometimiento de la misma al
Consejo de Regencia, o a la autoridad del virrey Elío. El
Cabildo correntino fue obligado a jurar obediencia al Consejo de
Regencia. Las fuerzas paraguayas mantuvieron sitiada la ciudad,
hasta junio de 1811 cuando, enterados los jefes del cambio de
gobierno en Asunción y la formación de la Junta, decideron
evacuarla.
El pedido de separación de Misiones por parte de Rocamora
formalizado en agosto, recién fue respondido por la Primera
Junta el 16 de septiembre de 1810, lo que demuestra la lentitud
de las comunicaciones durante la crisis política que se vivía
en el Plata. La correspondencia oficial relataba que:
“Convencida la Junta de la necesidad de separar esos pueblos
de la perniciosa influencia del Gobernador del Paraguay (...)
opuesta a los intereses del estado, como a la justicia de la
causa de los pueblos, ha resuelto queden enteramente separados,
desde hoy en adelante de su jurisdicción (...) por ello
procederá V.S. por sí solo en el gobierno de ellos, sin
conocer más dependencia ni obedecer otras órdenes que las de
este Superior Gobierno...”
Con esta decisión, Misiones se integraba como una provincia
independiente más del nuevo gobierno surgido a partir de la
revolución de mayo de 1810.
Cruce
del Gral. Belgrano por el río Corriente, en las cercanías
del Iberá,
en su expedición al Paraguay. Desde allí ordenó
al comandante
misionero Tomás de Rocamora el encuentro con las
fuerzas guaraníes
en Candelaria. Éste nunca se concretó. |
Belgrano
en Misiones. Expedición al Norte
En vista de la decisión
tomada por el gobierno de Asunción de fidelidad al Consejo de
Regencia español, Mariano Moreno, uno de los principales
gestores de la emancipación argentina, dispuso el envío de una
expedición al Paraguay al mando del Dr. Manuel Belgrano.
Las miras de esa campaña fueron más fraternales que opresoras,
de ahí la designación de un político para comandarla y no de
un militar, aunque hubiese recibido Belgrano el grado de Coronel
Mayor (equivalente a general) antes de su partida. Los
antecedentes militares de Belgrano se reducían a las jornadas
de la Defensa de Buenos Aires y su desempeño como oficial
superior del cuerpo de Patricios. Pero su notable actuación
como Secretario del Consulado le confería suficiente mérito
para tan difícil misión.
El gobierno paraguayo fortificó los pasos sobre el Paraná con
el objeto de repeler la expedición belgraniana, conforme a la
actitud belicista de Velasco.
A medida que avanzaba la Expedición al norte, iba incorporando
fuerzas de las regiones que atravesaba. En octubre de 1810 cruzó
Belgrano a La Bajada donde se le sumaron milicias entrerrianas.
En noviembre se hallaba en Curuzú Cuatiá, donde nombró al
gobernador misionero, Tomás de Rocamora, Cuartel Maestre
General de su ejército, ordenándole que se le sumase con sus
efectivos misioneros en la frontera con el Paraguay. En
diciembre se preparó el cruce del Paraná desde Candelaria en
balsas y botes de cuero. El 20 de ese mes fue ocupada Encarnación
de Itapúa. Desde allí se internó hacia el interior del
Paraguay, sin esperar los refuerzos misioneros que recién
llegaron a este destino a principios de enero de 1811.
El primer enfrentamiento entre las fuerzas fue el 19 de enero en
Paraguarí. Allí acometió Belgrano con sólo 600 hombres
frente a un enemigo que contaba con más de 7000 soldados.
Retrocedió el ejército belgraniano hasta el río Tacuarí,
donde estaban asentadas desde tiempo atrás fuerzas guaraníes
de Yapeyú. Belgrano las hizo volver hasta Itapúa, lo que
constituyó un grave error, pues pudo haber enfrentado el
combate decisivo de Tacuarí con el doble de los sólo 400
efectivos con que contó. Derrotados el 9 de marzo de 1811, y
luego de firmar un honroso armisticio, Belgrano y sus fuerzas
abandonaron el territorio paraguayo.
En su regreso, nombró como nuevo gobernador interino de la
provincia de Misiones a Elías Galván, quien se hallaba en
Santo Tomé, defendiendo esa frontera, mientras se desarrollaban
los acontecimientos en territorio paraguayo. Sucedió así a don
Tomás de Rocamora, ya septuagenario, quien pasó a cumplir
nuevas funciones en Buenos Aires.
Retornando por las costas del Uruguay, incorporó Belgrano a dos
compañías de milicias, un total de 300 guaraní-misioneros,
que lo acompañaron en su nuevo objetivo: el apoyo del sitio de
Montevideo. Entre ellos se encontraba Andrés Guacurarí.
El
preludio de la independencia paraguaya
El enfrentamiento de los
ejércitos porteño y paraguayo significó el encuentro de dos
posturas distintas frente a la nueva situación política del
Plata, pero no tuvo el carácter de batallas de realistas contra
independentistas, como en el resto del antiguo virreinato.
Fueron patriotas de dos patrias culturalmente distintas los que
se enfrentaron. Unos, las fuerzas belgranianas, pretendiendo
integrar un territorio al que aludían pertenencia por el
derecho de uti possidetis del año 1810: el mismo consideraba
que, al momento de la revolución toda el área que hasta
entonces formaba el Virreinato, pasaba a ser independiente. Los
otros, los paraguayos, defendían la posibilidad de distanciarse
políticamente de un gobierno, como el porteño, con características
étnico-culturales diferentes.
Estas actitudes de uno y otro van a manifestarse en el
armisticio de mediados de marzo de 1811, después de Tacuarí,
cuando Belgrano infunde en el jefe paraguayo, Manuel Cabañas,
las ideas de libertad surgidas en mayo de 1810 y que provocaron
luego la independencia del Paraguay a mediados de 1811, al
retornar victoriosas las fuerzas a Asunción.
La revolución del 14 y 15 de mayo de 1811 en el Paraguay fue
preparada, dirigida y ejecutada por la clase social media,
conservadora. La misma se hallaba fuertemente vinculada al ejército,
especialmente con aquellos jefes y oficiales que actuaron en las
negociaciones de Tacuarí, y miembros de familias de largo
arraigo en la región.
Varias razones movieron a la independencia del Paraguay. El
empobrecimiento del territorio y la difusión desde Buenos Aires
de las ideas liberales en el aspecto económico y político que
hacían entrever a esa clase criollo-burguesa la esperanza de
mejores tiempos. Finalmente, la conciencia del propio valor
nativo adquirida en la heroica resistencia contra la expedición
de Belgrano, estimulada por éste mismo en la conferencia con
Cabañas.
La revolución había sido decidida en el campamento del ejército
paraguayo. Fulgencio Yegros, que fuera nombrado Comandante del
territorio misionero en el Paraguay, se sublevó en Itapúa.
Cabañas, mientras tanto, después del enfrentamiento con
Belgrano, reorganizó sus tropas en la zona cordillerana. Ambos
bandos ingresaron a Asunción a mediados de mayo. El movimiento
entre los civiles se había preparado bajo el liderazgo de Pedro
Juan Cavallero y Vicente Igancio Iturbe. A ellos se les agregaría
Gaspar Rodríguez de Francia. La toma del gobierno, el 15 de
mayo, fue precedida de un bando escrito por los revolucionarios
que en su parte principal decía que:
“Haviendo defendido este territorio a costa de su sangre, de
sus vidas, y de sus haberes del Enemigo que lo ataco, ahora se
va a entregar a una Potencia Extranjera qe. no la defendió con
el mas pequeño auxilio, qe. es la Potencia Portugueza”.
Prevista para fines de mayo, la revolución debió adelantarse
por un acuerdo logrado por el gobierno de Velasco con el Brasil,
que debía enviar tropas a la región de Misiones para
salvaguardarla de cualquier intento porteño.
Triunfante el movimiento con la rendición de Velasco el 15 de
mayo de 1811, se formó un gobierno bajo el mando de Juan
Valeriano Zeballos y José Gaspar Rodríguez de Francia, con carácter
de interino hasta la realización de un Congreso General. Éste,
reunido el 17 de junio del mismo año, eligió una Junta de
Gobierno presidida por Fulgencio Yegros y compuesta además por
Francisco Caballero, Francisco Bogarín y Fernando de la Mora.
Este Congreso General, base de la independencia paraguaya,
resolvió como puntos principales que: hasta la celebración de
un Congreso Constituyente el Paraguay se gobernaría sin la
intervención de la Junta de Buenos Aires en sus asuntos políticos;
que Buenos Aires no exigiría derechos a la entrada de yerba y
demás productos paraguayos; que quedaría abolido el estanco
del tabaco dándose libertad a la venta de este producto y, por
último, que la Constitución dictada por el Congreso no obligaría
al Paraguay mientras no se ratificase en una Junta General de
sus habitantes.
Se buscaba la conformación de una Confederación aliada a las
Provincias Unidas del Río de la Plata, pero con independencia
de aquellas.
Para la discusión de estos temas fue nuevamente encargado
Manuel Belgrano, esta vez junto a Vicente Echeverría en misión
diplomática al Paraguay, firmando con aquella Junta el Tratado
de Paz y Límites del 12 de octubre de 1811.
Las decisiones tomadas en ese pacto fueron prácticamente las
que Asunción había propuesto en el Congreso del 20 de julio,
es decir: la abolición de los tributos a las mercaderías
paraguayas que se cobraban en Buenos Aires; el Paraná como límite
sur y oriental de ambos territorios, incluyendo la custodia del
departamento de Candelaria y el establecimiento entre Buenos
Aires y Asunción de una federación y alianza indisolubles.
El Triunvirato argentino aprobó el 31 de octubre de 1812 el
tratado suscripto por Belgrano, pero objetando el artículo 4°
de aquel, es decir el referido a la “custodia” del
departamento Candelaria. Fundamentaba esa objeción en que al
momento de ser firmado el tratado, los portugueses habían
invadido el territorio misionero y que, frente a ello, se había
autorizado a los enviados por el gobierno porteño a conceder la
posesión temporaria de aquel departamento para una mejor
defensa del mismo. Pero, firmado el armisticio con Portugal, el
Triunvirato solicitaba la restitución del mismo por considerar
al Paraná como límite de ambos gobiernos.
La junta paraguaya mantuvo su postura de sostener derechos en
aquel departamento hasta que la reunión del Congreso General
tomara decisiones definitivas sobre ese tema.
Demorada su realización, Buenos Aires decidió el envío de
Nicolás de Herrera para discutir nuevamente el tema. Misión
que, a la postre fracasó debido a la decidida postura de la
Junta de Asunción. Los dos objetivos del diplomático
–conseguir la adhesión del Paraguay a la Asamblea del año 13
con el envío de dos diputados y la restitución de
Candelaria– fueron meros proyectos que chocaron con el firme
anhelo independentista del gobierno asunceño.
Desde allí en adelante ya no volvió el gobierno porteño a
insistir formalmente en lograr la adhesión del Paraguay a la
causa de Mayo.
En Asunción, en tanto, un Congreso reunido en 1813 instituyó
un gobierno consular nombrándose a Francisco Yegros y Antonio
Rodríguez de Francia como Cónsules de la República. Un año
después, otro Congreso estableció la dictadura temporal,
confiada a Francia, por un período de cinco años, convirtiéndose
ésta en 1816 en dictadura perpetua, asegurándole así un poder
sin límites por el resto de su vida. Con Francia, el Paraguay
se aisló política y económicamente de las provincias del
Plata, lo que va a constituirse en la característica general de
las relaciones entre ambos territorios hasta mediados del siglo
XIX.
El departamento Candelaria, en tanto, quedó en poder paraguayo
hasta fines de 1815, cuando fue temporariamente reconquistado
por Artigas por un período de siete años. En 1822, Paraguay
recuperó una vez más ese territorio.
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