Andrés
Guacurarí y Artigas
y el intento de recuperación de los
siete pueblos
Desde
que los siete pueblos de las Misiones Orientales fueron ocupados
por los portugueses en 1801, muchos fueron los proyectos que se
elaboraron para su recuperación; mas ninguno llegó a ser
llevado a la práctica. Producida la Revolución de Mayo de
1810, esta idea seguirá latente, no sólo en el plan militar
elaborado por José Artigas y elevado al Triunvirato en febrero
de 1812, sino también en sus conocidas “Instrucciones del año
XIII”.
En 1816, como una forma de contrarrestar la invasión portuguesa
a la Banda Oriental, luego de haber organizado a los pueblos de
su protección para su defensa, Artigas concibirá un novedoso
plan. El mismo consistirá en una contrainvasión al territorio
enemigo, en el cual el Comandante General de Misiones tendrá un
importante papel que cumplir.
Ya a principios de año, Andresito se retiraba de Candelaria y
se situaba en Santo Tomé, cubriendo desde allí, La Cruz y
Yapeyú. En observación de los paraguayos y cuidando la
frontera del Paraná, quedaba el Capitán Miño. Hasta mediados
de año, Andresito permanecerá vigilante, aumentando y armando
sus fuerzas, las que se verán incrementadas con la posterior
llegada de Miño y sus hombres, que se instalarán en Concepción,
y de Pantaleón Sotelo, enviado por Artigas para reunir la gente
del departamento de Yapeyú a cuidar la costa abajo del Uruguay.
Entre las interesantes medidas adoptadas, tenemos que
contabilizar la instalación de un taller de reparación de
armas en San Carlos y una fábrica de pólvora en Concepción.
El 12 de septiembre, Andresito traspone el Uruguay por el paso
de Itaqui, produciéndose el primer enfrentamiento con las
guardias portuguesas que intentan impedir el cruce. Al día
siguiente logra la victoria de San Juan Velho y, el 16, la de
Rincón de la Cruz, triunfos que jalonan la marcha a San Borja,
cuartel general del brigadier Francisco das Chagas Santos, de
ahora en más su eterno rival. El 21 llega a dicha población,
iniciando su sitio mientras espera refuerzos para su asalto
final.
Las tropas misioneras se componían de 1.500 a 2.000 hombres, la
mayoría armados únicamente con lanzas y contando solamente con
dos bocas de fuego. La defensa de San Borja estuvo a cargo de
200 efectivos portugueses, casi la mitad pertenecientes al
Regimiento de Santa Catalina, armados con bayonetas, 14 cañones
y varias compañías de milicianos guaraníes, a excepción de
la compañía de Vicente Tiraparé, que al comienzo de las
hostilidades se plegó a la causa de Andresito.
Ese mismo 21, Sotelo trata de cruzar el Uruguay desde Yapeyú,
siendo impedido por la oportuna llegada del teniente coronel José
de Abreu. Éste, con una respetable fuerza, había venido en
socorro de Chagas buscando impedir la reunión de las fuerzas
misioneras, las que, luego de la pretendida toma de San Borja,
debían tratar de unirse con las de Artigas. Recién el 24 pudo,
más al norte, realizar el cruce, retardándose de esta manera
los auxilios esperados. Abreu, el 26, logra pasar el Ibicuy y,
en distintos encuentros, consigue desbaratar partidas de Sotelo,
llegando el 3 de octubre a San Borja, día elegido para dar el
asalto final a la plaza. La llegada sorpresiva de Abreu, con 650
hombres de tropas veteranas y dos cañones, fue providencial
para los sitiados portugueses, que ya se encontraban a punto de
rendirse.
La batalla que se entabla adquiere dramáticas características;
se lucha denodadamente y, no obstante el heroico desempeño de
las fuerzas guaraníes, éstas se ven obligadas a levantar el
sitio y repasar el Uruguay, dejando tras de sí –como
testimonio de la intensidad con que se combatió–, pocos
prisioneros y centenares de muertos.
Esta primera campaña del Comandante General de Misiones, no
debe ser vista exclusivamente como una contrainvasión destinada
a impedir la que estaban realizando los portugueses a la Banda
Oriental, sino también como la oportunidad de los guaraníes
misioneros de recuperar parte del solar nativo que les fuera
usurpado en 1801.
Destruídos
y saqueados los siete pueblos de la margen occidental
del
Uruguay y saqueados únicamente los pueblos de Apóstoles,
San
José y San Carlos, dejando hostilizada y arrasada
toda la campaña
adyacente a los mismos pueblos por espacio de
cincuenta leguas...”
Informe de Chagas, 31 de marzo de 1817.
Por
las partes que V.S. me adjunta advierto que no era mayor
la
distancia en que se hallaba el Comandante Esquivel
y pudo haber
auxiliado los esfuerzos de Mbaybé y no dejarlo
solo en su empeño y
retirada.”
Artigas al Cabildo de Corrientes, 18 de febrero de
1817. |
La
destrucción de las Misiones Occidentales
Favorecido por las derrotas que en otros frentes de
batalla –Arapey el 3 de enero de 1817 y en Catalán el 4–,
sufrieran las fuerzas del General Artigas en la Banda Oriental,
Francisco das Chagas Santos pasará a la ofensiva. Cumplirá órdenes
recibidas anteriormente de “atacar en viva forza os povos dos
insurgentes, arruinarlos e queimarlos”, así como de proceder
al extrañamiento de sus habitantes, privando de esta manera al
caudillo oriental de los recursos que la Provincia de Misiones
podría facilitar.
El 14 de enero se pone en marcha desde San Borja con 11 canoas,
9 carretas, 5 piezas de artillería y 550 hombres, con la
finalidad de atacar a Andrés Artigas, que se encontraba en La
Cruz.
El 19 cruzará el Uruguay por el paso de Itaqui. Su vanguardia
al mando del teniente Carvalho, detenida por fuego de artillería
es obligada a trabarse en combate por el escuadrón al mando del
capitán Vicente Tiraparé. La misma sorteará el inconveniente
gracias a la oportuna llegada de refuerzos.
Andresito, que en un primer momento trató de contrarrestar la
invasión “hechando más partidas”, ante la superioridad de
las fuerzas enemigas se retira a Yapeyú y, desde allí, no sólo
con su tropa sino también con la población que logra salvar,
al Paso del Rosario, en el Miriñay, en los límites con
Corrientes. El 20 Chagas ocupa La Cruz sin oposición, enviando
a Yapeyú al mayor José María da Gama Lobo, con 330 hombres de
caballería, los que encuentran la población desierta y la
ocupan el día 21. Partidas enviadas en persecución del jefe
guaraní, regresan sin haber alcanzado mayor éxito que el arreo
de caballos y la destrucción de chacras en la campiña.
Apóstoles,
sitio donde el 2 de julio de 1817, los misioneros guaraníes
rechazan a Chagas y lo obligan a retirarse. |
La oportuna
retirada de Andresito, perfectamente explicable y comprensible,
–ya que no hacía más que obedecer las órdenes recibidas
reiteradamente del General Artigas, de no arriesgar nunca una
operación si no se estaba seguro del resultado–, no sólo le
permitió salvar su tropa, sino también gran parte de la
población, aunque no los pueblos.
Verificada su retirada al Miriñay, poco a poco irá reuniendo
las diversas partidas y grupos humanos que logran escapar del
vandalismo practicado por quien posteriormente será recordado
como el “Atila del Uruguay”, no sólo quemando y destruyendo
las poblaciones misioneras, sino trasladando al otro lado del río
sus bienes y habitantes. No obstante ello, en los primeros días
de febrero, el Comandante General de Misiones podrá anunciar
tener ya reunidos “más de 1.000 hombres”.
Al mismo tiempo que Chagas iniciaba su invasión al sur
misionero, el comandante de San Nicolás Elías Antonio de
Oliveira, con 200 milicianos, cruzaba el Uruguay por el Paso de
San Isidro el 17 de enero y, luego de derrotar el pequeño
destacamento de San Fernando, continuará hasta el pueblo de
Concepción, el que es saqueado y reducido a cenizas el día 19.
Destruidos La Cruz y Yapeyú, el jefe portugués remontará el
Uruguay, llegando a Santo Tomé el día 31. En esta población
abandonada por sus habitantes encontrará únicamente a su viejo
corregidor acompañado de cuatro indios. Desde allí se destacará
al ayudante Manuel José de Mello para proceder a la destrucción
de Santa María, San Javier y Mártires.
El 1º de febrero se reunirá con Chagas la partida del teniente
Luis de Carvalho, con 600 animales, entre caballos, mulas y
vacunos, producto del saqueo realizado en la campaña. Al otro día,
Carvalho, con hombres escogidos y armados, será enviado a
atacar y destruir lo que quedaba, exceptuando los pueblos de la
costa del Paraná, reclamados por el Paraguay, a los que no se
debía infrigir el menor daño.
El comandante de Candelaria Ignacio Mbaybé, al no poder
intentar reunirse con su gente, con Andresito en su cuartel del
Miriñay por tener los caminos del sur ocupados por los
invasores, resuelve correrse a los límites occidentales de
Misiones con Corrientes, estableciendo su cuartel en Ibiritingay
en espera de ayuda por parte de los correntinos. El teniente
Carvalho, luego de una escaramuza en la Tranquera de Loreto, el
9 de febrero, donde sorprende a 20 hombres que trataban de
reunirse con Mbaybé, al proseguir su marcha, tiene un encuentro
con éste, quien con unos 100 hombres había salido a
enfrentarlo. Tras media hora de lucha, el jefe guaraní se
repliega a Ibiritingay donde sus fuerzas –estimadas por los
portugueses en 270 hombres–, son derrotadas y obligadas a
ponerse en fuga con pérdida de 72 efectivos, lo que nos habla
de la magnitud del hecho.
Producida, el 10 de febrero, la derrota y dispersión de la
gente de Mbaybé, algunos buscarán refugiarse en la zona de las
antiguas estancias misioneras, situadas entre los esteros del
Santa Lucía y la laguna del Iberá; mientras que él con otro
grupo que lo acompañaba, apremiado por las circunstancias,
buscará refugio en la zona de Itatí. La ayuda militar esperada
de los correntinos no llegó a efectivizarse, ya que los
comandantes fronterizos se encontraban en una especie de
entendimiento con los portugueses, destinado a facilitar un
golpe que sustrajera a la provincia de Corrientes de la Liga de
los Pueblos Libres y de la influencia de Artigas. A mediados de
1818 veremos repetirse esta intentona.
La
actitud del Paraguay
Francisco das Chagas Santos, cumpliendo precisas órdenes
de sus superiores, se cuidará de no emprender ninguna acción
con respecto a los pueblos de la banda oriental del Paraná, que
los paraguayos reclamaban como de su pertenencia. Según oficios
remitidos al comandante de frontera Rudezindo Castro y al propio
Dictador Supremo Francia, ello era “em obsequio da boa
harmonia e amizade que subsite entre os governos portuguezes e
do Paraguay”.
Ante estas seguridades y anoticiado de la derrota de Mbaybé en
Ibiritingay, el comandante Castro pasa tranquilamente el Paraná
con dos compañías de milicias y se acuartela en Candelaria,
que había sido abandonada, ocupando posteriormente los demás
pueblos: Santa Ana, Loreto, San Ignacio y Corpus.
Los paraguayos permanecerán muy poco tiempo en Candelaria,
posiblemente hasta mayo cuando, preocupados por el avance desde
el sur de Andresito que venía a recuperar los territorios
invadidos, vuelven a trasponer el Paraná, no sin antes
completar la obra de los portugueses, es decir destruyendo los
pueblos y llevándose la población, que luego será distribuida
en su territorio.
La
retirada de los luso-brasileños
El 26 de febrero regresó el teniente Carvalho
conduciendo tres carretas con yerba, 740 caballos, 130 mulas y
308 reses vacunas, entretanto Chagas ya había repasado el
Uruguay el día 13, dejando en la otra margen patrullas de
observación. Del territorio misionero, se saquearon y fueron
extraídas más de 65 arrobas de plata, muchos y ricos
ornamentos, muchas y buenas campanas, 3.000 caballos y más o
menos igual cantidad de yeguas, aparte del dinero producto del
remate de los animales traídos. Un considerable número de
correntinos emigró a raíz de la invasión, a la par que los
moradores españoles y guaraníes de la costa occidental del
Uruguay, en número de 1.800 almas, con sus pertenencias y se
vieron obligados a pasar a territorio portugués.
La población que logra salvarse buscará refugio en los límites
con Corrientes, donde nacerán nuevas poblaciones misioneras:
Yatebú (Loreto) y San Miguel en el norte, San Roquito y Asunción
del Cambay en el sur. Si bien el Comandante General de Misiones
al poco tiempo recuperará el espacio invadido, las poblaciones
no llegarán a reconstruirse ni repoblarse, y posteriores
acciones destruirán lo poco que se había salvado.
Se suele consignar equivocadamente la cifra de 3.190 muertos y
360 prisioneros, como saldo de la invasión realizada a
Misiones. La realidad es que estas cifras corresponden a la
totalidad de las pérdidas sufridas por Artigas y sus
lugartenientes en todas las operaciones de guerra de 1816 y
principios de 1817. De acuerdo con los partes portugueses, las pérdidas
misioneras no pasan de 200 personas, lo que no invalida el
triste resultado: una diáspora y desintegración de las
comunidades guaraníes emplazadas entre el Paraná y el Uruguay,
además de la destrucción de sus hogares y pueblos.
Batalla
de Apóstoles, el triunfo de los misioneros
En marzo, para establecer mejor comunicación con
Artigas, el Comandante General de Misiones trasladará su
campamento general más al sur, cerca de la barra del Miriñay,
donde luego se erigirá la nueva capital misionera Asunción del
Cambay. El 12, partidas suyas reconquistan La Cruz, tomando
prisionera la guardia dejada por Chagas. Poco a poco, desde el
sur, irá recuperando el territorio invadido en coordinación
con el desplazamiento del capitán Aranda, enviado con su gente
desde Corrientes a cubrir la frontera norte del Paraná. Los
paraguayos, ante estos avances, abandonan Candelaria y los
pueblos de la costa oriental del Paraná. A principios de mayo
casi todo el territorio estaba recuperado, a excepción de
algunas guardias sobre los pasos del Uruguay.
La actividad desarrollada por Andrés Artigas y sus partidas,
apoyadas por las milicias correntinas comandadas por Aranda, será
intensa durante los meses de mayo y junio; no solamente
hostilizando a los portugueses, sino también buscando la
reunificación de sus fuerzas, motivo por el cual que lo veremos
desplazarse continuamente, instalando su cuartel general ya sea
en San Carlos, San José o Apóstoles, que habían sido las
poblaciones que menos daño sufrieron.
Informado Francisco das Chagas de esta situación inicia a
mediados de 1817 su segunda invasión a Misiones, con una fuerza
similar a la empleada a principios de año, creyendo poder
repetir su anterior actuación de “llegar, ver y vencer”, lo
que esta vez no sucederá, ya que los guaraníes misioneros,
habiendo jurado vengar la destrucción de sus pueblos, hogares y
expatriación de sus familias, le ofrecerán heroica resistencia
y solamente lo dejarán “llegar, ver y volver”.
Chagas llegará a Apóstoles el 2 de julio. Los misioneros, con
gran algazara, saldrán a su encuentro enarbolando bandera
encarnada, simbolizando que la contienda será total. La lucha
que se entabla en las afueras del pueblo es cruenta y
encarnizada; la superioridad de las fuerzas portuguesas obligará
a los misioneros a replegarse en la plaza del pueblo, buscando
luego refugio en el patio del Colegio y en la Iglesia donde,
atrincherados vigorosamente, repelen los continuos ataques,
entablándose un prolongado fuego de fusilería por ambas
partes, con su consiguiente saldo de muertos y heridos.
A primeras horas de la tarde es avistado un cuerpo de caballería
que venía al galope desde San José. Era el Comandante General
de Misiones resuelto a socorrer a Apóstoles. Le sale al
encuentro, con un escuadrón de caballería, al mando de José
María Gama, quien –si bien los contiene por unos momentos–,
regresa a sus filas y posteriormente todas las fuerzas abandonan
el sitio. Es indudable que la heroica resistencia al asalto hizo
factible la llegada a tiempo de Andrés Artigas que se
encontraba en San José, pudiendo así auxiliar a los sitiados y
posibilitar el triunfo de los guaraníes misioneros.
Consolidada la posición de Andresito luego del triunfo de Apóstoles,
el 15 de octubre recuperará la guardia de San Fernando y, como
lo consignarán Martín de Moussy y el padre Gay, Andresito volvía
a ser dueño y señor de las Misiones.
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