Mayoría automática. Borocotización. Bloques unipersonales. Cambio de bando. Interbloque opositor. Fueron los términos más pronunciados durante el vertiginoso período legislativo 2006 de la Cámara de Representantes de Misiones, que comenzó con un paquete de derogaciones, un impuestazo y la destitución de una ministra del Superior Tribunal de Justicia (STJ) promovidos por la excitada mayoría renovadora. Y que finaliza con el desmembramiento del bloque oficialista, diputados que van y vuelven de un bloque a otro y una cerrada definición de las nuevas autoridades. En medio de todo, un proyecto para convocar a una convención reformadora, aprobado casi sin debate, de espaldas a la sociedad, y al mismo tiempo que la Argentina y Alemania se disputaban la clasificación a la semifinal del campeonato mundial de fútbol. Las sesiones de la Legislatura “sin palos en la rueda” se caracterizaron por una mayoría oficialista que levantaba automáticamente la palma a cada proyecto que tuviera las siglas PE (Poder Ejecutivo) adelante y una oposición integrada -más por necesidad que por convicción- que se dedicó a hacer simplemente, todo lo contrario -salvo algunas excepciones-. Los integrantes de la minoría opositora, como tal, gozaron del libre albedrío a la hora de levantar su mano, concientes de que su voto no tendría mayor influencia en el referéndum final. En cambio, el oficialismo, con 24 de 35 diputados antes del receso y con 21 después de la partida de Esteban Lozina, Héctor Bárbaro y Erico Álvarez, se mantuvo fiel al si-rovirismo y asentía con la cabeza las “bajadas de línea” de Néstor Ortega, Sandra Giménez o Lozina en un principio (antes de que dejara el bloque rovirista). Las alzadas de mano no se sostuvieron en los fundamentos con que se defendieron una u otra moción, sino que fue más importante el color político del que provenían. Mantener la distancia entre una y otra banca. Entre el anterior y el actual Gobierno. Diferenciar a la “vieja” de la “nueva” política. Al menos de eso se jactaba el bloque renovador. Así, puede recordarse por ejemplo a la ultrarrovirista Sandra Giménez proponiendo cerrar el debate y votar durante la designación de integrantes del Consejo de la Magistratura o al justicialista Antenor Boher esperando la orden de su par Timoteo Llera para saber cuándo “acompañar la gestión del Gobierno”. Tal cual fueron las palabras de Llera cuando ambos dejaron el bloque del PJ y desobedeciendo un mandato partidario favorecieron al oficialismo en la votación de cuatro pliegos propuestos por el gobernador, Carlos Rovira, para el Superior Tribunal de Justicia y otro para la Fiscalía de Estado.
Permiso para ir al baño Estrenar agrupaciones políticas y diagramar alianzas para las elecciones generales del año próximo fueron las actividades que consumieron gran parte del tiempo y la energía de muchos de los encargados de legislar en representación del pueblo. De la actividad legislativa; mucho por mejorar. Nunca se conformó la Comisión Investigadora de los incidentes ocurridos en San Vicente. El oficialismo rechazó en todo momento los pedidos para que la ministra de Gobierno, Claudia Gauto, asistiera al Parlamento a explicar diversas situaciones irregulares. El presupuesto provincial fue analizado en secreto durante principios de año y hubo un receso de tres meses para refaccionar problemas edilicios que nunca fueron refaccionados. La oposición, incapacitada por su condición de minoría para imponer alguna voluntad, muchas veces tuvo que limitarse a impulsar proyectos simbólicos de pedidos de informe o de repudio que no prosperaron más allá de ese estado; simbólico. En el oficialismo, por su parte, se preocuparon por tomar distancia pero la similitud fue “in crescendo” con el transcurso de las sesiones. Los más experimentaditos, como Julio Duarte y Sandra Giménez, ya sabían de qué se trataba y mantuvieron el perfil llano, mientras que los nuevitos que asumieron el año pasado, fueron adaptándose despacio, poco a poco, y entendieron que el protagonismo era de uno sólo y que el espacio para maniobrar era más chico del que creían. Algunos diputados renovadores se quejaron por lo bajo de haber solicitado “en varias ocasiones” audiencias con el Gobernador para tratar la redacción de proyectos que eran reclamados en sus respectivos municipios o en diferentes sectores sociales pero nunca fueron atendidos. “Nuestros proyectos o inquietudes no son tenidas en cuenta, entonces esto, que en parecía un proyecto ambicioso y plural se trasformó en unipersonal”, regañó en off the record uno de los legisladores que asumió hace exactamente un año. Lectura de diarios, mensajes de texto y conversaciones por teléfonos celulares entonces fueron las actividades que fueron aprendiendo a desarrollar mientras se debatían diversos proyectos hasta que llegaba la hora de votar el que llevaba la inscripción P.E. Hasta en una ocasión se supo que un diputado integrante de la Comisión de Recursos Naturales y Medio Ambiente tuvo que posponer la presentación de un ambicioso proyecto porque primero debía ser consentido por el Ejecutivo. El proyecto fue congelado y sorpresivamente, otro diputado terminó presentando como propio uno similar. Finalmente fue aprobado en forma unificada. Los más optimistas señalaron que fue coincidencia pero otros admitieron que “es así, se aplica la ley del Bonsái, al que va creciendo lo van cortando”. Otra fuente extraparlamentaria, aunque muy ligada al manejo de la Legislatura “sin palos en la rueda” y a la Rosadita señaló despreocupado que “la mayoría de los proyectos vienen armados, algunos ya con el presentador designado y otros se destinan en el momento”. Detalles que pueden tenerse en cuenta a la hora de analizar tantos pases y la inestabilidad del bloque oficialista.
Apostillas o tillas-apos Mención aparte merecen los pases y las idas y vueltas de algunos diputados. También el rotundo giro que pegó la Asociación de Empleados Legislativos (APL). Timoteo Llera, Edmundo Soria Vieta y Antenor Boher primero dejando la oposición. Lozina, Álvarez y Bárbaro después haciendo lo mismo pero con el oficialismo. Miguel López (FJPV) y su abortado apoyo a un tercer mandato de Rovira y el bloque unipersonal de Griselda Martínez (FR) retrotraído justo días antes de que su marido asumiera la gerencia del Instituto de Previsión Social. Queda en evidencia que el Poder Legislativo misionero escondió muchas cosas tras este vertiginoso 2006 que se termina. Y que la función, en algunos casos, sólo les representó levantar la mano cuando “la gestión” lo requería.