“Los religiosos podemos hacer mucho en el campo político”
Domingo 10 de diciembre de 2006
Es una de las referentes de la lucha por el reconocimiento de los derechos básicos de las clases más desplazadas de la Argentina. Su carta de presentación ante nuestra sociedad se produjo en una de las provincias más pobres del país. Corría 1990 cuando María Soledad Morales, una adolescente de Catamarca, fue asesinada por los “hijos del poder”. Y para el esclarecimiento de ese asesinato promovió, junto con la madre de la joven, Ada Morales, un movimiento pacífico y en silencio que tuvo repercusión nacional e internacional. En la actualidad está abocada a la lucha del reconocimiento de derechos de los niños humildes de Curuzú Cuatiá. Y la proximidad física y emocional con Misiones la hizo conocer en detalle lo ocurrido durante la última campaña que pretendió establecer a Carlos Rovira como gobernador sin límites en Misiones. Lo anterior fue plasmado en una entrevista con El Territorio.
¿Qué opinión le merece el desempeño del obispo Piña en las elecciones para convencionales constituyentes en Misiones? Yo estuve en Puerto Iguazú 20 días antes de las elecciones, y lo saludé al obispo Joaquín Piña porque consideré que su batalla contra las injusticias es impecable. Él es un referente de lucha y entrega a los demás y de honestidad para todos los argentinos. Él fue la punta del iceberg de la lucha en contra de la corrupción de un gobierno provincial despótico. Él demostró la corrupción de los que se quedan y se atornillan en los lugares de poder que, en la mayoría de los casos, van de la mano de las personas más acaudaladas. Yo lo quiero y aprecio mucho porque él da todo lo que tiene por la felicidad del prójimo. Pero Piña no estuvo solo ya que recibió el apoyo invalorable de la hermana Adela Helguera, el respaldo unánime de todos los hermanos del Episcopado Argentino y el reconocimiento de obispos de provincias vecinas.
¿Eso es un síntoma de las provincias más pequeñas, tildadas de “feudos infranqueables”? Estoy segura que sí porque conozco varios casos argentinos con características similares. Explotación de la pobreza, de las tierras en muy pocas manos de terratenientes, de los chicos humildes con fines sexuales, del tráfico de la droga, de los aborígenes. Para terminar con esas cosas el obispo Piña y la Pastoral Social implementaron las escuelas de ciudadanía, que ya son un ejemplo internacional.
¿Cuál es su visión de la actuación de los religiosos en política? Yo considero que los religiosos podemos hacer muchas cosas en el campo político, con mayor énfasis en lo referente a la política social. Porque podemos y debemos defender los derechos sociales, económicos, culturales y religiosos de los más marginados de nuestra sociedad. La ciudadanía debe poder controlar lo que hacen las personas que se encuentran en la cima del poder, para que la democracia se plasme en la práctica.
¿Cómo calificaría la situación de la Justicia en el país? Estoy convencida que es uno de los peores males que nos aqueja como argentinos. Casos como el de Misiones preocupan por demás. La politización de su justicia y de sus fallos es muy llamativa y es una de las enfermedades que debemos subsanar en el corto tiempo, para que las generaciones futuras no tengan que lidiar con sus efectos negativos en la construcción de la ciudadanía. Lo que más me preocupa es que, en la mayoría de los casos, se falla a favor de los ricos y en detrimento de los sectores más pobres. Aunque hay casos que demuestran lo contrario. Por ejemplo los fallos que abogan por la expropiación de ciertas empresas, que fueron vaciadas por sus dueños, y que los trabajadores recuperaron para mantener sus fuentes laborales. La Justicia debe ser transparente y respetada por todos los sectores sociales.
Rasgos particulares Marta Pelloni pertenece a la congregación de Carmelitas Misioneras Teresianas. Tiene 65 años y es profesora de Filosofía y Pedagogía, forma parte del Foro Multisectorial por la Justicia y en la actualidad preside la Fundación para el Campesinado en Corrientes. En 1995 fue una de las mil mujeres propuestas para recibir el Premio Nobel de la Paz. Fue seleccionada por su compromiso social y por su lucha en pos de la justicia y la dignidad humana de los sectores más humildes. Visitó Misiones en varias oportunidades. En 2004 viajó a Oberá para pedir justicia en el caso del crimen de Marylín Bárbaro.