Más que los representantes del pueblo, el 15 de noviembre, el pueblo mismo ocupó el recinto para defender su Constitución. Fue una fiesta cívica. El clima distendido y fraterno que el obispo y presidente de la Convención, Joaquín Piña, le impuso al debate dejó a años luz la tensión y la violencia que tiñeron el tramo final de la campaña. A los perdedores no les quedó otra que acatar la voluntad del pueblo.