El impulso desde una historia difícil

Domingo 31 de agosto de 2014
Monchi Meza. | “Trato de contagiar a la gente en la búsqueda de superarse”. | Foto: Julio César Vázquez
Ramón “Monchi” Meza es una persona casi inhallable. O al menos, difícil de encontrarlo en un lugar tranquilo para conversar. Sus muchos quehaceres: la agencia de autos, el próximo encuentro juvenil de su iglesia, los preparativos del programa semanal de radio, los planes para cumplir su próximo sueño, la familia, los amigos…
Su ONG en formación, "Recuperando sueños", lo moviliza: “Siempre la peleé, luché y entendí que ese es el camino, y sentía la obligación de ofrecerle algo a la comunidad”.
Junto a su familia y colaboradores organizó en los últimos cuatro años varios eventos solidarios multitudinarios. En el barrio Ortas celebró el Día del Niño con chocolatadas, facturas y sorteos. El Día de la Madre, con entrega de sábanas, licuadoras y prendas de vestir. Además, en un esfuerzo conjunto de su agencia y Autoservicio Santa Teresita, organizó festivales para chicos.
Pero no todo termina ahí. Meza periódicamente organiza rondas de reflexión con su equipo: “Evaluamos el trabajo de campo, comentamos y tomamos nota de las inquietudes, búsquedas, propuestas y soluciones”. Sabe que no es fácil este trabajo comunitario: “Tengo un montón de anécdotas y de resultados. En compensación, no te verás apretado jamás, Dios aprieta pero no ahorca. Si das, podés estar tranquilo, nunca te puede ir mal”.
Su historia lo motivó a preocuparse por los demás. “Mi voluntad de ayudar -relata- nació en momentos personales de mucha necesidad. Yo me encontraba muy mal económicamente. Nacido en Dos de Mayo, vine a Aristóbulo con 14 años”.
“Soy un sobreviviente; cuando tenía 1 año y 8 meses tuve una enfermedad que en aquel momento era desconocida, me colocaron 28 inyecciones diarias durante seis meses. El doctor Hugo Benmaor, un médico renombrado, hizo el milagro. Tenía apenas 10 años, me llamaron de larga distancia para informarme el nombre de la enfermedad y que de 100 casos sólo uno se salvaba. Y yo me considero un salvado”, sostiene.
Pero la vida le traería más dificultades: “En aquella primera elección que ganó Alfonsín, yo vendí 240 picolés y desde ahí nunca más abandoné la calle. Vendí refrescos, medialunas, diarios… Y cuando tenía 13 años, a mi papá que era policía le dio un derrame, con mamá embarazada, un hermanito de meses en los brazos y dos hermanitos menores. Tuvieron que ir a Posadas para el tratamiento y quedé solo al frente de casa. Regresaron a los tres meses;papá quedó sin sueldo seis meses. Yo paré la olla ayudando a mamá con tareas en la calle, aprendí a marcar animales en la colonia”.
Monchi Meza se capacita leyendo y también asistiendo desde hace diez años consecutivos al Congreso Internacional de Misiones, en Camboriú: “Trato de contagiar a la gente en la necesaria búsqueda de superarse, de concretar los sueños, que cada cual crea y se sienta capaz de llegar, no postergar nada. Lo que se busca lograr siempre es posible”.

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