El recuerdo del ataque a Santo Tomé vive aún en la memoria de los vecinos

Domingo 8 de febrero de 2015
Marta Argilaga (84) tenía tres años cuando se produjo la invasión de tropas. Junto a otros niños debió refugiarse, en medio de los tiroteos, en un sótano ubicado en la cocina de la vivienda.
La repetición de la historia contada por sus abuelos le permitió relatar detalles del accionar de aquellos invasores. “En la localidad no se aborda el tema, como tampoco tiene una fecha conmemorativa”, dijo en referencia al levantamiento ocurrido en Paso de los Libres, Santo Tomé y Monte Caseros.
La familia de Marta tuvo un papel importante para apaciguar a los invasores. “Quien hizo la recolección de dinero y joyas fue mi abuelo Edelmiro Argilaga y su hermano Constantino Brum”.
Indicó que debieron salir a conseguir fondos para los brasileños, para poder evitar que siguieran robando y atacando a la población, en especial a las mujeres.
Esta vecina atendió a El Territorio en el Museo Regional que lleva el nombre de su padre, Pablo Argilaga, fundado en 1963, en el cual se conservan numerosos objetos de la época de las Misiones Jesuíticas.
“El pueblo estuvo muy disgustado con las actitudes que tuvo Vargas”, acotó. También sostuvo que de este suceso histórico poco se habla, “porque en la localidad aún existen muchos lazos de familias que participaron” de uno o del otro lado de los acontecimientos.

Rastros de combates
Filomena Delia Alves conocida como Toto (67), cuyos padres vivieron aquel hecho, recordó otro episodio. Su padre, Juan Alvez trabajaba en el correo y en plena calle fue herido en el brazo y en la nariz.
Ella muestra aún los rastros de la balacera en una de las tantas viviendas de vecinos que soportaron los disparos. También las balas impactaron en la estatua de San Martín ubicada en la plaza.

Conocer la historia
El intendente Víctor Giraud y el secretario de Gobierno, Mariano Garay, consideran importante conocer esta parte de la historia de la ciudad.
Además el jefe comunal sostuvo la importancia de tener presente aquella indemnización prometida que nunca llegó a los santotomeños.
“Nosotros no tenemos noticia, ni hay nada escrito que la indemnización haya llegado a Santo Tomé”, dijo Garay, quien viene rescatando esta historia.

El tesorero escondido
Garay recordó también que Benjamín Vargas “quería tomar Santo Tomé por venganza a la muerte del sobrino del presidente y ante la promesa de dinero prometido por los radicales, por este servicio militar. Eran, por entonces, 120.000 pesos existentes en el Banco Nación”.
Añadió que al ser invadido Santo Tomé “no pudieron hacerse del dinero del banco, porque el tesorero Pedro Miño se escondió de los invasores para no entregarles las llaves de la caja fuerte”.
Se cuenta que fue la esposa de Miño, Luisa Lusuriaga, quien se mantuvo firme para que no se hiciera entrega de las llaves a los brasileños y de esta manera impidió el saqueo al Banco Nación.
Respecto de la forma en que Miño eludió a los invasores, se tejen diversas hipótesis, según recordó Antonio Francisco da Silva (70), docente jubilado y recopilador de historias.
Añadió que al tomar la comisaría fueron designados las nuevas autoridades (comisario, subcomisario, entre otros) y después fueron hasta el Banco Nación, “en busca del dinero para pagar a los brasileños por la colaboración armada”. Allí se entrevistaron con el gerente Dalmiro Bolnazora, el contador Juan Carlos Raffo y el tesorero Pedro Miño.
Los invasores primero fueron al banco “como vecino” y para “hablar en buenos términos”, luego volvieron dispuestos a todo. Consiguieron que Bolnazora y Raffo entregaran la llave de la caja fuerte, pero no así Miño, que se escondió de los agresores.
El verdadero refugio de Miño queda en la nebulosa al existir varias versiones; una indica que se refugió en una chacra cercana, otra en un sótano y hasta se dice que subió a un tanque de agua. Lo cierto es que los invasores no lo pudieron ubicar y en consecuencia, tampoco pudieron abrir la caja fuerte.
Dispuestos a hacerse del tesoro a como diera lugar, exigieron a unos mecánicos llevar sus equipos de soldadura para perforar la caja fuerte que tenía guardado dinero de los ganaderos y madereros.
Los mecánicos, como otra muestra de resistencia silenciosa y a pesar de estar encañonados, resolvieron poner un pico soldador, antes que un pico cortador en el soplete. Impacientes y apurados, al no poder abrir la caja fuerte, resolvieron proceder al saqueo de la población.
“Como consecuencia los militares e integrantes de las tropas brasileñas comenzaron a saquear los negocios. Y este saqueo estaba direccionado a los grandes negocios pertenecientes a los opositores”, acotó el secretario de Gobierno.
Juntaron alrededor de 1.500 pesos de la época, pero también se llevaron cientos de joyas y los más diversos bienes.
Da Silva tiene escrito en un apunte que también saquearon “el correo y el telégrafo, llevaron una lancha de Prefectura y la de un vecino, y tres automóviles, que cruzaron al Brasil cada uno sobre dos canoas”.
La toma duró un día. A la madrugada del día siguiente se retiraron, cuando tomaron conocimiento que el gobierno de facto estaba enterado de la situación y dispuso sobrevolar la localidad con pequeños aviones.
En el apuro, los brasileños dejaron algunos elementos y armamentos en el camino, los cuales sirvieron como pruebas para hacer las imputaciones de la participación de que el Regimiento comandado por Benjamín Vargas estuvo en Santo Tomé.

Referentes
Respecto de los referentes locales, según indicó el secretario de Gobierno, Mariano Garay, figuraban entre otros, “los Lavalle y los Centeno, fueron los radicales de peso en esos momentos.
El radicalismo era revolucionario por aquella época y en Santo Tomé, lo teníamos a Ángel Blanco, que era un referente del radicalismo nacional”.


Tire o chapéu Marta Argilaga recordó una anécdota ocurrida en medio de la invasión. Mencionó que Hernando Duran, quien por entonces tenía un periódico en la localidad, se encontraba en un acto patriótico y había un brasileño que, cuando comenzó el Himno Nacional argentino, no se sacó el sombrero.
Duran le dijo que debía sacarse porque era una falta de respeto que estuviera cantando con el sombrero puesto.
Cuando se produjo la invasión, se encontró el brasileño con Duran y recordó aquel hecho. Entonces apuntándole con el arma lo amenazaba a Duran y le exigía que repitiera la acción: “tire o chapéu” y “manter chapéu” (sáquese el sombrero, mantenga el sombrero).


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