Santo Tomé nunca recibió un peso

Domingo 8 de febrero de 2015
Getúlio. | Acordó una indemnización. | Foto: Gentileza
En mayo de 1935, en su visita de una semana a Buenos Aires, el presidente brasileño, Getúlio Vargas acordó en forma secreta con Argentina – aún presidida por el presidente Justo – un pago de 130 Contos do Reis en concepto de indemnización (aproximadamente unos 36.400.000 de pesos de 2015) por los actos de pillaje capitaneados por Gregorio Fortunato a la ciudad correntina de Santo Tomé.
Esta deuda histórica, después de 82 años, nunca fue cancelada, como bien sostienen los actuales funcionarios.
Durante la invasión, la primera medida fue ordenar la libertad de los presos comunes detenidos en la comisaría, que una vez en libertad gritaban “viva los brasileños” y se incorporaban a las filas rebeldes.
Del medio millar de invasores, escasos 50 eran argentinos, los demás eran brasileños reclutados en estancias gaúchas, más preocupados por el botín prometido que por la restauración de un gobierno de la Unión Cívica Radical.
Después de destruir la comisaría, la invasión se dirigió a la toma de las oficinas del Correo, la Central Telefónica y la estación ferroviaria, a fin de aislar a Santo Tomé del resto del país.
La caja de caudales de la sucursal del Banco Nación era un objetivo prioritario, pues tomándola podrían pagar a los mercenarios brasileños empeñados en la acción.
Pero, el tesorero - poseedor de una de las tres llaves- huyó del escenario y no fue posible encontrarlo (Ver: Más información en página 8).

Impuesto de guerra
Tampoco dos cerrajeros obligados a colaborar pudieron con la caja.
El coronel rebelde Domingo Aguirre ordenó al contador del banco que saliese puerta por puerta y en toda la ciudad, a recaudar “donaciones” para financiar a los revolucionarios. Tal colecta compulsiva fue muy exitosa, debido a la ola de terror que se adueñó de la población santotomeña.
Fue el primer impuesto de guerra percibido por los revolucionarios. Empero, no satisfechos, las fuerzas brasileñas se dieron al saqueo de casas y comercios en procura de cualquier cosa de valor.
Las estanterías de almacenes, tiendas, bares y mercerías quedaron vacías.
De las casas de familias fueron tomados anillos, joyas, relojes, todo lo que tenía valor les fue quitado a sus dueños.
A media tarde se podía ver en las veredas montañas de bolsas con provisiones, muebles, máquinas de coser, cajas con porcelanas y platería, fardos de ropas, colchones, cortinas y sábanas.Todo para ser llevado a la costa y ser embarcado a Sao Borja.


La protesta de la Cancillería La Cancillería argentina presentó una enérgica protesta por la intervención de fuerzas del Regimiento 14° en la invasión a territorio argentino.
El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Félix de Barros Cavalcanti de Lacerda puso de manifiesto el oficio diplomático del Palacio de Itamaraty, eludiendo las implicaciones del episodio.
Pero, finalmente todo quedó en un pedido de tibias disculpas, con la excusa de que “algunos brasileños, sin función oficial y en número limitado, se dejaron envolver por el espíritu aventurero de algunos argentinos para atacar una ciudad de su propia patria”.


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