Randori o contra la desigualdad

Domingo 30 de noviembre de 2014
Raúl Paredes nació hace 49 años en Oberá, se crió en el seno de una familia de clase media alta y siempre vivió en la zona céntrica de la ciudad.
Durante su juventud conoció su amor por el deporte, más precisamente por el judo. En esa etapa de su vida Raúl no estaba al tanto de lo que pasaba en las afueras de la ciudad, en ese sector en el cual se ubican los barrios más humildes y en el que habitan las familias con mayores necesidades. Hasta que un día, gracias a su profesión de preceptor en una escuela, descubrió ese mundo y se enamoró.
Paradójicamente, el ‘chico del centro’ se sintió a gusto en ese contexto de pobreza y, además, le encontró un sentido a la vida.
Se dio cuenta de que en esos lugares necesitaban ayuda y decidió aportar su granito de arena. Y la herramienta que utilizó para ayudar fue el judo comunitario.
Una tarea que viene realizando hace 25 años en los barrios más pobres de Oberá. Su objetivo es “igualar” y “darle una oportunidad” a los chicos de esos lugares.
“Empecé a trabajar como preceptor cuando se creó el BOP 10 en el barrio 100 Hectáreas y me enamoré del lugar, de los chicos, de la necesidad que ellos tenían de algo diferente. En los barrios se arman ‘microsociedades’ y los chicos no salen de ahí. No conocen otra realidad más que esa. Para los de los barrios más humildes es un tabú ir al centro y para los del centro es lo mismo pero a la inversa", comenzó.
Y continuó diciendo que "es por eso que vi la necesidad de integrar las dos realidades, de un lado y del otro. Entonces creé mi escuela de judo comunitario. Al principio tuve muchas adversidades desde todos los sectores, hasta del judo mismo, porque me criticaban el hecho de ir a enseñar a los ‘negritos pobres’ una disciplina que después la podían utilizar para salir a robar o delinquir. Pero hoy en día quedó demostrado que no es así".
"Con el judo o con cualquier disciplina deportiva se puede integrar a los chicos e igualarlos. Nosotros tenemos una matrícula de 100 chicos de distintas clases sociales que hacen judo en Oberá”, contó con orgullo el sensei de varios de los judocas que trajeron medallas para Misiones en los últimos Juegos Nacionales Evita.
Lo que Paredes hace con los chicos es un verdadero trabajo de hormiga. Cada fin de semana recorre junto a un equipo de profesionales los barrios más carenciados para brindarles a los niños esa “oportunidad” que tanto necesitan para poder ampliar sus horizontes.
"Hay gente que trabaja por los ancianos, hay gente que trabaja por los enfermos; yo tengo una pasión por los niños y los adolescentes. Creo que tienen que tener una oportunidad diferente. La idea es que todos los niños tengan la misma oportunidad", ponderó.
"Gracias al judo muchos chicos que vienen de familias muy humildes pudieron tener acceso y conocer lugares que jamás soñaron. Mi gran motor es ver a un chico igual al otro. Con todo esto también le inculcamos el esfuerzo para conseguir las cosas, no les regalamos nada. Nosotros le damos una oportunidad social", destacó.
"Tenemos un proyecto que se llama ‘Randori a las drogas’, que quiere decir luchar contra las drogas. Trabajamos en conjunto con profesionales de la salud con los que los fines de semana vamos por los barrios y los invitamos a los chicos a jugar en el tatami. A cambio le regalamos golosinas. Nuestros chicos son los encargados de monitorear e invitar a sus iguales a que se acerquen a participar".
"En los barrios hay muchos chicos que son víctimas de la droga y quieren salir, pero la sociedad no les da una oportunidad para poder hacerlo. No hay entidades que trabajen seriamente contra las adicciones”, contó y analizó Paredes respecto al trabajo que realizan con el judo como herramienta de inclusión social.
Para terminar, este misionero que se dedicó casi la mitad de su vida a ayudar a los demás, argumentó el porqué de su elección de vida.
“Yo considero que nuestro futuro está en los chicos. La única forma de que tengamos el día de mañana una sociedad con valores, con algún tipo de proyección, es que nosotros apoyemos a nuestros niños hoy. Porque van a ser los políticos de mañana, los médicos de mañana, y si nosotros no los apuntalamos y no les damos valores, estamos perdidos".
"Lo más importante es la familia. Hay que concientizar a los padres de la importancia que tiene el acompañamiento a los hijos. Porque ese niño que nosotros apuntalamos hoy, va a ser un hombre con valores el día de mañana y va a trabajar para una sociedad más justa”, finalizó.

Por Facundo Alzaga
deportes@elterritorio.com.ar


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