La elección de vivir y andar sin ataduras

Domingo 7 de febrero de 2016
Mauricio Álvez en Sydney, una de las ciudades donde trabajó y vivió temporalmente.
Sin dudas una elección de vida. Nada de ataduras ni rutina. Esa es la consigna de quienes prefieren la aventura y la versatilidad de viajar constantemente. Precisamente el monótono trabajo de oficina en un estudio contable hizo que Mauricio Álvez se diera cuenta de que no quería eso para su vida y se decidiera a ser un trotamundo.
“Cada día me veo más joven”, dice Mauricio y a la vez que denota en su voz ese espíritu jovial e inquieto, derriba estereotipos de que a los 28 años debería tener una casa, una pareja estable o inclusive hijos en vez de rotar de ciudad en ciudad.
“Siempre quise viajar, recorrer el mundo”, agregó y contó que está ideando la manera para que ese modelo se mantenga como estilo de vida.
A pesar de ser contador público, trabajó en construcción, en la cosecha de kiwi y hasta en un parque de diversiones del otro lado del océano. “Al principio sólo quería viajar, ahora estoy buscando la manera de poder generar un ingreso fijo para mantenerme viajando”, explicó. “Alguna manera de autofinanciarme para viajar o tener un trabajo que me exija eso, recorrer distintos puntos”, adujo.
La travesía de vida de este emigrante arrancó cuando en agosto de 2014 le recomendaron irse a trabajar por una temporada a Nueva Zelanda. Tras un año allí, viajó hasta Australia, donde también encontró empleos temporales y además aprovechó las vacaciones para recorrer el sudeste asiático: Tailandia e Indonesia. Tras un año y medio volvió a la tierra colorada para las fiestas pero sin perder el rumbo: ya tiene todo organizado, con requisitos de visa laboral incluidos como para volver a Australia, que no sólo se destaca por sus paisajes increíbles sino que debido a sus índices de seguridad y bienestar ha sido catalogado como el segundo mejor país del mundo para vivir, según la ONU.

Vivir el constante cambio
Pero aunque destaca esas virtudes, Mauricio no se quiere establecer en Australia, sino seguir recorriendo el mundo.
“Nada te detiene en un lugar. nada te ata ni te impide irte”, reflexionó. “Cuando tenés el estilo de viajero, vas recorriendo distintos lugares siempre. Al estar viajando te encontrás con millones de posibilidades y además sabés que si no estás bien con algo, te vas y cambia todo totalmente".
En esa línea, relató que no todo es color de rosa. "También pasás melancolía, no todo momento es feliz porque uno es el mismo. Pero sabés que es pasajero, sabés que agarrás las cosas, te vas a otra ciudad, cambiás de ambiente y cambiás el humor. A mi me pasó en Nueva Zelanda que hacía frío, estaba triste, entonces fui a Australia y enseguida cambió el ambiente: sol, playa, amigos".
Asimismo destacó que si bien muchos entienden esa manera de vivir, los más conservadores la critican.
“Me pasa que me dicen que ya no tengo edad para andar de aquí para allá, que me tengo que 'asentar' y otros que 'acá también hay oportunidades’ pero eso está en cada uno", argumenta."Para mí quedarme en un lugar es privarme de conocer otras culturas, otros estilos de vida. Cuando salís te das cuenta de que hay muchas maneras de ver el mundo, que pueden diferir muchísimo una de otra, incluso de la tuya”, remarcó. "Hay mucha gente que está enfrascada en un sólo punto de vista y pareciera que el punto de vista domina a la persona y no al revés", sumó.
A pesar de que sigue habiendo estereotipos arraigados, miles de jóvenes deciden, al igual que Mauricio, ignorarlos y agarrar la mochila.
"El paradigma de la estabilidad de la casa, etcétera, está cambiando. Es una suma de todo: de la facilidad de comunicarse con internet, ver las posibilidades de vuelos, de trabajo y demás de antemano y que la rutina agobia. los jóvenes van contagiando la idea de vivir viajando" resaltó Álvez.
"Y crece exponencialmente, yo por ejemplo lo veo en que cada año incrementa la cantidad de visas que se solicitan. Se hace una ola cada vez más grande. Lo veo tanto con conocidos como con desconocidos en las redes", concluyó.


Opinión
Dr. Roberto Carlos Abinzano
Profesor emérito de la Unam
Conoce el mundo y conocerás tu aldea La vida es un viaje a través del tiempo. Pero es un viaje que puede realizarse sin salir de un lugar preciso, porque es un viaje en el tiempo. Millones de personas viven sus vidas sin salir de su territorio o su país. En un texto antiquísimo, Lao Tse hablaba de personas que vivían en una frontera, escuchaban el canto de los gallos del otro lado y el ladrido de los perros y nunca se les ocurría cruzar la línea.
Sin embargo, si observamos un mapa de los orígenes de nuestra especie (homo sapiens) en África y luego lo comparamos con un planisferio actual, no podemos menos que admirar que todo el planeta, hasta en sus zonas más inhóspitas, haya sido poblado por sociedades muy diferentes provenientes, luego de varios milenios de una única diáspora. Hombres y mujeres que, no solo se trasladaron ocupando inmensos espacios, sino que pudieron adaptarse y sobrevivir en los desiertos mas desolados, las junglas impenetrables, las islas perdidas en las inmensidades oceánicas, o las montañas más elevadas. Estos movimientos ininterrumpidos y permanentes, no solo obedecían a necesidades vitales sino a factores ideológicos, religiosos, políticos, climáticos, etc. Podría decirse que la historia de la humanidad es la historia de sus viajes. Obviamente, también es la historia de sus arraigos y su sedentarismo. En mi infancia, la fascinación de un mundo más allá de los escenarios familiares y cotidianos nos llegaba por medio de los libros y las historietas. También el cine ocupó ese lugar mostrándonos los lugares más exóticos de manera siempre ficcional y muchas veces sólo con artificios y decorados más cercanos a la fantasía de los productores que a la realidad. Los primeros viajes verdaderos eran en las vacaciones a los lugares turísticos o visitas a parientes del interior del país.
Es muy difícil explicar en cada caso cuáles son los motivos que nos llevan a viajar. Los impulsos para un viaje son múltiples y cada cual le otorga un sentido según su experiencia. En los años 60 muchos jóvenes descubrimos el viajar “a dedo” y nuestros destinos eran la Argentina y los países vecinos y, a veces, también un poco más lejos. No eran viajes turísticos. Eran la respuesta al deseo de conocer una realidad que no estaba en ninguna narrativa por buena que fuera. Eran también un cierto desafío. Con escasísimos recursos y padeciendo las mayores incomodidades íbamos a Machu Picchu o a Ushuaia; a Río de Janeiro o a la Patagonia; a Potosí o a Asunción, etcétera, etcétera. Pero todos esos viajes carecían de un sistema o un orden y, sin embargo, fueron una escuela de riquísimas vivencias y experiencias, además de ser terriblemente divertidos. Debieron pasar muchos años hasta contar con los recursos que me permitieron “saltar el charco” y llegar a Europa. Desde entonces el viajar fue uno de mis sueños más obstinados y pude conocer lugares que en aquella lejana infancia, solo eran una quimera inalcanzable.
En la actualidad la juventud que esté decidida a realizar algunos sacrificios puede aspirar a recorrer buena parte del mundo. En todos lados existen instituciones, organizaciones, cadenas de relaciones, contraprestaciones de alojamiento, etc. que permiten sobrevivir disfrutando. Los viajes son grandes e insustituibles aprendizajes. Uno puede leer veinte libros sobre Egipto, pero cuando está al lado de las pirámides y toca los bloques de piedra y penetra en su interior, recién toma conciencia de la magnitud de esa obra. Uno puede imaginar cómo es un mercado árabe pero si camina por las calles de Fez en Marruecos comprende toda la densidad de una forma de vida. Y así podría incluir cientos de ejemplos. Yo le recomendaría a las nuevas generaciones que busquen la manera de conocer un poco del mundo; que se empapen de otras costumbres y otras ideas, que descubran, detrás de toda la diversidad, al hombre-UNO. Una vieja paremia dice “pinta tu aldea y pintarás el mundo”, pero recíprocamente puede decirse: conoce al mundo y así conocerás tu aldea. Un proyecto de vida de realizaciones profesionales, laborales, familiares o lo que sea, no puede excluir la posibilidad de levantar vuelo. Y finalizo con esta poesía que escribí hace unos años: “Sólo hay un mar y un solo litoral; pero infinitos puertos para partir o regresar”


Por Agustina Rella
sociedad@elterritorio.com.ar

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