Dos años de aprendizajes por los caminos de Sudamérica

Domingo 7 de febrero de 2016
Aimé y Jhonatan se conocieron en 2010 y decidieron viajar juntos.
Aimé Schwieters nació en Posadas y desde pequeña, junto a su familia, tenían la sana costumbre de viajar. Cada verano vivían una nueva aventura hacia algún lugar de Argentina. Siendo joven, estudió en Buenos Aires, en el Instituto Universitario Nacional de Arte (Iuna) y se graduó de licenciada en Composición Coreográfica. Gracias a la danza, pudo viajar a través de becas y festivales en el interior y exterior del país. En junio de 2010 en Estados Unidos, conoció a Jonathan Thompson, un joven estadounidense, músico, licenciado en literatura y viajero empedernido.
Juntos emprendieron una travesía que abarcó el centro y noroeste de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, financiado por pequeños recitales callejeros de música folclórica. Tras casi dos años de andanzas mochileras, Aimé quedó embarazada y la pareja decidió volver a Posadas. Sin embargo, el nomadismo ya forma parte de sus vidas, y pronto, seguirán viajando.
Tras el aprendizaje adquirido en el camino, la pareja logró construir una filosofía viajera que marcó sus ideas sobre el significado de la existencia, la solidaridad y la comprensión. A pedido de El Territorio, Aimé comparte con los lectores algunas palabras acerca del concepto y la experiencia de andar por el mundo:
“Viajar, para mí, es destrabar, soltar, despojarte, desapegarte y soñar. Y de la manera que elegimos hacerlo nosotros, es también vivir el presente día a día, sin planificaciones, más que algunas tentativas y que es más que probable que siempre estén cambiando. Y creo que es precisamente ésta una de las razones que hacen que siga eligiendo moverme, movernos. Dejar el pasado atrás, aunque sabiendo que es nuestro germen y lo que nos va brindando la experiencia y sabiduría e intentar no ansiar el futuro porque siempre puede modificarse. Estar en el aquí y ahora, muy presentes".
"Hoy creo que elegiré mutar de sitios durante gran parte de lo que me resta de vida. Estar transitando es ir transmutando e incorporando perspectivas acerca de nosotros como seres, como ciudadanos, como partes de este engranaje que construye a la sociedad e ir decantando tanta información adentro para luego intercambiarla con el afuera".
"El disfrute está latente en cada paso y el poder seguir aprendiendo del intercambio con el/los otros, ese dar y recibir, esos corazones afectuosos y llenos de sonrisas que se te cruzan y hacen que la confianza nazca luego de un segundo de haberlo conocido... Eso no lo cambio por nada. Viajando empezás a formar parte de otras familias, las viajeras, las que entienden que la vida es otra cosa mucho más allá del tener. Es por esto que creo que invertir en viajar es dejar que el alma crezca y se desborde. Es permitir que como seres nos entreguemos a la evolución para encontrarnos en algún lugar con el amor. El que somos y nos hace, pero del que uno se olvida tan fácilmente a veces. Y quizás me pongo romántica, pero hoy con un bebé en la panza a punto de nacer a este mundo, yo intenciono mi día a día para que el compartir con él sea desde este lugar y no otro; con la confianza fuerte puesta en esta elección, la del amor".
"Entonces, los viajes seguirán, para que el recorrer tanto espacio de este mundo me lleve también a viajar por dentro mío, y no desde una actitud egocéntrica sino entendiendo que hay algo fundamental en hacer consciente el ser y estar, para poder seguir siendo y estando con los otros en la construcción de un mundo que emerja nuevo y mejor”.

Por Ana Espinoza
sociedad@elterritorio.com.ar


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