Barajar y dar de nuevo

Domingo 28 de junio de 2015
Dejaron sudor y lágrimas. Fueron felices en sus años gloriosos pero un día las prioridades cambiaron. Hoy la generación dorada de nadadores que tuvo la pileta con Marión Báez Breard (26), Gonzalo Acuña (28), Lisandro Monzón (24) y Luciano Fernández (23) lleva su brillo a la parte profesional en las carreras y estudios que desarrollan.
“En las planillas siempre completaba como profesión: deportista. Ahora tengo sentimientos muy encontrados, cualquier lado te hace acordar a tu vida de nadador, una sensación, un entrenamiento y en mi cabeza estoy intentado sacar mi vida de deportista de alto rendimiento”, fueron las palabras del Torpedo Acuña (28) allá por noviembre de 2011 cuando dejó la actividad y resume el sentimiento de dejar de ‘ser’ y de hacer lo que hiciste toda tu vida.
En la actualidad Gonzalo es contador público, se aboca a su nueva vida y encontró una nueva manera de reemplazar la adrenalina de la alta competencia; disfruta del kitesurf, disciplina que le permite seguir en contacto con el agua aunque ya sin la presión de hacer marcas para seguir en carrera.
La palabra ‘mochila’ resuena en cada charla con un ex deportista. La presión por hacer las cosas bien y seguir avanzando para ser el mejor es tan alta, que después de dejar el alto rendimiento hay un proceso de adaptación para esa nueva y desconocida vida que comienza.
“Hace seis años dejé la natación, me llevaba mucho tiempo y mi familia, que entendí quería lo mejor para mí, me daba pocas opciones: primero estudiá y si podés entrenar, mejor... y no podía con todo. Me fui a La Plata estudié cuatro años arquitectura pero me di cuenta que no era lo mío y volví a Posadas”, recuerda Marión.
Esa mujer que abrió el camino de la natación misionera en pileta, con medallas, trofeos y con años de selección de pronto se vio que no quería llegar a la meta con la arquitectura y fue el cloro cotidiano que despierta los sentidos de los nadadores, al estar cerca de la pileta, el que seguía seduciendo para volver de alguna forma.
“Ahora camino mi tercer año del profesorado de Educación Física en el Montoya y trabajo con los chicos en la pileta del Capri y soy muy feliz”, resaltó Marión, que encontró cómo volver a su gran amor pero parada en el borde de la pileta y volcando su experiencia a una nueva camada de nadadores en la que se ve reflejada por esas ilusiones gigantes que atraviesan los niños y adolescentes.
“Fue muy duro reorganizar mi vida, pero encontré la manera y hoy disfruto mucho de las cosas que antes no podía. De pasar tiempo con mi familia, con mis amigos y no me exijo más de tener que ganar en todo”, señaló.
Y luego, agregó que le costó pero entendió que “ya no estoy compitiendo, pero tuve que cambiar el ‘chip’ porque me iba al gimnasio y quería ser la mejor, me iba a crossfitt y tenía que ser la mejor pero ahora entendí que ya está, que no tengo que competir contra nadie”.
“No me saqué el traje de nadador”
Una de las características de Lisandro Monzón como nadador siempre fue la disciplina, esencia que lo llevó a ser reconocido a nivel nacional y sudamericano pero en julio de 2012 su objetivo no se cumplió; el clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Londres quedó trunco y el golpe fue muy duro, incluso para alguien tan incansable como él. “No se cerró como esperaba ese ciclo olímpico que era estar en Londres; el desgaste había sido muy grande y me hizo replantear mi vida”, explicó Lisandro.
Ese replanteo llevó al posadeño a buscar nuevos desafíos, pero ya sin brazadas de por medio, y desde el 2013 se encuentra en La Plata cursando la Licenciatura de Comunicación Social.
De este grupo exitoso de nadadores que surgió del Capri, a Lisandro es al que más se lo siente dubitativo sobre volver a sentir la adrenalina de la competencia.
“Trato de ser crítico de lo que hice, sobre lo que me dio la natación y sacar lo bueno de eso. Hoy vivo el día a día, no sé si voy a volver a Posadas, tampoco sé si volveré a nadar porque no estoy dispuesto a ponerme de nuevo la mochila", reflexionó Lisandro.
Por otra parte, dice estar “entretenido con mi carrera, aunque extraño competir, pero es tanta la dedicación que hay que tener para entrar en la alta competencia que hoy, este día, no estaría dispuesto a volver; pero creo que es porque me quedó el trauma del agua fría".
"Pasamos tantas cosas en los entrenamientos, de quedarnos sin pileta y tener que ir a otras, nadar en agua helada, que me hace pensar mucho a la hora de tomar decisiones”, agregó.
Con sus 24 años, aún los cálculos de un ciclo olímpico están a la hora del día y Lisandro siente esos “chispazos” por quemar esos últimos cartuchos. “No me saqué del todo el traje del nadador, cuando puedo voy a las fechas de los Regionales con los chicos del Capri y me gusta volver a sentir el agua, pero no sé si podré regresar”, expresó.

Sigue imparable
La vida de Luciano Fernández es tan acelerada como eran sus brazadas en el agua. Apasionado en todo lo que encara con sus 23 años el chico que supo ser un gran velocista hoy ya es licenciado en Educación Física, cursa su primer año de Medicina, en Buenos Aires, y se entusiasma con un nuevo emprendimiento en Posadas con su flamante Centro de Capacitación Orientado a la Investigación y el Alto Rendimiento (Cciar).
"Ahora mi tiempo y mis ganas están abocadas a esta nueva etapa. Quiero llevar capacitación al deporte misionero y dar mi granito de arena”, señaló Luciano, que tuvo una carrera meteórica y que, al igual que sus pares, recorrió distintas piletas de país en busca de su mayor rendimiento, sufriendo ese desarraigo que hoy lo hizo fuerte.
"Toda esa experiencia me hizo crecer y tal vez cuando termine todo lo que quiero hacer en cuanto a lo profesional, volvería a nadar; nada está dicho", sentenció.

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