“Uno no se puede proyectar al futuro si no sabe de dónde viene”

Domingo 1 de febrero de 2015
Trabajando. | Estela y Andrés, en el laboratorio del museo Nadasdy. | Foto: Natalia Guerrero
Además de compartir la pasión por la restauración, Estela Garma (40) y Andrés Sansoni (48) son compañeros de vida. En el laboratorio del museo Nadasdy, la bonaerense y el mendocino hablaron con El Territorio sobre su profesión y por qué eligieron Corpus para vivir y trabajar.
Ambos son licenciados en restauración y museología (Andrés además es profesor de filosofía). Actualmente, cursan la maestría en Cultura Guaraní Jesuita en la Universidad Nacional de Misiones.
Sobre la elección de la profesión, la pareja coincidió: “Estamos convencidos de que el tema patrimonial va mucho más allá de la conservación material del objeto, es también el valor histórico que hay en eso. Todo lo que es patrimonio cultural es de alguna manera una conexión con el pasado. Y me parece que no dimensionamos eso. Uno va tomando conciencia que es parte de eso, que somos parte de ese todo”.
En este sentido, Andrés agregó: “Conectarte con la historia es darte cuenta que todo es una cosa, una historia, un pueblo, una humanidad que avanza. La identidad del pueblo y la pertenencia son muy importantes. Uno no se puede proyectar al futuro si no sabe de dónde viene y si no sabe quién estuvo acá antes”.

La carrera nómade
Andrés y Estela se conocieron en Mar del Plata durante unas vacaciones en enero de 1996. Ese mismo año, la pareja viajó a Quito, capital de Ecuador, para cursar la licenciatura en museología y restauración en una universidad privada, ya que en Argentina la carrera todavía no existía. Allí también trabajaron en distintos espacios. En ese proceso, nació su primera hija, que hoy tiene 18 años.
Luego recorrieron los rincones de Bolivia y Perú, donde también ganaron experiencia trabajando en diversos lugares. En el 2002 se graduaron y volvieron al país. Se instalaron en Mendoza y allí también pasaron por instituciones privadas y públicas. Hace tres años, eligieron Misiones para vivir y decidieron quedarse en Corpus junto a su otro hijo, de ocho años.
“Allá dejamos todo, vendimos todo y por suerte acá nos dieron la posibilidad de trabajar. Nos recibieron muy bien. Era lo que esperábamos y mucho más”, contaron.
Antes de instalarse, Andrés recorrió diez de los once pueblos guaraníes jesuitas y conoció por primera vez Corpus: “Vimos que acá hay todo por hacer”.
Así, la familia pasó de vivir en la capital mendocina a la parsimonia de un pueblo misionero. “Era algo que buscábamos, un cambio en la calidad de vida”.
Y comenzaron a trabajar en el rescate de las reducciones: “El trabajo de concientización para conservar tu patrimonio tenés que abordarlo desde todas las ramas”, agregó Estela, quien se conectó con las escuelas y los vecinos para "mostrarles que lo que ellos tienen vale y que no tienen que irse de su lugar”.
Se trata de un trabajo amplio e interdisciplinario: “Es un proceso, hay que formar gente para que esto continúe. Tiene que durar 100 años, no podes ser egoísta y quedarte con el conocimiento. Hay que publicar, divulgar, enseñar y comunicar”.

En el laboratorio
"La conservación es parar un deterioro. La restauración es cuando intervenís la parte estética", explicó Estela, mientras mostraba, en el laboratorio del museo Nadasdy los pasos de la restauración en una pieza llamada El Cristo de la Paciencia.
Se trata del primer municipio en contar con un laboratorio destinado a la sistematización del material arqueológico. Allí se efectúan las acciones de limpieza química, consolidación, adhesión y protección de las piezas para su muestra patrimonial.
Uno de las piezas que implicó mayor tiempo de trabajo fue la figura de San Ambrosio. Cerca de nueve meses tardó la pareja en restaurarla. En este sentido, Estela aclaró: "La pieza vale más cuando está más original".

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