En la selva misionera, la vivienda de Martin Bormann se mantiene

Domingo 31 de marzo de 2013

Dionisio “Tato” Cardozo de 75 años, cuenta que en su familia, gustaban mucho de la caza. Por eso, en una oportunidad, siendo él aún adolescente lo acompañó a su hermano hasta el interior de la selva. Estaban buscando con unos perros los rastros de un animal, cuando apareció desde la espesura un hombre y les exigió que se retiraran. Les dijo que en ese lugar “estaba prohibido permanecer”.
 Más tarde Cardozo sabría que ese hombre, era la mano derecha de Martin Bormann. Y, que la prohibición corría allí porque se encontraban en inmediaciones a las viviendas construidas en el actual Parque Provincial del Teyú Cuaré, en San Ignacio.
Según recuerda Cardozo en otra ocasión conocería a fondo las dos viviendas que se encontraban ocultas en el monte. “No limpiaban el lugar, porque estaban ocultas las viviendas en el selva”, dijo a El Territorio.

Detalló que una de las viviendas era ocupada por Bormann y la otra, por sus colaboradores. Hasta ahora se observa, en una de las paredes que habría servido de sala, una gran cruz esvástica. Esta casa tiene además otras dos habitaciones y un baño con tina, que era abastecida por agua proveniente de dos pozos profundos, todo un lujo para la época.
Estiman que los dos hogares fueron construidos en la década del '50, con piedras similares a las que se encuentran en las reducciones jesuíticas.
Otro antiguo poblador, Ricardo Cirilo Lezcano brindó a este matutino más detalles, de esta “famosa vivienda de Bormann” como lo recuerdan. Añadió la existencia de dos miradores, donde el lugarteniente de Hitler, acostumbraba a colocar vigías para controlar el movimiento del río.
En esto también coincide el guardaparques Norberto Olivera quien recogió testimonios de antiguos pobladores, allá por 1993. “Tenía unos miradores de piedras”, añadió.
 Las viviendas están ahora ubicadas a unos 50 metros del río (por el avance de las aguas) y a pocos metros, la corredera del osununú y cerca del barco hundido, donde desembarcaban en el lugar. El sitio es estratégico, tanto por el acceso histórico de barcos al lugar, como porque permite avistar desde muchos kilómetros los movimientos en el río Paraná. Además, resultaba de difícil acceso para la época, ingresar por tierra al estar rodeado de la selva misionera.
En la actualidad, el principal camino a la vivienda es pasando por los controles de los guardaparques, quienes oficializaron con un cartel el trillo que conduce a la vivienda de Bormann para encaminar a los visitantes.

En carro
Por aquella época llamaba la atención en el pueblo la aparición del caballo urbano, tipo zaino, con crin y cola casi blanca que tiraba de un carro.
Lezcano asegura que el propio Bormann solía usar el carro para hacer las compras en el pueblo y pagaba con monedas de oro. La presencia de Bormann en el lugar, según aseguran los antiguos pobladores, también atrajo la atención de los buscadores de oro porque supuestamente el criminal nazi, depositó barriles de oro en inmediaciones a su vivienda.
También así, como aseguran que el ladero del Führer habría llegado durante el gobierno de Perón, de la misma manera se habría fugado al Paraguay con la caída del gobierno peronista.
Según el exgendarme Tato Cardozo, Bormann fue ayudado a pasar al Paraguay por Cándido Díaz, quien a su vez le facilitó al nazi otro contacto que finalmente lo llevó en bote hacia el Paraguay. Cuando los efectivos de Gendarmería Nacional llegaron hasta el lugar y derribaron la puerta de la vivienda de Bormann, el jerarca ya habría cruzado al suelo guaraní.

Los misterios de la muerte
“Martin Bormann está vivo y goza de buena salud en Buenos Aires”, se decía en el país en los años ’60. Esto abonaba la idea de que el secretario personal de Hitler, buscó refugio en la Argentina.
Esto a partir de la posibilidad de que Bormann hubiese escapado de Alemania y se fugara a la región. Se habló como probables lugares de residencia o tránsito, tanto a Chile como Argentina, Brasil y Paraguay.
Sostienen que Bormann era tan importante para Hitler que en una oportunidad el Führer gritó: “Para ganar esta guerra, necesito a Bormann”.
Después del presunto suicidio  del máximo jerarca nazi ocurrido el 30 de abril de 1945, Bormann desapareció y dio comienzo a una de las más largas cacerías de nazis de la historia. Primero se dijo que se había fugado con los rusos y se encontraba trabajando para la inteligencia soviética o que se había escondido en un monasterio en Italia.
Mientras tanto, Bormann fue juzgado sin estar presente y condenado a muerte. En 1972, los obreros de una construcción en Berlín encontraron restos de dos esqueletos que mostraban una coloración rojiza, como las tierras que identifican a esta zona entre Misiones o Paraguay. Ello abonaba otro dato de la posible presencia de Bormann.
Luego de especularse con su muerte, por disposición de sus familiares en 1999, se realizaron pruebas de ADN a los restos encontrados en Berlín en 1972, confirmando que eran los de Bormann, poniendo así fin a parte del misterio. Pero aún queda abierta la duda de por qué sus restos poseían los rastros de tierra colorada, como la de Misiones.


Opiniones
“Bormann tenía unos miradores de piedra, desde donde ellos  vigilaban el río”.
Norberto Olivera
Guardaparques

“Bormann solía usar el carro para hacer las compras en el pueblo y pagaba con monedas de oro”.
Ricardo Cirilo Lezcano
Vecino de San Ignacio

“Estábamos cazando con mi hermano y apareció un hombre (que luego supimos era la mano derecha de Bormann) y nos dijo que estaba prohibido permanecer en ese lugar”.
Dionisio “Tato” Cardozo
Vecino de San Ignacio



Documentaciones
Respecto a la documentación para el ingreso de algunos jerarcas nazis a la Argentina, se sostiene que “la mayoría de los casos estudiados, llegaron con papeles de la Cruz Roja, con pasaportes de sus propios países o de otros”. Pero, desde la Ceana no descartan que algunos nazis hayan accedido a documentos argentinos, como se sostiene desde los medios sobre el arribo de Adolf Eichmann y Josef Mengele. Además se sabe que la Dirección de Migraciones durante el gobierno de Perón tenía “asesores informales”, quienes a su vez crearon la Sociedad Argentina para la Recepción de Europeos (Sare).  Esa entidad, reconocida por las autoridades de migraciones y efectivamente, recomendó el otorgamiento de permisos de libre desembarco a personas que tenían necesidad de abandonar Europa o que simplemente deseaban hacerlo, tal como también gestionaron organizaciones eclesiales, étnicas y de otra índole. Debe tenerse presente el proyecto de abrir la inmigración, en el marco del primer Plan Quinquenal que apuntaba a incorporar entre 1947 y 1951 a cuatro millones de inmigrantes. La limitada capacidad de Migraciones, en el puerto de Buenos Aires, también jugaba su papel para distinguir entre migrantes o prófugos, cuando se despachaban hasta mil expedientes por día. Se llegó a resolver 350.000 solicitudes de admisión en un año. Sumado a ello, la política migratoria de la Argentina, por entonces con numerosos vaivenes y desprolijidades. 


El oro sucio de los nazis

POSADAS. El llamado oro nazi traído al país, representa otra de las grandes incógnitas. Como parte del informe de la Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en la Argentina (Ceana), Lord Ralph Dahrendorf escribió a modo de comentarios finales que “el clima político e intelectual de la Argentina en las décadas de 1930 y 1940 se mostró en alguna medida receptivo a las ideas nazis y fascistas. El Presidente Juan Domingo Perón fortaleció esta predisposición favorable”. También admite el ingreso de bienes de valor como obra de arte y oro, provenientes de países nazis y fascistas.
 Ceana en su informe sostiene no haber obtenido “la evidencia que respalde las imputaciones de que las operaciones en oro del Banco Central argentino con su contraparte portuguesa sirvieron para blanquear parte del saqueo nazi en el Río de la Plata o que la Argentina peronista, envió 25 toneladas de lingotes de oro con marcas de fundición nazis al Paraguay a comienzos de la década de 1950”.
Es que en forma previa recordaban, que Mario Rapoport y Andrés Musacchio, al referirse a que Argentina recibió oro nazi y croata, habían documentado que ello ocurrió en los comienzos del Tercer Reich. Ello cuando Alemania se mostró interesada en asegurar futuras compras de productos primarios argentinos, pagaderos en oro. El llamado oro nazi es producto del saqueo a las víctimas, en especial a las comunidades judías.
En esto se incluía desde barras de monedas, anillos, joyas, piezas dentales postizas y otros bienes personales. El mismo informe plantea la presencia de algunos elementos dudosos, en investigación, como la presencia de 40 lingotes de oro realizado en algún momento de 1942 a nombre de la Sociedad Anónima Financiera Uruguaya y Federico Mandl de Montevideo en el Banco Central de la Argentina. Era sospechado de transferir y administrar en el país, parte de las fortunas de algunos jerarcas nazis.
También se cuenta que se habían descargado el oro del Tercer Reich en la costa cercana a Camarones, provincia de Chubut. Habrían traído con el submarino Graf Spee, que surcó las aguas del Río de la Plata. Además hay un film documental titulado “Oro nazi en Argentina”, cuyo guión pertenece a Camarasa, basado en su libro titulado “Odessa al Sur”.
Camarasa explicó a El Territorio que “cuando uno dice oro nazi es una metáfora, los capitales nazis ingresaron a la Argentina en forma de empresas alemanas”.
A su vez, en el libro escrito por la periodista alemana Gaby Weber, se rastrea los pormenores del engranaje que según su investigación, diseñaron los nazis y el Gobierno argentino para ocultar dinero alemán. Detalla el lavado de dinero que se produjo en dos épocas: tanto durante el gobierno peronista, entre 1951 y 1955, y entre 1957 y 1959. Según ese escrito, Perón montó una compleja red de colaboración económica con los nazis. El método era sobrefacturar el valor de las exportaciones alemanas o haciendo facturaciones sobre transacciones inexistentes.

Resguardado
También la banca suiza había admitido que parte de la fortuna nazi estaba en sus bóvedas. Allí dormían, fundidos en lingotes, desde oro de alianza e innumerables pequeños objetos. La realidad comenzó a conocerse mediante la publicación de un libro de 1997, que descubría el papel que jugó Suiza en la guerra. Es “El oro nazi” de Jean Ziegler.
Además mediante una ley de libertad de información de la legislación norteamericana, permitió dar a conocer los secretos del Archivo Nacional de Estados Unidos.
En “Actividades objetables de Suiza en representación de los nazis y del III Reich”, la información aporta numerosas pruebas sobre hechos que sólo habían denunciado algunos historiadores, el Congreso Mundial Judío y por supuesto las propias víctimas del Holocausto.
 Los datos demuestran que fueron varios los países que colaboraron con los propósitos nazis. Tales como Portugal, Turquía, Suecia, Argentina, España y el Estado Vaticano y, que la principal autopista de estos tesoros fue la neutral banca suiza. El oro sustraído a los bancos centrales de los países ocupados, a los judíos perseguidos y a todos los que ingresaban en los campos de concentración, salía rumbo a Suiza donde era almacenado en cuentas bajo nombres y claves falsas.


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