La llegada de los oficiales alemanes a la Argentina

Domingo 31 de marzo de 2013
En el texto titulado “Historia General de las Relaciones Exteriores de la Argentina (1806 -1989)”, una obra dirigida por Carlos Escudé y Andrés Cisneros publicada por el Consejo Argentino de las Relaciones Internacionales (CARI), existe un capítulo entero dedicado a los nazis en Misiones. 
Además de acuerdo a la investigación histórica, “el Tercer Reich destinó parte de sus esfuerzos a cultivar la opinión de políticos, gerentes y profesionales argentinos, consumidores potenciales de la moderna tecnología alemana y medio para acceder a los artículos básicos para la economía alemana, tales como granos, lana y aceites industriales. Era responsabilidad del embajador alemán en la Argentina, Edmund von Thermann, cultivar la buena opinión de los funcionarios del gobierno argentino y de la alta sociedad. Pero a pesar de los esfuerzos de los representantes del Tercer Reich para ganar adeptos en la Argentina, los conversos sobre bases puramente ideológicas fueron relativamente pocos”.
“El exclusivismo racial y el anticlericalismo del nacionalsocialismo alemán limitaban bastante su poder de atracción de los derechistas argentinos. Los pronazis locales eran movidos por una variedad de consideraciones, la mayoría de ellas materiales”.
“Los representantes alemanes del Tercer Reich tenían bastante conciencia de esta limitación y planearon crear, con incentivos materiales, redes con los empresarios, burócratas, policías, militares, y profesionales vinculados a medios de información en la Argentina, que fuesen útiles, o potencialmente funcionales, a los intereses alemanes. Incluso el embajador von Thermann no dudó en invitar a su despacho al cardenal Pacelli, futuro papa Pío XII, cuando asistió al Congreso Eucarístico de 1934, con el evidente fin de recomponer las conflictivas relaciones del Reich alemán con la Santa Sede y contrarrestar la imagen de anticlericalismo del régimen nazi que espantaba a potenciales adeptos entre los católicos de derecha de la elite argentina”, estipula.

Otros métodos
En el texto investigativo se agrega que “la idea de llevar el nazismo organizado a Buenos Aires fue de los marineros mercantes de las líneas Hamburg-Süd y Hapag-Lloyd que salían de Hamburgo. Desde mediados de 1930, los miembros del partido de Hamburgo habían trabajado para crear una oficina en el puerto sudamericano para mantener contacto con los alemanes de ultramar y a la vez obtener fondos para el movimiento nazi. El 7 de abril de 1931 se fundó con 59 miembros el Departamento de Ultramar de la Dirección Nacional del Partido Nazi. Dos meses después, su líder, Rudolf Seyd, condujo a la delegación nazi a las ceremonias anuales que se celebraban en el memorial de guerra del cementerio alemán. Allí se exhibió por primera vez en público la esvástica, que aparecía en la bandera del recién establecido grupo local. Sin embargo, los primeros años del partido fueron turbulentos, caracterizándose por la lucha por el liderazgo. El grupo fue reorganizado en 1933 como la  Región de ultramar, y luego la Organización de ultramar, o AO del Partido Nazi”.
“El partido Nazi argentino, según registros descubiertos en Alemania al final de la guerra, tenía 315 miembros a principios de 1933, y 2.110 a comienzos de 1936”, finaliza.


La “línea de los soplones”
Según un artículo publicado en la Revista Newsweek, versión argentina,  el 31 de enero de 1997, “en 1945 se dieron a los jerarcas nazis documentos argentinos en blanco”. 
Allí se analiza lo denominado por historiadores como la “línea de los soplones”: se trata de la red internacional de partidarios nazis que ayudaron a miles de criminales de guerra alemanes a escapar hacia la América del Sur después de la Segunda Guerra Mundial. Apañados por solidarios clérigos católicos romanos e intermediarios del gobierno, asesinos nazis como Josef Mengele obtuvieron pasaportes de parte de la Cruz Roja o del Vaticano y, desde Italia, se embarcaron con destino a Buenos Aires, donde desaparecieron para vivir cómodamente en el exilio.
La idea de que la Argentina fue la principal nación que protegió a los nazis después de la Segunda Guerra Mundial fue sustentada por las palabras de Pedro Bianchi, un abogado que defendió al excapitán de la SS Erich Priebke en Italia en 1996.
El citado dio sus primeros pasos como diplomático en la Cancillería argentina entre 1946 y 1948. “Fue una operación clandestina dirigida por el Canciller. Pero allí todos sabían lo que pasaba”, adujo. Bianchi sostuvo que 8.000 cédulas de identidad y 2.000 pasaportes argentinos fueron emitidos por la Policía Federal Argentina y enviados por correo diplomático a Viena, desde donde fueron repartidos a los nazis. Los probables motivos de Perón, a juicio de los historiadores, fueron su deseo de contar con investigación tecnológica nazi, cierta afinidad ideológica, y una retribución multimillonaria en dólares.


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