Kemerer donó un crucifijo y nunca se supo su paradero

Domingo 26 de octubre de 2014
Obispo Rojo. | Monseñor Kemerer.
En junio del 2008, en el marco de la primera causa en Misiones por delitos de Lesa Humanidad por delitos imprescriptibles cometidos durante la última dictadura cívico-militar, hubo un nombre que se repitió en casi todos los desgarradores testimonios: el del obispo Jorge Kemerer. Entre otras cosas, un hecho concreto llamó la atención a los presentes: el prelado había donado un crucifijo de oro. Pero no sólo eso, cuando se enteró de que las donaciones marchaban por caminos incorrectos fue a reclamar esa reliquia cultural. Lo cierto es que nunca se supo el paradero.

Obispo rojo
Durante la denominada época de hierro en la tierra colorada, cuando los militares torturaban los cuerpos e intentaban mutilar las almas, monseñor supo llevar consuelo, asistió a los heridos y contuvo en medio del llanto y el dolor.
En la época de la última dictadura militar (1976-1983), los militares lo rebautizaron como “el Obispo Rojo”, porque salió de manera pacífica a enfrentarse a tanta violencia y defendió los derechos humanos, asumiendo una actitud comprometida con los presos políticos y sus familiares. A los uniformados irritaba ver transitar por los pabellones a ese hombre calmo, llevando un poco de paz en medio de las atormentadas almas de presos cuyo fin era incierto.
Era una investidura muy respetaba por lo forma en que luchaba y se jugaba por los presos políticos. El mote de Obispo Rojo le habría sido adjudicado por los miembros de algunas fuerzas armadas que actuaban en Misiones a causa del miedo al comunismo imperante por esos días. El referido juicio por la desaparición del ingeniero químico Alfredo González dejó a la luz la participación de esta personalidad que supo trascender su investidura eclesiástica.
Pero una de las cosas que más llamó la atención de los presentes en el proceso judicial fue una donación que efectuó -en 1982- el prelado por la causa de Malvinas. Se trató de un crucifijo de oro, el cual fue entregado con la finalidad de juntar fondos para mejorar la calidad de vida de los soldados y conscriptos que se debatían con la muerte en las frías islas del Océano Atlántico Sur.

Dos posibilidades
Por un lado, en el libro de las investigadoras María Angélica Amable y Karina Dohmann, titulado Historia del Montoya, publicado por el Centro de Investigaciones Históricas “Guillermo Furlong”, en el 2002, se deja constancia de la referida donación de Kemerer para sostener el conflicto con el Reino Unido de la Gran Bretaña.
En el texto publicado por el Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya señala: “En 1982 el fervor solidario de monseñor Kemerer no estuvo ausente cuando el país estaba en guerra con la Gran Bretaña, apoyando la justicia de la causa argentina y manifestándolo –entre otros actos- mediante la generosa donación de su pectoral, regalo de la feligresía de su diócesis, al denominado Fondo Patriótico Islas Malvinas”.
Según registros del diario El Territorio: “El obispo Jorge Kemerer también se hizo presente en esta campaña de solidaridad donando un valioso crucifijo pectoral, que constituye una reliquia artística y simbólica”.
“De aproximadamente doce centímetros de altura, hecho de oro con incrustaciones de piedras amatistas ovaladas, el crucifijo fue tasado en 50 millones de pesos”, finalizaba la crónica de la época.
Mientras que la otra posibilidad, muy difundida entre los vecinos posadeños pero no corroborada históricamente, se deja entrever que una señora que trabajaba en la Casa de Gobierno se fue a confesar a la Catedral de Posadas. Ya que pretendía evitar ser parte de una injusticia que estaba por cometerse con uno de los bienes que se entregaron para los chicos de Malvinas.
Ante un Kemerer totalmente estupefacto, la mujer de unos 50 años le dijo en voz muy baja que su crucifijo estaba por ser robado por las autoridades militares de la época. Se cree que el religioso, ni bien terminó de escuchar las palabras de la asustada empleada de la Provincia, salió de la iglesia corriendo. Al parecer la mujer intentó persuadir y calmar al religioso, pero sus acciones fueron infructuosas.
Ya que la misión de Kemerer fue dirigirse de forma rauda e ininterrumpida a las instalaciones de la cercana sede del gobierno del Poder Ejecutivo de facto del momento, la llamada Rosadita.
Allí, ante los guardias uniformados, se las ingenió para adentrarse en la antigua casona. Nadie lo pudo detener, pateó una de las puertas de madera de una de las oficinas privadas de la gobernación y en el tercer cajón de un desvencijado escritorio encontró su crucifijo, el cual se colocó para nunca más dejarlo.
En sus últimos años de vida, por su destacada actuación pastoral y educativa durante tantos años en la Diócesis de Posadas, recibió varias distinciones. Tales como “Adscripto Honorario del Instituto Nacional Sanmartiniano” (1981), “Profesor Honorario de la Universidad Nacional de Misiones” (1982) y “Ciudadano Ilustre de Posadas” (1994), entre otras tantas. El recordado y querido Obispo falleció en Posadas el 26 de junio de 1998, a los 89 años.

Por Martín Medina
politica@elterritorio.com.ar


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