“Cuando me tiré abajo de la barcaza, recé un Ave María”

Domingo 17 de enero de 2010
Los relatos erizaban la piel. Dejaban a los testigos fríos, casi sin reacción. Varios deportistas pasaron por momentos que jamás imaginaron y quizás hoy puedan decir que volvieron a nacer. En algún paréntesis de meditación volverán las imágenes del río, de lo que en principio arrancó como un desafío y luego terminó en una jornada negra.
Algunos resaltaron la importancia de contar con acompañantes que tengan experiencia en el agua, más con el estado actual en el que se encuentra. Pero también advirtieron: “Algunos se largan sin saber”.
Franco Bandeo, nadador de Reconquista, Santa Fe, contó que “la barcaza me succionó, quise tomar aire y no alcancé. Tomé agua y me dejé llevar por abajo, y cuando vi la claridad volví a salir”.
Más contundente fue el relato de una joven, quien estaba arriba de una piragua y no salía de su estado de shock: “Era así, luchando para vivir”, sostuvo.
Fue conmovedor escucharlo a Lisandro Amores, quien participó de la prueba. Con las pulsaciones desbordadas confesó que en el momento de tirarse debajo de la barcaza “recé un Ave María. Dije, 'que sea lo que Dios quiera'”. Antes había intentando por todos los medios quedar amarrado a una piragua, pero no toleró la presión del agua y debió ceder. Lo peor es que también venía su hermano y con lágrimas en los ojos, agradeció que también se haya salvado, gracias al rescate de una moto de agua.
Distinto fue la experiencia de Carlos Billordo, quien llegó como espectador y terminó acompañando a un amigo en una embarcación. “Para mí esa cosa (en referencia al container) fue la tragedia”, disparó para luego explicar que todos los nadadores se tiraron en diagonal a lo que significó la “trampa mortal”.
Carlos fue claro al narrar la manera en que se desencadenaron los hechos y en su experiencia en carne propia: “Nos choca la piragua y podíamos habernos ahogado, pero yo no lo sabía”, soltó y confió la visión de un protagonista que tiene relación directa con el agua. “Una piraguero me dice, 'este no es el mismo río, no se puede hacer esto'”.
Por último graficó un momento que puede servir como claro ejemplo de cómo la tensión se apoderó de los presentes: “Llegamos a la costa y mi compañero se largó a llorar”, se sinceró.

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