Un siglo en el mismo lugar

Domingo 26 de mayo de 2013

San Ignacio nació con la colonia agrícola en en 1877. La pista inicial está en lo alto del viejo edificio municipal, justo en la ochava y a nadie puede pasar desapercibido. El viejo edificio, en cambio, data de 1935. La colonia agrícola responde al fenómeno de los hacendados que dejaron sus huellas para siempre, o al menos, hasta en la actualidad. Se encargaron por entonces de adquirir hectáreas para la siembra del oro verde. En San Ignacio, en Corpus, en Santa Ana, sucedió lo mismo. Y en estas tres localidades misioneras en 2013 están en pie las construcciones que supieron tener a la vez administradores locales que pasaron a la historia por ser la mano derecha de los foráneos más ricos de por entonces. Los ladrillos del siglo pasado están intactos. Con el calor humano o el desprecio del paso del tiempo. Como con el Savoy en Posadas o el histórico almacén de ramos generales en Santa Ana. Las casonas de hace un siglo hablan y todavía hay quienes las siguen escuchando y relatando lo que se sabe.
El historiador Alberto Drewes, de San Ignacio, asegura que la explotación de la yerba mate dio lugar a la construcción de las casas que aún hoy están de pie en el casco urbano del municipio de las  asombrosas Reducciones Jesuíticas. Y casi como que las historias se entrecruzan entre el final de esa época y el comienzo del siglo pasado.
A tan solo cuadra y media de la Municipalidad de San Ignacio, una casona construída en 1913 es el ejemplo vivo de lo que ocurría exactamente 100 años atrás. La casa está sobre lo que es una de las avenidas principales y muestra una construcción simple, con el techo a cuatro aguas, rodeada de pasillos y tres ventanas altas en cada uno de sus costados. “Perteneció a los Herrera Vega”, asegura Drewes, que apunta que el administrador local fue un venezolano de apellido Palacio.

Es de suponer que la construcción fue pensada para el clima. Por el calor, amplios ambientes en combinación claramente con la espesa vegetación que por entonces debió ser prácticamente de una totalidad abrumadora.
Muchas décadas después la casona pasó a manos de la familia Ríos, pero no está ocupada y algo abandonada. En la Municipalidad se informa que por un tiempo incluso funcionó como boliche bailable y a pesar de lo que se puede suponer “fue lo mejor que le pudo pasar”, se dijo. Porque mientras funcionó, la centenaria casa estuvo cuidada y recibió incluso arreglos.

Frente a las ruinas
Casa de un piso y de muchas ventanas, aberturas que definen que sí se trata de una construcción antigua, aunque claro que el gran portón se mezcla con el presente y eso de que las casas deben estar bien protegidas ante tanto ladrones sueltos. La casa data de 1915 y su dueño original fue el suizo Ernesto Ador, quien tuvo como administrador a Martín Ulises y Compañía. El hombre, Martín, se convertiría en el primer intendente de la colonia agrícola. La casa se erigió nada menos que frente a las ruinas jesuíticas.
Pero también encierra muchas más historias que se entrecruzan y no sólo de calle. En esa misma casa centenaria funcionó el Escuadrón 11 de Gendarmería y durante muchos años fue un hospedaje. Raro sería que no haya sido aprovechada como tal, porque quien actualmente vive en ella junto a su familia, cuenta orgullosamente que la casona cuenta con 8 habitaciones, dos pasillos, dos baños y un sótano.
“Mi padre, Modesto Aquino, fue administrador de las Ruinas durante 45 años”, asegura Lidia Aquino, la feliz mujer que también atiende su negocio familiar, pegado a la histórica construcción. Pero Lidia sorprende al informar que ella nació en el predio de las Reducciones Jesuíticas.
“Antes vivíamos allá (señala desde su negocio hacia un lugar preciso ya dentro del gran lugar visitado por turistas de todo el mundo), antes de que papá comprara la casa. Y yo, se podría decir, fui una de las primeras guías de turismo de las ruinas..., papá nos encomendó ese trabajo, de explicarles lo que estaban viendo”.
Lidia asegura que desde entonces, desde que tiene memoria, “solamente se hicieron dos restauraciones en las ruinas. Una me acuerdo, bajaron las piedras para restaurarlas a mano en el piso, para luego ponerlas en sus lugares originales..., un trabajo increíble”, dice la nacida en San Ignacio y la dueña prácticamente de una de las casonas con más historia de las localidades marcadas por la fuerte presencia jesuítica antes del siglo, en donde la yerba marcó el ritmo de la región.

El cabildo abierto
Siempre por una de las avenidas principales de San Ignacio y a pocos metros de las ruinas, está de pie y bien conservada la casa a la que todos la llaman El Obelisco.
No es que se parezca a un obelisco, pero en cierta forma la construcción del primer piso la convierte en diferente. Su construcción data de 1913 y de acuerdo a lo apuntado por el historiador Drewes, su propietario original fue Federic Villamagne, el cuidador de las ruinas por entonces.
Ahora, como desde hace 25 años, viven en esa casa de un piso el matrimonio de Juan Carlos Strazzeri y Delia Verdún.
“Esta casa fue declarada como reliquia de San Ignacio”, dice orgullosa Delia, pero en el municipio se asegura que ni esa ni las otras construcciones centenarias, están protegidas por declaración alguna.


La primera Casa de Gobierno, en recuperación

CORPUS (Corresponsalía). Se encuentra en reparación el primero y antiguo edificio que fue construído para que funcionara la Casa de Gobierno, al ser la primera capital de la provincia de Misiones en 1881. Como tal funcionó un sólo día en ese lugar, ya que después la capital de la provincia se trasladó a Candelaria.
    La escuelita vieja, así fue denominada durante décadas, el gran edificio para la primera gobernación de la provincia. Un edificio con más de 130 años de antigüedad, que pasó por una terrible etapa de desidia y abandono, durante muchos años. Actualmente se encuentra en reparación por parte de su dueño Roberto Toth, quien comentó que hace más de diez años está trabajando en la recuperación del centenario edificio. Este posee una construcción de estilo húngaro, ya que el bisabuelo de Roberto, quien construyó el edificio, llegó a la tierra colorada desde Hungría.Después de funcionar por apenas 24 horas como la Casa de Gobierno y al trasladarse la capital a Candelaria, funcionó en el lugar la Municipalidad, el juzgado de Paz, la Escuela primaria 225 y luego una de las cooperativas más importantes de la zona.Thot comentó que el edificio fue varias veces saqueado por vándalos, que habían despojado a la edificación de todas sus aberturas. “Mi papá nunca demostró interés por este edificio, yo sabía que esto pertenecía a la familia y varias veces hablé con mis hermanos para recuperarla. Pero nadie quiso hacerse cargo de los gastos que demandarían los arreglos”, dijo Roberto a El Territorio.
    El edificio actualmente cuenta con la planta baja completamente restaurada en su estado original, tal como se lo quiere conservar, con el estilo húngaro. Toht remarcó que todo lo que hizo, lo hizo por sus propios medios. “Para  la restauración de este edificio, tuve que vender dos propiedades y saqué un préstamo de 10 mil dólares. Aún así tengo mucho por arreglar”, advirtió. Actualmente funciona en la vieja casona un minimercado y pronto se va a instalar una peluquería.


Después de la casona...
El 22 de diciembre de 1881 el presidente Julio Argentino Roca sancionó la Ley de Federalización de Misiones, que fijó sus límites y designó a Corpus como capital. Posadas quedó en ese momento incluida en territorio de la provincia de Corrientes. Sin embargo, lo difícil del acceso a Corpus motivó trasladar su capital a una zona más accesible, Candelaria. El 30 de julio de 1884, el Congreso Nacional decidió que la ciudad de Posadas fuese cedida por Corrientes a Misiones, y se convirtiera en capital del en ese entonces Territorio Nacional. En 1953 por mandato del presidente Juan Domingo Perón se provincializa el territorio de Misiones y Posadas pasa a ser capital.


Notas siguientes:
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Un siglo en el mismo lugar
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