La familia de Nora sigue sufriendo la tragedia y sólo reclama Justicia

Jueves 29 de julio de 2004
Nora Alejandra, José Fabián y José “Pepe” Villalba viven desde hace siete meses una pesadilla interminable que sólo su amor familiar y una increíble fuerza interna les permite sobrellevar.
Ellos fueron heridos en lo más profundo de su corazón cuando Nora Gómez Da Silva de Villalba, su madre y esposa, ingresó a la Clínica del Ojo de Posadas para una moderna y segura operación destinada a subsanar un desprendimiento de retina y la sacaron de allí con lesiones neurológicas -hasta la fecha científicamente irreversibles- que la sumieron en la inconsciencia, en estado vegetativo.
En cada diálogo, en cada mención, en cada momento, sus ojos reflejan el calvario que están viviendo por lo que dicen abiertamente “fue una negligencia médica que ni en el país más pobre del África ocurre, según lo constataron y aseguran los especialistas”.
El 30 de diciembre de 2003, Nora Gómez padeció la fatídica reacción, supuestamente al ser anestesiada en la sala de cirugías de la mencionada clínica, que le cerró la garganta e impidió respirar, sin que sus familiares sepan hasta la fecha que ocurrió dentro de la sala donde debían tener el equipo técnico y humano dispuesto para atender esas emergencias. Lo cierto es que la falta de oxígeno mató sus neuronas, destruyó su sistema nervioso y destrozó a su familia.
Esta familia revive toda la tragedia cada vez que la ve acostada sin conciencia en el living de su casa, convertida en sala de terapia con tubos de oxígeno, sueros, sondas, medicamentos, alimento especial, gasas, pañales, enfermeros, médicos....
Aunque mantienen la esperanza última en un milagro de Dios, la peor tragedia de todas es saber que humanamente es imposible recuperar a esa mujer con la que el 14 de septiembre Pepe Villalba tenía previsto festejar su cumpleaños y 25 años de casados.
Nora Alejandra tiene 23 años, recuerda claramente la última navidad y los días previos que compartió con sus padres y  su hermano en Mar del Plata; tras terminar de cursar el último año de abogacía y cuyas materias no pudo rendir “porque es imposible quitarse esta terrible situación un solo segundo de la cabeza. Quise estudiar un poco, pero quien puede tener concentración así”.Su hermano José también hizo un impasse en su carrera para contador público que cursa en la Universidad de Belgrano. A él, cuando el destino y la supuesta impericia médica le quitó su madre, le faltaba cursar el último año.
Sus últimos momentos juntos quedaron estampados en una serie de fotografías que son la contracara de la actual situación de silencio, tubos, mangueras, penas y miedos. Miedos a las bacterias, a los virus, a la quietud que pueda dañar el cada vez más debilitado cuerpo de su madre y miedo a la injusticia, a la falta de sanción de los culpables, a que le ocurra algo similar a otras personas porque algunos profesionales imprudentes no tomen todas las precauciones necesarias, no hagan los estudios correspondientes o no tengan los elementos o personas necesarias para realizar sus intervenciones.
El costo para ellos fue indudablemente inconmensurable, al igual que para muchas otras personas que sufrieron supuestas malas prácticas médicas y buscan una sanción de la Justicia.

Cambio de hábitos
La bella casa familiar, ubicada sobre la calle Ángel Acuña de Villa Sarita, perdió su brillo pese a que está extremadamente pulcra. La puerta principal del living ya no se usa, la cama con su inconsciente paciente fue instalada allí. Se rompieron paredes para instalar un climatizador y para las mangueras del equipo de oxígeno. La mayoría de los estantes fueron despojados de los tradicionales adornos para dejar lugar a los frascos de remedios o suero y los gabinetes guardan pañales, gasas, algodón, vendas. En el mismo lugar un equipo de cinco enfermeros que rota en turnos de 8 horas la vigila constantemente.
La familia pese a tener importantes ayudas de familiares y amigos, ha comenzado a despojarse de algunos bienes para hacer frente al comprensible aumento de sus gastos. Enfermeros, médicos, kinesiólogo, medicamentos, sueros, alimento, material descartable. Todo suma mensualmente varios miles de pesos que también es solventada en parte por la obra social.
El ex concejal Pepe Villalba es contador público, recién en las últimas semanas pudo volver parcialmente a atender su trabajo, básicamente por necesidad porque los médicos fueron claros respecto de su esposa. “Ella está físicamente estable, superando varias crisis iniciales gracias a que era una mujer muy sana y fuerte, por ello no se puede saber cuanto tiempo seguirá en esta situación. Pueden ser semanas, meses o años”, relatan casi al unísono los tres.

Justicia
La familia encaró acciones judiciales penales y civiles contra la clínica “pero no porque creamos que económicamente se pueda compensar el daño que hemos sufrido, sino para que no les pase lo mismo a otras personas, para que no haya más Noras  y que se frene a los médicos que privilegian el rendimiento económico provocando por negligencia daños como el que sufrió mi mujer”, asegura Villalba.
Él reconoce que la Justicia penal está avanzando, que se están tomando declaraciones y que se aportaron pruebas y pericias “que comprueban la existencia de una mala praxis y negligencia de la clínica”.
“Nosotros, mientras nos queden fuerzas y recursos no vamos a abandonar nuestro reclamo de justicia porque esto no puede quedar así, no debería pasarle a otra gente. Los médicos que le hicieron esto a mi esposa no pueden seguir trabajando como si nada. En otros casos los errores médicos se entierran pero nosotros tenemos la prueba viva de lo que hicieron con mi esposa”, aseguró el ex concejal Pepe Villalba. Sus hijos asienten como testigos y garantes su promesa.


El caso
El 30 de diciembre del año pasado Nora Villalba a las 6.15, aproximadamente, ingresó en la Clínica del Ojo de Posadas para una operación por un problema de desprendimiento de retina en su ojo derecho.
Tras los trámites de rigor, pasó a la sala de cirugía donde le inyectaron la anestesia.
Después de eso, todo entra en la penumbra.  Comenzaron las corridas, idas y venidas de enfermeros, médicos y nerviosismo. Alrededor de las 9.15, la mujer fue sacada de allí ya con lesiones neurológicas científicamente irreparables.
Desde entonces todos los médicos consultados por la familia le explican lo mismo: por una supuesta mala praxis no tuvo irrigación de oxígeno al cerebro provocando un daño neurológico irreversible.