Un sueño con escala en el Medio Oriente

Jueves 25 de agosto de 2016
Hace un par de meses, la vida del misionero Fabián Jejer tomó un nuevo rumbo, cuando abordó por primera vez un avión de Emirates, la aerolínea de bandera de los Emiratos Árabes. Lejos del rol de pasajero, Jejer forma parte de la tripulación, en la que se desempeña como auxiliar de abordo, un puesto para el que se preparó con ahínco y con el que logró cumplir uno de sus grandes sueños. “Comencé a trabajar en Emirates en abril de este año, hace cuatro meses. Pero volando llevo sólo dos, porque los primeros dos meses fueron de entrenamiento en tierra”, confesó el joven.
Sobre el procedimiento de selección, el misionero destacó que en octubre del año pasado decidió viajar a Córdoba, donde la aerolínea internacional desarollaba una jornada de reclutamiento de candidatos.
“Tenés que ir con tu curriculum y unas fotos. Vas pasando las distintas etapas, que son actividades en grupo e individuales, hasta llegar a la entrevista final”, relató Jejer. Tras ir superando las distintas fases, el representante de la tierra roja recibió la bienvenida por parte de Emirates. “En noviembre me mandaron un mail avisándome que había quedado seleccionado pero que tenía que esperar un tiempo hasta que se habilitaran lugares en la Training College acá en Dubai. Finalmente, en febrero me avisaron que comenzaba en abril. En ese tiempo tuve que hacer los trámites legales y unos estudios médicos. Y empezar a prepararme para venirme a vivir al Medio Oriente”, señaló.
Finalmente, tras dos meses de entrenamiento que el argentino calificó de “intensos”, Fabián recibió sus alas: “Tenés ocho horas de clases teóricas y prácticas por día, cinco días a la semana. Hacen mucho hincapié en los procedimientos de seguridad y emergencia, primeros auxilios y, por supuesto, el servicio. En los simuladores practicás simulacros de emergencia increíblemente reales y también ponés en práctica cómo resolver situaciones conflictivas de los pasajeros. La verdad es que es un alivio y una felicidad terminar el entrenamiento y finalmente volar”.

Con escalas pero sin pausas
Sin embargo, según Jejer, los meses de preparación no lograron mitigar los nervios del periplo inicial. “A pesar de todo el entrenamiento, inevitablemente en los primeros vuelos te morís de los nervios. Una vez arriba del avión, estás medio perdido, porque aprendiste un montón de cosas pero en el vuelo real no hay pausas ni tiempo que perder. De todas maneras, la tripulación siempre te ayuda, sabiendo que sos nuevo. A medida que va pasando el tiempo, ya se convierte en algo automático, como cualquier trabajo. Lo que tiene de particular este, es que cada vez que te subís al avión tenés que trabajar con gente que acabás de conocer, por lo que la buena predisposición, la buena onda y la voluntad de ayudarse unos a otros es fundamental. También en cada vuelo tratás con un público de todos los extremos, desde el pasajero frecuente que sabe, y exige, absolutamente todo de la aerolínea, hasta la persona que pagó los ahorros de una vida para peregrinar a la Mecca y es la primera vez que se sube a un avión, y no sabe cómo abrir la puerta del baño. A veces te sorprende lo mucho que puede influir una sonrisa, un ‘por favor’ y un ‘gracias’ en las acciones y reacciones de la gente”.
A la hora de describir su día a día, Fabián indicó: “Otra de las cosas a las que te tenés que acostumbrar es a olvidarte de la rutina y los horarios de vida normales. Tu día activo depende de si dormiste lo suficiente después de un vuelo y no de qué hora del día es. Claro que si podes regular eso es mejor y más saludable, pero muchas veces aterrizás a las 7 de la mañana después de diez horas volando y no podés evitar que se corran todos los horarios de sueño. Pero lo más difícil de seguirle el ritmo es a los días de la semana. Nunca sabés qué día es porque entre el cambio de horario de los países y el dormir a cualquier hora, es fácil perderse”, concluyó.
En relación a las ventajas de surcar los cielos, Fabián manifestó que los beneficios son varios: "En los dos meses que llevo volando, conocí Alemania, Sudáfrica, Nigeria, Irlanda, Taiwán, Rusia, Malasia y dentro de unos días voy a China. Este trabajo me permite viajar a lugares a los que tal vez en mi vida podría hacerlo de otra manera o que incluso ni siquiera me lo hubiese propuesto. Despertarme en un lugar y acostarme a cinco mil kilómetros de distancia me parece increíble. Al igual que hacer las compras en los lugares locales y tener en tu heladera carne sudafricana, cerveza alemana, chocolate belga, café taiwanés, queso francés y vino italiano, o hacerte masajes en Thailandia y visitar la Sagrada Familia en la misma semana. Es tanto lo que podés conocer, incluso más allá de la atracción popular del destino. A mí me gusta mucho caminar por la ciudad o sentarme en una plaza, por ejemplo, y quedarme un rato mirando a la gente del lugar, se aprende mucho de cómo son las relaciones en cada lugar y cada cultura”.
En ese misma línea, agregó: “El otro aspecto que realmente seduce de este trabajo, por lo menos en esta compañía, es la seguridad económica. Emirates te provee de alojamiento en Dubai con todos los servicios, trasporte y lavandería. Cuando vamos a un destino, nos alojamos en hoteles de alta categoría y nos dan dinero para viáticos, que siempre es más que suficiente. Es decir que con mi sueldo lo único que tengo que pagar es mi comida en Dubai, y gastos extra que tenga. Sinceramente es mucho más redituable que cualquier trabajo que pudiera tener en Argentina en este momento”.
Pese a las bondades que ofrece la profesión, las costumbres del Medio Oriente representan un desafío diario para el argentino. En ese marco, el posadeño reflejó: “A la vida en Dubai hay que acostumbrarse, y definitivamente fue lo más difícil de toda la experiencia. Si bien es la ciudad más cosmopolita y liberal de los Emiratos Árabes, no deja de ser parte del mundo árabe y la cultura musulmana. Como tal, hay ciertas costumbres y reglas a las que hay que atenerse. Nada extremo, pero viniendo de un país como Argentina donde tanto la gente como las normas son bastante flexibles, es un poco desafiante. Por ejemplo, me tocó vivir durante el mes de junio el Ramadan, el mes sagrado para los musulmanes, en el que practican ayuno total desde el amanecer hasta el atardecer. Eso implica que no se puede comer ni beber en público, aun siendo practicante de otra religión; tampoco se puede escuchar música fuerte, por lo que los boliches y pubs cierran durante todo el mes; y los horarios comerciales y de oficina también son restringidos. Eso fue todo un desafío cultural. El clima de Dubai también te pone a prueba porque, claro, puede tener a los edificios más altos del mundo y fuentes en lagunas artificiales pero al final de cuentas vivís en el desierto. Se dice que en Dubai hay dos estaciones: calor y más calor. Con temperaturas durante el verano de 45° durante el día y 35° durante la noche, más el viento caliente del desierto, salir a la calle se siente como cuando entrás en un auto que estuvo todo el día al sol".
Asimismo, Jejer confesó que aunque pasa la mayor parte de sus días a más de 30 mil pies de altura, su corazón permanece en la tierra roja: “Lo que más extraño de Argentina son mis amigos y mi familia, y la gente en general con esa familiaridad, cercanía y afecto que tienen en el trato cotidiano. Mis abuelos siguen viviendo ahí y es por ellos que vuelvo, son lo que más extraño. A ellos, y a la chipa y la mandioca frita”, contó.  
A la hora de evaluar la posibilidad de regresar a su tierra natal, Jejer resaltó que a su espíritu viajero aún le quedan firmamentos por recorrer. 
“Definitivamente esta experiencia me está enseñando muchas cosas acerca del mundo pero también de mí mismo y de cómo somos los argentinos como pueblo. Me encantaría volver en el futuro, una vez que haya conocido suficiente mundo, porque creo que a pesar de las inestabilidades económicas que solemos atravesar, tenemos muchísimas cosas valiosísimas como cultura", reflexionó.