Tratado sobre la (in)tolerancia

Lunes 26 de enero de 2015
Utopía. | Logotipo de signos religiosos que componen la palabra coexist.
No se habían vendido en Francia hasta hace poco tiempo muchos ejemplares del Tratado sobre la tolerancia, escrito por el filósofo Voltaire a fines del siglo XVIII: apenas 100.000 en 10 años. Recientemente, tras el atentado en París a la revista Charlie Hebdo, la editorial Gallimard consideró oportuno la reimpresión de la obra y puso a la venta una primera tirada de 10 mil ejemplares que fueron rápidamente agotados. El atentado, producido justamente en tierras de Voltaire, en el corazón de la libertad de expresión y en la cuna de la tolerancia frente a los ataques de cualquier fanatismo, reavivó los antiguos conceptos del filósofo. Ediciones comentadas del Tratado pueden adquirirse en las librerías de Misiones, en particular en las que ofrecen libros usados, y su texto completo en castellano puede leerse en formato digital en internet.

Intolerancia legal
En el capítulo 18 se lee: "Para que un gobierno no tenga derecho a castigar los errores de los hombres es necesario que tales errores no sean crímenes: sólo son crímenes cuando perturban la sociedad, y perturban la sociedad si inspiran fanatismo; es preciso, por lo tanto, que los hombres empiecen por no ser fanáticos para merecer la tolerancia. Algunos jóvenes jesuitas, sabiendo que la Iglesia aborre­ce a los réprobos, y que los jansenistas están condenados por una bula - por lo tanto los jansenistas son réprobos - se van a prender fuego a una casa de los Padres del Oratorio porque Quesnel, el oratoriano, era jansenista. Está claro que no habrá más remedio que castigar a esos jesuitas. Uno de los más asombrosos ejemplos de fanatismo lo ha dado una pequeña secta de Dinamarca. Aquellas gentes querían procurar una singular salvación eterna a sus hermanos; sabían que todos los niños que mueren sin bautismo se con­denan y que los que tienen la suerte de morir inmediatamente des­pués de haber recibido el bautismo gozan de la gloria eterna: así, iban degollando a todos los niños y niñas recién bautizados para hacerles el mayor bien que se les podía proporcionar; se les preservaba a la vez del pecado, de las miserias de esta vida y del infierno; se les enviaba infaliblemente al cielo.
Pero aquellas gentes caritativas no consideraban que no está permitido hacer un pequeño mal por un gran bien; que no tenían ningún derecho sobre la vida de aquellos niños; que la mayor parte de los padres y las madres son lo bastante carnales para preferir tener a su lado a sus hijos e hijas que verlos degollar para ir al paraíso y que, en una palabra, el magistrado debe casti­gar el homicidio, aunque se haga con buena intención. Los judíos parecerían tener más derecho que nadie a robar­nos y matarnos porque aunque haya cien ejemplos de toleran­cia en el Antiguo Testamento, hay sin embargo algunos ejemplos y algunas leyes rigurosas. Dios les ordenó a veces que matasen a los idólatras, exceptuando únicamente a las jóvenes núbiles: nos consideran idólatras y, aunque los toleramos hoy día, podrían muy bien, si ellos fuesen los amos, no dejar en el mundo más que a nuestras hijas. Tendrían sobre todo la obligación indispensable de asesi­nar a todos los turcos porque los turcos poseen el país de los etheos, jebuseos, amorreos, jersenios, hevenios, araceos, cineos, hamatenios, samarios: sobre todos estos pueblos se lanzó el anatema: su país, que tenía más de veinti­cinco leguas de largo, fue dado a los judíos por varios pactos consecutivos; deben recuperar sus pertenencias; los mahometa­nos son sus usurpadores desde hace más de mil años. Si los judíos razonasen así hoy día, es evidente que no habría otra respuesta que condenarlos a todos a galeras. Tales son, poco más o menos, los únicos casos en que la intolerancia parece razonable".

Vigencia
Desafortunadamente los acontecimientos que indig­naron a Voltaire y lo llevaron a publicar este opúsculo en 1763 no son algo propio del pasado sino que también están presentes hoy en día; los protagonistas han cam­biado y tienen otros nombres pero todos ellos muestran un único rostro: el de la intolerancia. Ya no son los católicos quienes masacran a los protestantes y luego celebran sus hazañas mediante procesiones religiosas. La polémica entre los jansenistas y sus adversarios acerca de la predestinación ha sido barrida del escenario histó­rico pero no faltan los pretendientes a recibir esa herencia y enarbolar el estandarte de la violencia para hacer triunfar su sectarismo desde una vertiente reli­giosa o dentro del ámbito de la política, deseosos de hacer comulgar con sus ideas a todo el mundo y a cualquier precio.

Al fuego
Varias obras de Voltaire fueron quemadas en la hoguera, por considerárselas peligrosas para las opiniones hegemónicas del momento.
Sin embargo, con ser ésta una práctica escandalosa, es evidente que no ha caído en desuso después de tantos años: hace tan sólo unas décadas que los nazis hitlerianos también quemaron libros (lo hicieron también los golpistas argentinos) y en los rescoldos de aquellas cenizas librescas prendió una nueva e implacable versión del oscurantismo, cuajada de absurdos prejuicios que no podían conducir sino a la barbarie característica del totalitarismo y las dictaduras. De ahí la comparación con el atentado a la revista Charlie Hebdo.


Glosario
“¿Qué es la tolerancia? Es la panacea de la humani­dad. Todos los hombres esta­mos llenos de flaquezas y errores, razón por la cual debemos aprender a perdonar­nos recíprocamente, como dicta la primera ley de la naturaleza. La discordia es la gran calamidad que padece todo el género humano y la tolerancia supone su único remedio”.
“El fanatismo es el efecto de una conciencia falsa, que sujeta la religión (o la política) a los caprichos de la fantasía y el desconcierto de las pasiones; es a la supers­tición lo que el delirio a la fiebre. El único remedio que hay para curar esta contagiosa enfermedad es el espíritu filosófico”.
“La superstición es a la religión lo que la astrología a la astronomía; la hija muy loca de una madre muy cuerda. Su mayor problema es que abona el terreno al fanatismo y, por lo tanto, a la intolerancia y sus crueldades; cuando merma el número de supersticio­nes hay menos fanatismo y, cuando hay menos fanatismo, se dan muchas menos desgracias”.
"La predestinación es una creencia teológica que gira en torno a cómo y en qué medida la gracia divi­na puede anular nuestra libertad. Sus defen­sores más extremos defendían que Dios ya había decretado quién debía salvarse al mar­gen del merecimiento de sus obras".


Por Javier Arguindegui