Pequeños agricultores defienden al maíz para el futuro del sector

Jueves 18 de septiembre de 2014
Los pequeños agricultores de la jurisdicción misionera centran sus esfuerzos y recursos en la plantación del maíz como forma de autoconsumo y para ventas minoristas. El referido cultivo es “multipropósito”, ya que está orientado al autoconsumo familiar en forma directa e indirecta a través de la cría de animales de granja y de vacunos, y de manera eventual también a la comercialización de excedentes. El 85 por ciento del área destinada a la producción de alimentos básicos está ocupada por el maíz en la tierra colorada. Se expresó que sólo con trabajo humano (30 jornales de ocho horas por hectárea) las semillas criollas y locales del maíz permiten obtener rindes de tres toneladas por hectárea, siendo que la media provincial registrada es de 2,2. De incrementarse la producción, implicaría contar con más de 200 mil toneladas anuales de maíz, duplicando el trabajo de la oferta de proteínas animales y los ingresos familiares.     
Ello se dio a conocer en el marco de la evaluación del impacto del “Programa Sostenimiento del Empleo y Seguridad Alimentaria en la Pequeña Agricultura Familiar”, que se oficializó en el mediodía de ayer en la sala de las Dos Constituciones de la Cámara de Representantes. Otra particularidad resaltada por los investigadores se centró en que el uso de maíces criollos y locales permite una estrategia exitosa en términos de rendimientos por hectáreas, culturales, ambientales y “nos permite no ser esclavos de los demás, sino mejorar la calidad de vida”, según los propios productores.   
Aseguraron que las semillas criollas se adaptan mejor a las condiciones climáticas del lugar, evitan la aplicación de plaguicidas y de fertilizantes, con producciones agroecológicas y saludables; no contaminan el ambiente ni los alimentos. También se obtienen con bastante seguridad y pocas pérdidas.    
Además los productores semilleros solicitaron la institucionalización del programa para “poder contar con recursos específicos que le permitan el fortalecimiento del trabajo que se viene realizando hace años”.
El estudio se efectuó con integrantes de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Se estudió la compra de semillas originarias de maíz, arroz de secano y porotos a productores locales, para su distribución a otros agricultores a través de los municipios.  El docente universitario Carlos Carballo comentó que “se hizo un serie de encuestas a 267 productores receptores de granos en 26 municipios de la provincia, englobados dentro de 18 organizaciones sociales y agrarias autoorganizadas”.   
La coordinadora del programa en Misiones, Efigenia Gauto, explicó: “Se compró a productores semilleros cooperativizados variedades locales de semillas de maíz, arroz de secano y porotos a los efectos de entregarlas a los municipios para que estos, de manera articulada, las entreguen a su vez a los pequeños productores de la provincia”. 
A su turno, el director nacional de Empleo y Capacitación, Luis Castillo Martín, destacó “la representatividad de los actores involucrados en el programa, los tres niveles de gobierno, los productores de semillas, productores de maíz, y comunidades originarias, realmente es un  entramado social muy fuerte. Este programa tiende a favorecer el empleo de los pequeños agricultores familiares y genera una actividad productiva fuerte, un empleo importante en las pequeñas agriculturas familiares”.

Soberanía alimentaria
En ese debate se definió que la “soberanía alimentaria plantea el derecho de los pueblos a definir las políticas que le permitan alcanzar alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sustentable y por lo tanto el derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el centro de los sistemas y políticas alimentarias –y por lo tanto en el corazón del desarrollo nacional- por encima de las exigencias de los mercados y de los negocios. El alimento no puede ser una mercancía o un instrumento de poder, sino que es un derecho universal al que deben acceder todos los hombres y todos los pueblos”.