Parte de la pastelería argentina, en seis tortas

Miércoles 7 de octubre de 2015

1. Imperial ruso.
Lo inventaron a principios del siglo XX en la desaparecida Confitería El Molino, de Buenos Aires. Los pasteleros del Molino crearon este postre como un homenaje a la extinta dinastía de los zares luego de la Revolución Rusa. Lleva pionono, crema de manteca, merengue francés y decoraciones de chocolate.

2. Leguisamo.
El jocker Irineo Leguisamo era habitué de una confitería en Almagro. Allí pidió que le hicieran una torta en su homenaje. El pastelero cumplió: hojaldre, pionono, dulce de leche, crema de manteca y castañas en almíbar, más un forro de pasta de fondant y almendras picadas por encima. Un sabor poderoso que aún reina en las confiterías porteñas.

3. Chajá.
Esta torta no tiene su origen en Argentina, sino en Uruguay. La creó en 1927 Orlando Castellano, propietario de la confitería Las Familias de Paisandú. El nombre es un homejaje al chajá, un pájaro de abundante plumaje. La torta es una abundancia de bizcochuelo, merengue, crema, durazno y frutilla, aunque en algunas versiones más modernas le han incorporado dulce de leche y chocolate.

4. Balcarce.
La imbatible combinación de bizcochuelo, merengue, dulce de leche, crema chantilly, castañas en almíbar y cubierta de azúcar impalpable fue creada en 1950 por los reposteros de la confitería París de la ciudad de Balcarce, de donde tomó su nombre.

5. Selva negra.
Su nombre evoca una región alemana conocida por sus cerezas algo agrias, de las que se obtiene el kirsch. En la versión nacional lleva bizcochuelo de cacao y almendras, crema chantilly, cereza al maraschino y virutas de chocolate en la cubierta.

6. Lemon pie.
La trajeron los ingleses. Se hace con una base de masa quebrada dulce, crema de limón y cubierta de merengue.