“De chiquita aprendí a hablar tres idiomas al mismo tiempo”

Domingo 1 de marzo de 2015
Idiomas. | "Se van perdiendo porque las familias son una mezcla de nacionalidades".

El crisol de razas que distingue a la ciudad de Oberá, sede de la Fiesta Nacional del Inmigrante, la transformaron en una comunidad políglota y multicultural donde se hablan casi 20 idiomas.
En la actualidad, consultando con referentes de las distintas colectividades, es sencillo encontrar a algún descendiente de los pioneros que sepa hablar con fluidez la lengua de sus ancestros. Hoy, quien necesite un traductor de japonés, alemán, ucraniano, suizo, polaco, francés, sueco, italiano, ruso, finlandés, checo o portugués, entre otros, lo consigue sin mucho malabarismo.
Como contrapartida, la mixtura de razas fue limitando la expansión de los diferentes idiomas y cada vez menos gente habla la lengua de sus antepasados.

“De chiquita aprendí a hablar tres idiomas al mismo tiempo. Sueco por mis abuelos, que vinieron de Suecia; portugués por mis padres, que nacieron en Brasil, y castellano porque nací en Argentina”, graficó la docente jubilada Adelina Linea Hasselstron (78).
Asimismo, reconoció que “los idiomas se van perdiendo cada vez más porque las familias son una mezcla de varias nacionalidades. Por ejemplo, mi esposo era brasilero, descendiente de italianos, franceses y portugueses; y nuestros hijos tienen toda esa mezcla, más el origen sueco de mi familia”.
En consecuencia, la persistencia de un idioma en una región que no le es propia, depende de la constancia y voluntad de quienes lo sostienen, ya sea por afecto, familiaridad, trabajo u otra motivación.
Para doña Adelina el idioma sueco es parte intrínseca de su ser. Sus abuelos paternos y maternos arribaron al Brasil en 1891, provenientes de Suecia. Se crió escuchando historias de las heladas tierras nórdicas, todo un contraste con el calor y la humedad de esta zona de América del Sur.

Vocación docente
En diálogo con El Territorio, exhibió una copia de la primera carta que sus antepasados remitieron a sus familiares en Suecia, en 1901, diez años después de su arribo al Nuevo Continente. Un escrito que atesora.
Su padre nació en Brasil y un día decidió visitar a unos parientes en la costa del río Uruguay, límite con Misiones, y le gustó tanto el lugar que quiso instalarse allí. Tiempo después, seducido por las posibilidades que ofrecía la yerba mate, optó por asentar a su familia en la localidad de Los Helechos.
“Me acuerdo que en esa época daban la misa en sueco. Terminé séptimo grado y vinimos a vivir a Oberá porque mis padres querían que hiciéramos el secundario. Nosotros siempre fuimos a la escuela común, pero en el Parque Sueco había una escuela para los hijos de los suecos”, mencionó.
Fue una de las fundadoras y docente del Instituto Carlos Linneo, donde en 1961 iniciaron Jardín de Infantes con 28 niños. También daba clases en la escuelita bíblica de la Parroquia Luterana Olaus Petri  “Había tantos chicos. Los padres los traían en camionetas y tractores, y el pastor Ruth me dijo qué lindo sería sumar a esos chicos”, comentó emocionada al rememorar esos años de su juventud.
Por su vocación docente, enseñó sueco en el Instituto Linneo y en su domicilio, tanto a niños como a adultos que querían preservar el idioma de sus ancestros.
En 1991, al cumplirse 100 del arribo de sus familiares a América, tuvo la posibilidad de conocer Suecia a través de una invitación de la iglesia luterana de aquel país que reconoció su trayectoria a favor de la comunidad sueca en la zona Centro. “Fue muy emocionante conocer tantos lugares donde estuvieron mis antepasados y poder comunicarme con la gente. Quizá mi acento es un poco diferente, pero nos entendíamos perfectamente y rescaté parientes después de 100 años”, subrayó agradecida.

Por Daniel Villamea
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