"Vigo en realidad no era un sanguinario, era un justiciero"

Domingo 19 de julio de 2015
Arellano es investigadora de la Unam.
 Entre héroe, pícaro, buen amante, justiciero y vengador, Regino Vigo es conocido en Colonia Oro Verde como uno de los bandoleros más temibles de la historia. Sin embargo, hay otra cara del relato, que lo retrata como una especie de héroe popular. 
Al estilo de Robin Hood, Vigo robaba a los colonos pudientes de Argentina para repartir su botín con los paraguayos más pobres. Y lo hacía de forma pícara. Ya que engañaba de manera despiadada y burlesca a sus víctimas.
 Entre los relatos míticos, se cuenta que se vestía como prefecto militar y se presentaba ante los estancieros a pedirles caballos, carne y comida para perseguir al “maldito de Vigo”. Los estancieros se lo entregaban y se daban cuenta después de su astucia, ya que había ido a robarles. De la misma manera, los disfraces de cura o forastero lo hacían pasar desapercibido entre los colonos, que nunca desconfiarían de un personaje similar.
Sobre esto, Diana Arellano, investigadora de la Universidad Nacional de Misiones (Unam), contó a El Territorio parte de sus estudios sobre este personaje mítico, que limita entre un bandolero y un ídolo de los pobres.
“La historia de Regino Vigo es muy difícil de relatar, sin que se mezcle con los mitos populares que circulan, sobre todo en Paraguay. Era un hombre del Partido Liberal y sus hazañas se remontan a la Guerra del Chaco, donde el ejército paraguayo era más bien un grupo de macheteros, que se enfrentaban a un equipado ejército boliviano, el cual era  muy moderno para la época”, explicó Arellano.
Asimismo, la antropóloga destacó las características de Regino, que forman parte del imaginario de la frontera. “Todas sus patrañas, estrategias, astucias para derrotar con una veintena de hombres harapientos y mal comidos muchas veces a ejércitos enteros, agrandaban mucho más el imaginario de su figura”, dijo.
Además, se dice también que sus estrategias de robo eran complejas, y no atacaba cualquier lugar.
“Hacía una primera visita para identificar el botín, que se constituía por las mujeres más lindas del pueblo, productores que acaban de cobrar su cosecha, como el caso de Oro Verde. Esa primera incursión era siempre en bailes, disfrazados de curas, forasteros. Lo que generó mucha desconfianza, que incluso se mantiene hasta el presente. Se basa en presentarse como una buena persona, pero en realidad con la intención de volver para saquear”, detalló Arellano.
No obstante, a pesar de que Vigo era visto como un temible asesino, la docente aseguró que la otra cara del relato lo enmarca como un justiciero. 
“Se decía que él mataba solamente cuando se sentía acorralado o cuando no le quedaba más remedio. En Oro Verde, él se ve obligado a matar. Eso lo hace un justiciero, porque en realidad no es un sanguinario despiadado”, narró. 

Su muerte
Hay relatos épicos de que las balas le resbalan a Regino Vigo, sin lograr alcanzarlo.
Según la historia oficial, Vigo fue asesinado en 1942 por una tropa paraguaya que salió a cazarlo tras el asalto a Oro Verde.
Sin embargo, la leyenda asegura que su cuerpo nunca apareció. “Eso alimenta muchísimo más el mito. Al no aparecer el cuerpo, al no poder enterrarlo, sepultarlo, crece la leyenda. El pueblo no cree que haya sido asesinado. Y muchos años después se relatan  sus apariciones, que uno lo cruzó en Asunción, en Ciudad del Este, y el pueblo lo revive aún en 1947, o sea cinco años después de sus supuesta muerte ”, indicó la investigadora.

De traiciones
Diana Arellano se adentró en la historia de la Guerra del Chaco y contó las penurias que pasaron tanto soldados, como civiles en la época. Destacó, sobre todo, la supuesta traición que habrían realizado los funcionarios del Gobierno al vender las tierras conquistadas a fuerza de batalla.
“La Guerra del Chaco dura del 33 al 35. El pueblo paraguayo lucha por unos territorios que gana en el campo de batalla y pierde en el tratado del límite. La población queda descontenta, se forman grupos que no responden al gobierno por lo que consideran una traición. Esa falta de reverencia hacia las autoridades perdura hasta la actualidad en Paraguay”, sostuvo.
Cabe destacar que los soldados paraguayos estaban muy desprotegidos, y se supone que la única carne que comían era la que los maleantes podían robar. 
Por esa razón, no importaba si el maleante lo había robado, mucho menos si había sido en Argentina, país que supo contar con autoridades enfrentadas a sus pares del Paraguay, sino que había un agradecimiento.
En ese marco, Vigo era quien asaltaba un pueblo, robaba, repartía entre los pobres  y cuando venía el batallón del ejército a poner orden, saqueaba mucho más y con más violencia. Según la antropóloga, en varios relatos se le temía mucho más a quien venía a poner orden que al asaltante.

Otro machetero de la muerte

Así como Regino Vigo, Plácido Jara, líder de "Los macheteros de la muerte", fue otro bandido que se convirtió en un mito de la frontera.
“Jara termina poniéndose a salvo en Formosa, muere en Las Lomitas. Se condensa en estos personajes, las condiciones de deseados por las mujeres, respetuosos en la relación, además de bravos y heroicos”, relató la antropóloga, Diana Arellano.
En esa línea, añadió que “el caso de Jara es interesante porque se dice que era tan educado que tenía la biblioteca en el monte, es parte del imaginario popular. Siempre se narra a los del Partido Liberal así, entre la educación y cultura, de guerrillas y golpes de estado”.