Santa Ana y su cruz

Sábado 25 de abril de 2015
Santa Ana no gana para sustos. Hace apenas dos semanas, una intentona de revuelta policial desveló al pueblo. Ayer de nuevo, pero esta vez fueron los políticos. Santa Ana amaneció este viernes con dos intendentes. Uno, el actual, atrincherado en el edificio municipal, y el otro, designado por el Concejo Deliberante, esperando para ocupar la oficina en el edificio comunal. De fondo, una puja definitiva entre los dirigentes locales del partido gobernante que detonó con el jaque mate del jueves a la noche.
El presidente del Concejo, Aníbal Closs, dice que recibió por Secretaría la nota de renuncia del actual intendente Pablo Castro. Fue tratada y aceptada en el recinto en la sesión del jueves. Y, en trámite celerísimo (como se hacen estas cosas, no sea cosa que el principal interesado se entere), se designó nuevo alcalde, que recayó en el titular del cuerpo deliberativo.
Castro apenas se enteró que lo habían renunciado, se atrincheró junto a un grupo de colaboradores en la Municipalidad. Ayer, desde detrás de las rejas de la ventana, explicó a los medios y al grupo de vecinos que le hacía el aguante desde la calle, que le habían falsificado la firma y que jamás había renunciado. Y que tampoco pensaba hacerlo. (Págs. 3 y 4)
Ahora, Santa Ana tiene dos intendentes con el absurdo de tener a la institución paralizada. El intríngulis lo deberá resolver el Superior Tribunal de Justicia bajo el paragua legal del conflicto de poderes.
Mientras tanto, en el pueblo, la vida parece pasar por otro lado. Con los jóvenes emigrando por falta de trabajo y los hombres pateando las calles en busca de alguna changa.

Roberto Maack
Jefe de Redacción
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