Un italiano, el primer cronista que describió el Río de la Plata

Martes 5 de junio de 2012

El bávaro Ulrico Schmidl había llegado al Río de la Plata como tripulante de la Armada de don Pedro de Mendoza, el primer Adelantado, y co-fundó el primer puerto de Buenos Aires, en 1536. Ulrico Schmidl se atrevió a remontar el Paraná hacia el Paraguay acompañando a Ayolas. Permaneció en tierra americana hasta 1554, y regresó a Europa donde publicó años después, en 1567, su famoso “Viaje y derrotero al Río de la Plata”, fuente de abundantes datos sobre la cual se basa buena parte de la Historia Argentina y Paraguaya. Sin embargo, habiendo permanecido mucho menos tiempo en esta región, el escribano español. Pero Hernández había publicado en 1555 su Comentarios” que da cuenta de la odisea de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el segundo Adelantado.
Desde entonces Schmidl y Hernández se disputaron “cabeza a cabeza” el mérito de haber sido el primero de los cronistas rioplatenses. En 1955 una investigación llevó al historiador argentino Bonifacio del Carril a Milán donde descubrió un pequeño volumen dividido en dos libros impresos en Venecia en 1551, que lleva por título: “Al divinissimo signor Pietro Aretino” y que contiene cartas enviadas al escritor humanista desde el Río de la Plata por el viajero Ambrosio Eusebio, quien ostenta desde entonces, aunque poco difundido, el honor de haber sido el primero.
Los fragmentos seleccionados por Letras (que accedió a una copia en la Biblioteca Nacional con traducción de Vicente Fatone y Pedro Mozzarelli) hablan específicamente de la región del Alto Paraná.

 

Penurias en la selva

“… No describo los trabajos y penurias que pasamos en la Tierra miserable en que estamos por no afligirle contándoselas, baste decir que aquí sembramos y recogemos zapando a más no poder la mayor parte del tiempo; caminando por esta tierra para descubrirla, descalzos, desnudos, muchas millas de millas, con un saquito de harina tostada al hombro y la calabaza al cinto llena de agua, y con nuestras armas cargadas, talando árboles y abriendo  camino por donde andamos y lloviéndonos en la cabeza sin tener donde refugiarnos salvo la sombra de algún tronco, y otras veces por un gran río como Mar remando como galeotes en unos bergantines hechos aquí. El río donde estamos se llama Paraguai, el otro, más abajo en el que este entra y que va al mar, Paraná. Estos dos ríos son largos de dos mil millas y todavía no hemos visto el origen donde nacen, porque los dejamos después y entramos por tierra donde dicen que está el oro y la plata. El Paraná tiene donde entra al mar noventa millas de ancho en la boca. Pensad pues que otro río más grande hay en el mundo y por esto se ve que esta tierra es muchísimo más grande que la otra donde estáis. Aquí donde escribo estamos a mil millas del mar y tardamos seis meses en llegar después de desembarcar saliendo con bergantines por el ya nombrado Paraná y Paraguai porque dejando uno entramos en el otro si bien el otro por la otra parte sigue mucho adelante pero como no era nuestro camino lo dejamos.

 

Tesoros y amazonas
“… Los nuevos tesoros que poseen los indios Carcaras y otros Maias, y otras mujeres que no tienen hombres con ellas sino en cierta época del año que pensamos que sean las amazonas no están más que trescientas millas lejos de nosotros. Pero la tierra por esta parte esta deshabitada, en muchos lugares difíciles de pasar. Sin embargo en cierta época del año están secos, de modo que se pasan, y ya conocemos un camino bastante bueno que hizo descubrir nuestro gobernador (Alvar Núñez) y si no fuese porque en la época en que entrábamos era año malsano, ya tendría cada uno de nosotros veinte mil ducados. Pero Dios no lo quiso entonces. Pronto lo haremos. Entraremos de nuevo y le agradará que cada uno de nosotros se lleve con qué descansar lo poco o mucho de vida que tiene asignado…”.