El bávaro Ulrico Schmidl había llegado al Río de la Plata como tripulante de la Armada de don Pedro de Mendoza, el primer Adelantado, y co-fundó el primer puerto de Buenos Aires, en 1536. Ulrico Schmidl se atrevió a remontar el Paraná hacia el Paraguay acompañando a Ayolas. Permaneció en tierra americana hasta 1554, y regresó a Europa donde publicó años después, en 1567, su famoso “Viaje y derrotero al Río de la Plata”, fuente de abundantes datos sobre la cual se basa buena parte de la Historia Argentina y Paraguaya. Sin embargo, habiendo permanecido mucho menos tiempo en esta región, el escribano español. Pero Hernández había publicado en 1555 su Comentarios” que da cuenta de la odisea de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el segundo Adelantado.
Desde entonces Schmidl y Hernández se disputaron “cabeza a cabeza” el mérito de haber sido el primero de los cronistas rioplatenses. En 1955 una investigación llevó al historiador argentino Bonifacio del Carril a Milán donde descubrió un pequeño volumen dividido en dos libros impresos en Venecia en 1551, que lleva por título: “Al divinissimo signor Pietro Aretino” y que contiene cartas enviadas al escritor humanista desde el Río de la Plata por el viajero Ambrosio Eusebio, quien ostenta desde entonces, aunque poco difundido, el honor de haber sido el primero.
Los fragmentos seleccionados por Letras (que accedió a una copia en la Biblioteca Nacional con traducción de Vicente Fatone y Pedro Mozzarelli) hablan específicamente de la región del Alto Paraná.
Penurias en la selva
Tesoros y amazonas
“… Los nuevos tesoros que poseen los indios Carcaras y otros Maias, y otras mujeres que no tienen hombres con ellas sino en cierta época del año que pensamos que sean las amazonas no están más que trescientas millas lejos de nosotros. Pero la tierra por esta parte esta deshabitada, en muchos lugares difíciles de pasar. Sin embargo en cierta época del año están secos, de modo que se pasan, y ya conocemos un camino bastante bueno que hizo descubrir nuestro gobernador (Alvar Núñez) y si no fuese porque en la época en que entrábamos era año malsano, ya tendría cada uno de nosotros veinte mil ducados. Pero Dios no lo quiso entonces. Pronto lo haremos. Entraremos de nuevo y le agradará que cada uno de nosotros se lleve con qué descansar lo poco o mucho de vida que tiene asignado…”.