Chipa, mandioca y mangos dejaron de ser exóticos para los porteños

Domingo 14 de julio de 2013
La chipa conquistó el paladar de los porteños y hoy se la puede comprar tanto en puestos callejeros como en restaurantes o panaderías de todos los barrios, desde los más populares como Villa Lugano o Pompeya hasta los más coquetos como Puerto Madero o Belgrano.
La tradicional chipa fue escalando lentamente el circuito gastronómico porteño y hoy se vende en toda la ciudad. Se puede comprar una chipa tipo rosca a 10 pesos en plaza Miserere, donde los chiperos te la entregan en la mano sin guantes de higiene y nada de marketing. Y también se la consigue en panaderías gourmet de Palermo Soho, donde las venden en paneras de colores a 70 pesos el kilo.
Acá no le dicen chipa sino chipá, con acento en la letra ‘a’ y ya dejaron de ser un producto regional porque hoy comparten góndola tanto en supermercados como en panaderías con churros, facturas y todo tipo de panificados.
“Hace unos cinco años, hacíamos menos cantidad de chipa porque nuestros clientes eran sólo paraguayos o estudiantes de Misiones o Corrientes que nos venían a comprar. Pero ahora también la piden los porteños y por eso la hacemos tres veces al día y se vende todo”, explicó a El Territorio Abel Melgarejo, que tiene una panadería sobre calle Billinghurts a una cuadra de la Universidad de Palermo.
También hay chiperos que recorren plazas y barrios con sus canastos de mimbre sobre la cabeza y otros que se instalan en esquinas típicas de mucho tránsito. Suelen estar desde las 8 hasta que venden toda la mercadería, que generalmente sucede antes del mediodía. “Yo vengo por la mañana y mi señora a la tarde. Compramos la chipa en una fábrica que hay en Laferrere, de unos paraguayos que venden a la mayoría de los chiperos que venimos para la Capital Federal”, explicó a este diario Esteban Aquino, que tiene un carrito de venta ambulante en la esquina de Pueyrredón y Sarmiento.
Hace quince años, los misioneros que vivían en Buenos Aires sólo podían comer chipa cuando algún familiar o amigo se las traía de Misiones. Pero ahora la chipa ya no es algo desconocido por los porteños. Casi todas las panaderías las venden.  Algunas le ponen el cartelito de ‘pan de queso’, otras las hacen saborizadas con panceta o cebolla.
Inclusive hay servicios de delibery de chipa a domicilio, que lo hacen algunas cadenas de pizza, que empezaron primero a obsequiar a sus clientes las bolsitas de snaks que contenían una mezcla de panificados para la merienda o cena y debido al éxito de las chipitas actualmente venden los paquetes exclusivos de esta comida. 
A mediados de los 90 se instalaron en bocas de subte, shopping y estaciones de servicio, unos puestos llamados ‘chipacito’ que ofrecían paquetes de chipitas que sacaban del horno en el momento. Muchos aún siguen funcionando pero cuando las chipas llegaron a las panaderías, este negocio empezó a decaer.
También los cines empezaron a comercializar las chipas. Además de pochoclos y nachos, ahora también es posible comprar cucuruchos de chipitas para disfrutar de los estrenos de las vacaciones de invierno. 
Una de las características que ayudó a posicionar la chipa en el mercado porteño fue que se la ofrece como alimento libre de gluten apto para celíacos. Durante la temporada de verano en la costa argentina, la chipa empezó a venderse en balnearios de Villa Gesell y Pinamar promocionándose con el logo de alimento libre de gluten.

En las verdulerías porteñas
La mandioca también se ganó a sus seguidores en la ciudad del Obelisco. Ya no son vistas como algo raro en las verdulerías. “Nosotros vendemos el kilo a 7 pesos. Al principio solamente la compraba la gente del litoral pero con el tiempo también se fue haciendo conocida para los locales y hoy la compran todos”, explicó a El Territorio el responsable de una verdulería ubicada en la esquina de San Luis y Billinghurts del barrio de Almagro.
Según comentó el verdulero “a los porteños les entra mucho la comida por los ojos. Les gustan las verdulerías donde ven los vegetales apilados de diversos colores. Y con la mandioca al principio pasaba que al venir con tierra era difícil presentarla de manera atractiva. Entonces a mi señora se le ocurrió empezar a convidar mandioca frita a los clientes y así empezamos a venderla”.
El mango, la palta y el mamón también dejaron de pertenecer al grupo de frutas exóticas y hoy son parte de la variada oferta de las verdulerías porteñas. “En mi casa de Posadas se caían los mangos de los árboles y nadie los comía. Nunca pensé que iba a comprar un mango a 20 pesos en Buenos Aires”, comentó Bety, una misionera residente en esta ciudad.

Sopa paraguaya para todos
El creciente número de ciudadanos paraguayos que viven en Buenos Aires ayudó a que la sopa paraguaya se incorpore como una opción más en las rotiserías y restaurantes de algunos barrios porteños.
En la plaza Miserere hay vendedores ambulantes de casi todas las comidas regionales. Allí se puede comprar la porción de sopa paraguaya a 10 pesos.
En rotiserías ubicadas sobre la avenida Rivadavia a la altura del Congreso, también se puede conseguir la típica sopa paraguaya, y tiene muy buena demanda.
 “Tenemos clientes que nos hacen pedidos especiales por ejemplo para Semana Santa o para Navidad, que son las fechas en las que más sopa paraguaya vendemos. Cada vez se va afianzando más esta comida en Buenos Aires” contó el dueño de una de esas rotiserías, Abel Santino.

Por Daniela Cortés
interior@elterritorio.com.ar



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