Leyenda

Martes 27 de enero de 2015
En 1951 se editó en Buenos Aires con prólogo del autor escrito en Apóstoles en 1950 la novela El mensú que triunfó en la selva, de Valentín Barrios, que describe las tribulaciones de Tristán Álvarez que trabaja en los yerbales de la Compañía Industrial del Alto Paraná, en el establecimiento Iberaromí, cerca del arroyo Capií caabúg, en Tres Bocas, camino de Puerto Higuerón.
“Enmarcada en espesa cortina de plantas trepadoras, doradillas y musgos, se veía allá arriba, un desordenado apeñuscamiento de palmeras y amambays. Abriéndose camino entre la espesa urdimbre de helechos y el verde y tierno césped, un grueso chorro de agua caía en cascada entre las piedras. El torrente se rebullía en su lecho para luego derramarse en otras cascadas menores hasta encontrar el cauce principal que se perdía bajo el follaje...”
En ese paisaje, nos enteraremos que los frailes de la antigua reducción jesuítica de Santos Hretá criaban a un tal Anselmo, muchacho quinceañero, que solía pescar en el arroyo, y que cierta vez se sorprendió al ver una extraña criatura enganchada en su anzuelo. Era un teyú, de cabeza bonita y graciosa, de cuerpo torneado, que saltó al agua, escapando. Nadie creyó su historia. Anselmo volvería al arroyo, ya sin anzuelos; era feliz alimentando a la criatura que tomaba, bajo el agua, formas inquietantes de mujer. Anselmo volvía maravillado.
-¿Quién eres, mujer o diosa?
-Soy Teyú cuñá, le dijo echándole sus brazos al cuello.
Las sombras conocen el secreto de aquella relación pero callan. Cuando Anselmo padeció prisión en una celda, una terrible desgracia de vientos y sismos castigó al poblado. Interpretado como un pedido de la misteriosa criatura, Anselmo fue liberado.
“Y fue cosa que maravilló a toda la población ver al muchacho correr hacia el arroyo. Lo esperaba una joven hermosa. Anselmo precipitó a ella y abrazados se arrojaron a las ondas, que se cerraron sobre ellos, ocultándolos para siempre a la vista de los humanos”.

Aguará-í