Decía el domingo pasado -y todavía no me arrepentí- que, después de los estudios universitarios, no hay dinero mejor invertido que en viajar. Pero no lo decía por la diversión o el descanso que supone el viaje de placer sino porque nada enseña tanto como los viajes. Claro que hay modos y modos de viajar y hay viajes que enseñan más y otros menos, pero todos valen la pena. De lo que no escribí es de los viajes de trabajo: esos que vienen con la profesión y que también enseñan tanto o más que el colegio o la facultad. Pero no se imagine la clase Business de Aerolíneas Argentinas rumbo a un congreso en Cancún; piense en quienes lo llevarían a Cancún: en las tripulaciones de Aerolíneas, de Lufthansa o de la línea aérea que le guste y en muchísima gente cuyo trabajo es transportar personas o cosas. De hecho en las rutas de todo el mundo son más los que están trabajando cuando las transitan que los que van de paseo de un lugar a otro. El transporte de personas y de mercancías es una industria que involucra a incontable cantidad de personal.
Fue precisamente en una ciudad de los Estados Unidos que me pasó lo que voy a contar. Volvía en auto de hacer unas gestiones -de trabajar- en unas oficinas alejadas del lugar donde me alojaba, en la otra punta de la ciudad. El GPS marcaba que debía cruzar un paso a nivel del ferrocarril, y justo al llegar a ese punto se bajaron las barreras… Me acordé de mi buena suerte para otras cosas mientras pensaba que sería cuestión de segundos, ya que en los países en los que se cumplen las leyes a rajatabla las barreras se bajan segundos antes de que pase el tren y los trenes pasan a mil por hora. Pero hete aquí que apareció a velocidad muy moderada una locomotora seguida de otra y de una tercera y luego vagones de carga, vagones de carga, vagones de carga, vagoooones de carga, vagooooooones de caaaaaaaaarga interminables. En un momento, ya con la paciencia perdida, apareció otra locomotora que me dio la esperanza de que aquello se terminaba… pero no, siguió otra locomotora y después más vagooooooooooones de caaaaaaaaaaaaarga. Creo que fue en ese momento que empecé a contar y llegué a 50 cuando por fin aparecieron otras tres locomotoras, se acabó el tren y abrieron las barreras. Tengo que agregar que nadie se impacientó y que muchos de los vagones eran chatas con un semirremolque de camión encima. El resto eran contenedores y tanques.
Creo que no hace falta explicar más, pero lo voy a hacer. En la Argentina tractor y remolque son un solo camión en el caso de los llamados semirremolques: cada semi tiene su tractor. Y los que llevan acoplados también constituyen la misma unidad, tanto que sus patentes son las mismas. En el mundo desarrollado, en cambio, los transportes troncales se hacen por vías más baratas, rápidas y seguras como el ferrocarril o las vías navegables, y los camiones sirven sólo para conectar las estaciones y los puertos con los lugares de producción y los de consumo.