“¿Terminaste de leer el libro? Lo dejé en pausa”

Sábado 13 de agosto de 2011
Cuando los adultos y, en especial, los docentes nos ponemos a pensar en qué están haciendo las nuevas tecnologías a la lengua, muchas veces el sentimiento que nos provoca es nostalgia o incertidumbre. Creo que esta última es la más adecuada.
La lectura y la escritura como la aprendimos los mayores (y todavía nuestros jóvenes alumnos) es un proceso cognoscitivo muy particular. Se capta lineal o sucesivamente. Y esto supone que no podemos leer o escribir más que secuencia a secuencia ("secuencia" viene de "sequor" en latín: "seguir"). Ya Borges, que se anticipó a casi todo en su literatura, había previsto la posibilidad de captar el universo en su simultaneidad. Pensemos en los relatos "El aleph" o "El zahir", entre otros.
Sin embargo, la lectura en Internet nos demanda más que una lectura simultánea, una lectura en profundidad. A cada paso aparecen las líneas azules (los enlaces) que nos avisan: si querés, detenete y podés profundizar esta idea leyendo un subtexto -es decir, un texto que está debajo del que estamos leyendo- o podés ver un video e introducirte así en el ámbito multimedia.
Hace unos días le pregunté a mi hija de trece años si había terminado de leer el libro que estaba en su escritorio y su respuesta fue: "Me falta poco. Lo dejé en pausa." La frase me pareció un excelente ejemplo de cómo los medios de comunicación se complementan, se imbrican, se conciben como un todo en la mente de nuestros jóvenes. A un libro, uno le pone play cuando lo lee y por más que lo "deje en pausa" siempre lo estará esperando. Como haríamos con una película en el DVD o con un video de youtube. Creo que las generaciones actuales son generaciones de "transición mediática".
¿Qué entiendo por esto? Que como bien explica la neurobióloga Maryanne Wolf en su libro Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, todavía no tenemos claro qué pasa en el cerebro humano cuando leemos de la manera tradicional.
La ciencia no ha dado respuestas definitivas sobre el tema. Sí, podemos anticipar que, con las nuevas formas de leer, con el llamado hipertexto, las conexiones neuronales se realizan de un modo diferente (nos metemos en un texto como en un juego de muñecas rusas, de un enlace de menor profundidad a uno de mayor profundidad). Por esto, cambiarán seguramente los modos de procesar la información que obtenemos de la lectura y de la escritura. Pero estos chicos que van a la escuela hoy, que estudian en la universidad hoy, leen de las dos maneras: lineal e hipertextualmente. Son una generación que transita los dos modos de leer y que- es curioso- no los encuentra incompatibles. Es posible que sus nietos ya no lean como leemos nosotros y que su manera de procesar la información sea distinta de la que observamos actualmente.
¿Habrá entonces un único modo de leer? ¿Será para mejor? ¿Desaparecerá el libro? ¿Los chicos terminarán reduciendo nuestra lengua a un mínimo conjunto de signos ilegibles? Esto ya es terreno para una futurología demasiado cotidiana y apocalíptica, como diría Umberto Eco. Estas preguntas, que los adultos nos hacemos, requieren más que nunca de una investigación empírica seria y responsable.
Muchos docentes, de todos los niveles del sistema educativo, estamos entrando muy lentamente al mundo de Internet. Nuestros alumnos (y nuestros hijos) lo hacen con naturalidad y sin sorpresas.
Sin embargo, falta tiempo todavía para que la ciencia pueda decirnos qué es lo que ocurrirá con los nuevos modos de organizar la información en nuestros cerebros y, teniendo en cuenta eso, qué didáctica será mejor aplicar para enseñar a leer y escribir a los que se están formando bajo nuestra guía.

Patricia Nigro
Universidad Austral