Bregagnolo: “Hay una dependencia cultural del uso de agrotóxicos”

Domingo 23 de febrero de 2014

Agrotóxicos, hasta cuándo. Es lo primero que se pregunta el licenciado Raúl Aramendy, agroecólogo, profesor en la Multiversidad Popular de Misiones. “El tema no es nuevo, los agroquímicos (plaguicidas y fertilizantes), entiéndase mal y pronto, agrotóxicos, han sido el mal eterno desde siempre para los productores misioneros”, planteó el conocido ambientalista de Aristóbulo del Valle Raúl “Rulo” Bregagnolo. Apuntan que un gran debate recorre el mundo y se agudiza cada día más en la Argentina, uno de los países con mayor consumo de agrotóxicos.
Datos aportados por  Aramendy señalan que el consumo de pesticidas aumentó un  858% en los últimos 22 años, mientras que la superficie cultivada lo hizo en un 50% y el rendimiento de los cultivos sólo aumentó un 30 por ciento. “En Argentina hay un gran negocio para la industria mundial de venenos y se genera un gran problema para la salud colectiva”, añadió Aramendy.

Dependencia
Bregagnolo plantea que “ya no se trata de cómo lo aplican, con o sin cuidados recomendables, sino de la dependencia cultural que se le ha creado a los productores, a quienes se les ha hecho entender obligadamente que sin los agrotóxicos no es posible producir, sometiéndolos a una dependencia generacional fuera de toda lógica”.
Aramendy plantea que los agrotóxicos se acumulan en ciertos tejidos del cuerpo humano y no se desechan, como lo pudieron demostrar diversos trabajos científicos y una campaña -Mala Sangre- realizada en Mar del Plata.
Sostiene que es muy grave que con esta enorme cantidad de veneno se fumiguen áreas donde viven más de 12 millones de personas. “ Estos mismos ciudadanos son expuestos todos los años, durante los mismos meses, a los mismos venenos, pero todos los años se aumenta la dosis de los mismos y paulatinamente se los mezcla con otros tóxicos más peligrosos aún ”.
En Brasil se da un fenómeno parecido al argentino: un mercado desregulado (o de laxas regulaciones que sólo considera a la producción y no al ambiente y a la salud de la población) aumenta progresivamente la superficie cultivada con transgénicos, pero sufre un aumento explosivo del consumo de agrotóxicos que lo llevó a alcanzar el primer lugar como consumidor mundial de pesticidas.

Faltan políticas claras
Bregagnolo observa que “mientras el Ministerio de Ecología y del Agro no trabajen conjuntamente en temas de ordenamiento territorial, que aborden a la par la dependencia agroquímica, y no se establezca una política clara sobre usos agroecológicos de los suelos, la situación de salud, tanto de las personas, de todos nosotros, no sólo de los productores que son afectados directos, y del ambiente, sumado a esto el incumplimiento de la Ley XVI (antes Ley 2980) de Agrotóxicos, estamos ante una terrible crisis ambiental que nos condena como provincia productiva y a la vez propietaria de uno de los bienes más preciados: la selva y el agua”.
Sostuvo que en 2008, “desde algunas organizaciones ecologistas hemos presentado de la mano de la diputada Julia Perié un proyecto de Ley para que se deje sin efecto el uso del herbicida y no prosperó, pero eso hizo gran revuelo”.
Finalmente cuestionó que “las tabacaleras y las citrícolas han hipotecado el futuro de los productores en todos los sentidos, desde la entrega de plantines, los insumos para la mejor producción hasta la compra de ese producto, y ni hablar de la pérdida de libertad en la disponibilidad que tiene el productor por varios años”.


Una campaña a nivel nacional
Según datos aportados por Raúl Aramendy, en la Campaña Mala Sangre demostraron que los agrotóxicos no “desaparecen” luego de aplicados, sino que algunos degradan en metabolitos que persisten en el aire, el agua, y las comidas, y terminan en el cuerpo humano y deprimen el sistema inmunitario. Esto hace que las personas sean más sensibles a enfermarse de distintas patologías.