Andresito y la poesía regional

Lunes 30 de noviembre de 2015
A diferencia de otras personalidades de nuestra historia nacional, son escasos los datos biográficos de Andrés Guacurarí y aquellos con que se cuenta son imprecisos. Algunos historiadores creen que nació en el actual suelo correntino, en Santo Tomé; otros afirman que fue en San Borja, Río Grande do Sul, un 30 de noviembre, día de San Andrés, entre 1778 y 1790.
De sangre guaraní y humilde procedencia, su educación incluyó el conocimiento del español y el portugués. En las Misiones, recibió formación militar y religiosa y desarrolló notable pulcritud en la escritura. Dado al arte, cultivó la música como casi todos los jóvenes guaraníes que se formaron al cuidado de los padres jesuitas. Los sucesos de la Revolución de Mayo alcanzaron su interés y atento a las cuestiones sociales que entonces afligían a los sectores populares, en 1811 se unió al Protector de los Pueblo Libres, José Gervasio Artigas, como su hijo adoptivo y poco después como Comandante General de las Misiones, un cargo equivalente al de Gobernador.
De 1815 a 1819, participó activamente en las acciones destinadas a defender las fronteras de nuestra tierra misionera frente a los avances de las fuerzas lusitanas. Es posible afirmar que junto a Artigas se formó políticamente y tuvo contacto con los principios democráticos, republicanos y federales imbuidos en la Liga de los Pueblos Libres. En el marco de la gesta para recuperar el esplendor de la época jesuítica, junto a Artigas, fue protagonista de profundas transformaciones sociales y agrarias que serían beneficiosas para la comunidad guaraní que poblaba esta tierra. En plena acción revolucionaria, fue hecho prisionero por los portugueses y su muerte habría acontecido en 1821. Tendría no más de 43 años.
La poesía misionera y del litoral entero evoca su inmensa figura que signa estos tiempos. Son versos sentidos que convocan su liderazgo y su entrega a las causas nobles. Algunos autores componen su retrato con los datos de la historia, otros rescatan su memoria y reconstruyen su ideario a partir de una poderosa intrahistoria, arraigada desde aquellos naturales contemporáneos de Andrés hasta alcanzar la fuerza del mito.
Ana Antonia Hereter dice en su poema Andrés Guacurarí que su figura es la del ¡Indio héroe! Su retrato es la réplica del caudillo generoso y valiente, fiel a los suyos: […] llevó sangre natural en sus entrañas,/ y el amor propio rebasó su estirpe./ La lanza le dio el coraje,/ junto a su postura y razón firme. Es posible ver en estos versos a un hombre centrado en un objetivo claro y despojado de intereses personales: La libertad de Misiones fue su meta/ y se impuso a las huestes enemigas.
La composición de su estatura moral llega hasta la heroicidad, digna de un modelo a seguir: Su vida no importaba, mas sí la patria/ que palpitó en su espíritu en cada instante. Y con esa convicción incorruptible recorrió los escenarios de nuestra región: Rincón de la Cruz, Loreto, Santa Ana,[…] La raza de Mbororé/ demostró valentía […] La fuerza de la etnia y el linaje que lo constituyen adquieren aquí un carácter sustantivo.
Julio Gustavo Ríos Bordón por su parte, denuncia en su poema Bandera guaraní, la problemática actual relacionada con la construcción de represas, las operaciones desafortunadas con las tierras, el atropello a los derechos de los pueblos originarios y los negocios de compra y venta de territorios de nuestros glaciares. Invoca entonces al general indio y es muy elocuente: […] que se alce Guacurarí gritando ¡guerra!/ al nuevo invasor, […] al guaraní le sobra coraje para hacerlo,/ corazón guerrero, que vuelve valiente a mi pueblo.
La advertencia es puntual: Verán pasar las canoas al acecho/ corriendo río abajo en entrevero/ verán en cada orilla una lanza/ y en cada pescador a un guerrero. El espíritu de Andrés, su impronta, el esplendor de su lumbre en nuestra memoria: Sobre la niebla blanca viene bajando […], se multiplica en cada hombre, en cada individuo de estas fronteras. Hay confianza en el poeta que confía en la Historia: […] la pluma justiciera/ buscará la mano que la escriba sin amagues.

Por Carmen Herheluk de Monzón
Profesora y licenciada en Letras