Duchamp

Domingo 29 de marzo de 2015

Charles Fort compiló en El libro de los condenados (1919) una frondosa serie de fenómenos asombrosos ocurridos entre fines del XIX y principios del XX desechados por la ciencia de su tiempo por ser inusuales, raros, aislados y no componer una ley que los agrupe, (por lo tanto, 'condenados'). Y se preguntaba Fort cómo interpretarían, por ejemplo, esos luminosos peces del fondo oceánico una 'lluvia' de desperdicios arrojados por un transatlántico. Una simple partida de ajedrez servía a Jorge Luis Borges para expresar en verso su síntesis cosmológica: propone al final de Ajedrez (1960) que la Pieza - que se cree dueña de su albedrío - ignora que la mueve la mano del Jugador, aunque a este parejamente la de Dios, y entonces en abismal sucesión Borges se pregunta qué dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías… inspirado quizá en una vieja rubaiyyat de Omar Khayamm, el persa, que vislumbró mucho antes algo parecido (1150) e imaginó que el hombre es otra pieza en un tablero de noches y días, hasta que el destino lo alza para echarlo a la Caja de la Nada.. Pasa igual con las láminas de Hermann Rorschach (1917) esas manchas que revelan personalidades, pero en criollo, el poeta Campoamor (1850) patentó la idea sustancial en su célebre: En este mundo traidor nada es verdad ni mentira todo es según el color del cristal con que se mira.
Y pareciera que ciertamente venimos al mundo con un par de anteojos de cristales cambiables colgando de las orejas del lado de adentro de la cabeza, donde habita la Musa, porque disponemos de la hermosa facultad de dar a todo objeto e imagen un sentido subjetivo, diverso del formal, caleidoscópico, poco rutinario y en algún sentido, iconoclasta. Fue el caso de los conos anaranjados, la cuarta luz del semáforo instalados en las cunetas, que preservan el lugar para vehículos de funcionarios. ¿No resultará esa transformación simbólica del cono una instalación de arte pop a la manera de Marcel Duchamp?

Aguara-í