Baño de realismo

Lunes 8 de febrero de 2016

El presidente Mauricio Macri deshoja la margarita para decidir si el 1 de marzo, ante la Asamblea Legislativa, finalmente va a desnudar ante la Nación la llamada "herencia recibida" y, si decide hacerlo, si procederá con crudeza o en forma moderada, dicho en términos de estrategia, si en estas cuestiones tan políticas se va a aplicar un shock para conmover o avanzará, como en los temas económicos, con cierto gradualismo.
Hasta ahora, el Gobierno ha sido más que cuidadoso para caminar por el filo de la cornisa sin hacer denuncias rimbombantes, aunque lo hizo sin mostrar demasiado sus cartas en esa materia, como si además tuviese algún temor casi corporativo de explicar estos temas, habida cuenta que en la Argentina los políticos y sus socios sindicalistas y empresarios han sido desde siempre prebendarios y acomodaticios. Objetivamente, existen, es cierto, algunos condicionantes de la situación, como la necesidad de avanzar en un buen clima de diálogo que sume voluntades en el Congreso y muchos creen dentro del Gobierno que una denuncia dura pude trastornar los planes para obtener la sanción de leyes, que vienen más o menos bien. Por otro lado, no decir nada dejará con sabor a poco a muchos furiosos antikirchneristas que quieren el cadalso, pero también la vindicta pública, para los corruptos.
Un ministro le confesó a DyN que ya existen "datos fehacientes" que debilitarían el relato de la década ganada, detalles que todos los días van recogiendo los funcionarios en todas las dependencias estatales donde se han instalado, en muchas de ellas con cierta resistencia de las estructuras.

En las tareas de inmersión en los problemas de la administración del Estado, si bien el estilo es aún de "por favor" y "muchas gracias", hay varios de los lugares donde han aterrizado las nuevas autoridades en los que han tenido que hacer un curso acelerado de guerra de guerrillas, metiéndose de apuro en las trincheras con casco y equipo para poder soportar el fuego graneado al que se las somete el día a día, cuyo factor esencial desde el minuto cero fue la resistencia de los cuadros del kirchnerismo más duro.
Esa inmersión en el realismo de lo que es gobernar, ha sido persistente desde el 10 de diciembre para acá y factor fundamental de algunos tropezones políticos bien notorios del Gobierno. Sin embargo, de a poco, a fuerza de prueba y error, quizás con algo menos de energía que en las primeras semanas y probablemente consciente de las restricciones políticas que sufre, Macri busca subsanar las dificultades, tal como retocó la velocidad de crucero de las correcciones económicas.
A esa casamata armada de apuro en cada dependencia hoy le llueven los misiles por derecha y por izquierda, desde la ortodoxia y el populismo. Desde afuera, al Presidente le pegan fuerte los fundamentalistas de la economía, quienes dicen que se kirchnerizó, que se siente confortable con el tipo de cambio atrasado y que no mete el bisturí a fondo en el gasto público. Pero, también lo castigan desde el otro lado, quienes lo acusan de estar orquestando un ajuste económico "brutal", con consecuencias sociales imprevisibles.
También los problemas para el Gobierno están bien adentro de las estructuras, ya que debido a los números de "despilfarro" que dejó la anterior administración hay notorios crujidos y se ha dado la orden "de bien arriba" de achicar los presupuestos. Entre esos desajustes están los numerosos nombramientos hechos en el Estado hacia el final de la gestión kirchnerista y su marcha atrás, otro de los motivos de gran tensión.
Este último tema, que ha generado la rápida reacción de los gremios estatales, cuyos dirigentes no quieren perder ni clientela ni aportantes y llaman a paros y movilizaciones, tiene varias aristas bien claras que el Gobierno inexplicablemente no verbaliza del todo.
A todos estos grandes dolores de cabeza y de victorias fugaces que le depara al Presidente y a sus colaboradores la política de entrecasa hay que contraponerle como altamente meritorio lo que el nuevo gobierno está haciendo en materia internacional. No sólo porque se avanzó mucho en la posibilidad de arreglar con los acreedores externos, sino porque la agenda internacional de la Argentina vuelve a ser variada e importante. En unos días, llegarán nada menos que Matteo Renzi y François Hollande y el Presidente irá a ver al Papa.

Por Hugo E.Grimaldi
Para Dyn