Tres artistas

Miércoles 4 de marzo de 2015

Cada fin de febrero será recordado sin duda entre los misioneros amantes del arte, y los memoriosos que lo anuncien, porque en ese mes, además de Horacio Quiroga que se suicidó en 1937 (18), se nos han ido en pocos años, con llamativa cercanía de fechas, tres artistas de paladar negro: Tito Busse (24), Raúl Delpino (25) y Mandové Pedrozo (26). Tito murió el año pasado, Raúl en el 2008, y Mandové en el 2007. Entre las muchas y buenas paletas que ha dado la tierra roja (ya sea por origen o por puerto predestinado) ellos componen - de algún modo ahora hermanados por el almanaque y las efemérides - una tríada sin par.
Crayones, plumines y acuarelas que supieron en sus manos entregar para el goce y el asombro del observador la felicidad de la identificación, figurativa o abstracta, de los símbolos misioneros, han quedado desde entonces tiesos, resecándose en ellos el pigmento que ya no revolucionará la lámina. Sólo la memoria.
Los unió también la calle Bolívar: Tito tenía su atelier en la esquina de San Lorenzo, Raúl en la sala Solís, sobre el Bosetti, (entre Buenos Aires y Rivadavia) y Mandové en la habitación 615 del viejo hotel de Turismo, en la esquina de Junín. (“Calle Bolívar - decíamos con Tito al remarcar esta coincidencia - otro río urbano, no de agua sino de pintura, un sendero que nos conduce… ¿adónde?")

Tenían los tres, además, cierta virtud callejera; uno quizá fuera más bohemio que el otro, alguno, fatigado, quizá levantó los remos antes; una misión parecida, la secreta historia de vida que confidenciaban en cuentagotas, y esa inescrutable convergencia en Posadas. Quienes los conocimos, supimos admirar (además de lienzos, bocetos o historietas) la lucidez y la calidad humana. El trazo exquisito y detallista de Raúl, el cifrado mensaje político de las tintas de Mandové, y el cimbronazo místico, desde la armonía de las formas a sus luces, de la obra de Tito, integran desde “cada asignado febrero” la pinacoteca popular de los misioneros.

Aguará-í