Quaranta, el samaritano del aire

Domingo 20 de octubre de 2013
Su nombre jerarquiza el asfalto. Hasta podría parecer una ironía dado que trascendió como un samaritano del aire. Don Luis Francisco Quaranta fue el primer aviador en Misiones, en tanto su reconocimiento público se debe más a un hecho histórico: promovió una colecta para comprar el primer avión sanitario del país de uso civil  siendo el único medio aeronáutico que aterrizó en el Hospital Madariaga entre las décadas del 30 y 40.
Quaranta  era doctor bioquímico farmacéutico, egresado de la Universidad de La Plata. Nacido en Entre Ríos e hijo de inmigrantes italianos, echó raíces con María de las Mercedes Pavón (oriunda de Santa Ana). La señora, debe decirse, este mes celebra su cumpleaños 101.
Tuvieron cuatro hijos, de los cuales es Ana (67) quien toma la posta y lleva adelante la reconstrucción de la aviación en la tierra colorada. Es un trabajo de archivo que demanda mucho tiempo pero ella cuenta con la voluntad y las herramientas académicas para cumplir con esa asignatura pendiente.
Ana Quaranta es profesora de Historia y está jubilada. Casada, tiene dos hijos varones, cuatro nietos y conserva sin recelo un valioso anecdotario. Con amabilidad y de impecable presencia, abrió las puertas de su casa a El Territorio para revivir el legado de su progenitor.
Don Luis murió a los 60 años, consecuencia de un infarto; por entonces Ana transitaba sus quince primaveras. Para referirse a él  una palabra se impone: solidaridad. “Era un tipo sumamente trabajador y muy solidario. Inculcó la solidaridad y la convicción de que hay que servir a la comunidad”, será su primera frase.
Cuando Misiones no había alcanzado el rango de provincia y la aviación enfrentaba las dificultades propias de una actividad que sólo dos décadas atrás había comenzado en el país, el bioquímico devenido en piloto, trabajó incansablemente para promover la actividad aeronáutica en el rojizo terruño, por entonces aislado, distante por su geografía, por la falta de caminos y medios para acercar distancias.
“Estando recibido le hacen una oferta para venir a trabajar al Hospital Regional de Posadas, lo que es hoy el Hospital Madariaga. Le ofrecen venir en la década del 20 y acá se hace cargo de la Dirección del Laboratorio. Al mismo tiempo hacía cursos de aviación en el Aeroclub Posadas que él funda junto a otros misioneros. La única forma en la que se trasladaba la correspondencia al sur del país y a Asunción, pasando por el nordeste argentino, era con una empresa francesa que se llamaba Aeroposta. La Aeroposta era el correo aéreo que había a principios de siglo pasado en Argentina. Llegó a ser director del correo aéreo Aeroposta Antoine de Saint-Exúpery, que también estuvo en Misiones e hizo vuelos de bautismo, mi papá y mamá volaron con él. Como necesitaban una escala que permitiera buscar combustible entre Curuzú Cuatiá y Asunción, eligieron Posadas. Hacen contacto con papá y le piden que creara el Aeroclub; así surge en 1929 el Aeroclub Posadas que prestó un servicio maravilloso porque fue el único club aéreo del país que tuvo el primer avión sanitario comprado con colecta pública en 1936”, relata la hija de Quaranta.  Se trató de un biplano denominado Waco, modelo ZQC-6 – matrícula LV-JDA.
El Territorio lo bautizó el samaritano del aire, y esa etiqueta quedó impresa en la conciencia colectiva. Es que Don Luis tuvo un mérito que pocos podrían atribuirse. Jamás cobró un peso de su sueldo como instructor de piloto. “Mi papá le pide al director del hospital cortar los eucaliptus porque en ese entonces no había pista de aterrizaje, después de analizarlo López Torres le dice ‘las vidas primero que los árboles’. Del hospital bajaba a los enfermos o los llevaba al interior. Llegó a hacer dos vuelos diarios a Buenos Aires, cuatro horas le ponía al avioncito, y aclaro que en Aeroclub no había iluminación entonces papá daba vueltas con el avión y entonces el mecánico salía y prendía los tambores”, describe Ana. ¿Y cómo se tomaba Doña Mercedes la labor de su marido?. “Mi mamá lo acompañó muchísimo, siempre cuenta que ella lloraba cuando venían de noche o de madrugada a buscarlo a papá y le golpeaban la puerta (vivíamos por 3 de Febrero) y le pedían que los llevara en el avión sanitario, ya sea porque tenían un hijo agonizando o alguien se había quemado. Mamá le rogaba: ‘no vayas, es de noche, esperá mañana’ y entonces él le decía ‘salí vos y decíle a esa señora que no voy a ir, si vos le decís yo me quedo’”.  Y ahí terminaba la discusión.
Anécdotas hay por docenas. De las buenas y de las otras. Claro que las primeras ganan por goleada.  “Para fin de año compraba helados y golosinas y llevaba a todas las nenas del Hogar Santa Teresita con sus hijos al campo de aviación. Hacía vuelos de bautismo con los chicos. Y después hacía que nosotros – los hijos – tiráramos las golosinas desde el avión. Ese recuerdo lo tengo muy presente”, comenta Ana e inevitablemente se le dibuja una sonrisa en honor, tal  vez, a aquellos momentos, aquella infancia.
Con Don Luis Quaranta todo era aprendizaje. Aún en los momentos más tensos, podía reflexionar sobre el valor de la vida. Eso le sucedió cuando Agapito Pajes, el hombre más rico de Posadas, murió a su lado, debajo de un árbol en un campo de Entre Ríos.
“El dueño del Hotel España, se llamaba Agapito Pajes. Era un español adinerado. Se enfermó y entonces pidió que lo llevara el avión sanitario a Buenos Aires. Cuando papá lo está llevando se desata una terrible tormenta entonces no le dan pista y le ordenan desde la torre volver y buscar pista en Entre Ríos, saliendo del foco de tormenta. Regresa a Entre Ríos y la tormenta no le permitía bajar. Finalmente como se le acababa el combustible decide aterrizar en un campo privado. Una vez que aterrizaron, papá le administra una medicación para calmarlo y lo pone debajo de un  árbol. Y ahí muere el hombre más rico de Posadas”, cuenta Ana. Se toma unos minutos para ser fiel a las palabras que sobreviven en su memoria: “Papá siempre decía:  ‘que ironía cuando uno tiene una necesidad de salud, no vale toda la plata del mundo’”.


Su vida y las múltiples actividades
Luis Quaranta nació en Paraná, provincia de Entre Ríos, el 9 de marzo de 1900 y falleció en Buenos Aires el 1º de noviembre de 1960. Hijo de inmigrantes italianos llegados hacia el 1890 desde de la región de Piamonte, más precisamente de la ciudad de Torino, a la provincia mesopotámica, donde se dedicaron a la actividad agrícola y ganadera. En la ciudad de Paraná cursó sus estudios primarios y secundarios y en la Universidad Nacional de La Plata obtuvo el título de Doctor en Bioquímica y Farmacia. 
Por su actividad profesional se radicó en Misiones donde por muchos años fue Jefe del Laboratorio del Hospital Regional de Posadas. Por ello en la década del 60 se impuso su nombre a dicho laboratorio y posiblemente desde ese lugar de servicio, encontró la manera y oportunidad de consagrarse a la entrega generosa de transitar los cielos en vuelos sanitarios hacia el Hospital e interior de la provincia y cuando era necesario a la Capital Federal y otros centros del país.
Contrajo matrimonio con María de las Mercedes Pavón, oriunda de Santa Ana, con la que tuvo cuatro hijos. De firmes convicciones morales dejó el sello de un proceder honesto y una recta actuación en cada una de las expresiones de su vida privada y pública. Supo desempeñar múltiples y disímiles actividades. Fue docente, profesor de Física y Química en el Colegio Nacional Martín de Moussy y en la actividad privada y a nivel empresarial se dedicó al transporte fluvial, tanto comercial como turístico. Fue socio fundador de la empresa “Blumenau” dedicada a la exportación de té y productos regionales. Integró la Logia Roque Pérez; socio activo de la Biblioteca Popular de Posadas con el número de orden 24, socio fundador del Club de Pesca y Náutica Pirá Pytá y Club Social de Posadas, donde recibiera el reconocimiento a sus diez primeros años de labor aeronáutica y fuera declarado  “Propulsor de la Aviación en Misiones”.
En 1929 fundó junto a otros posadeños el Aeroclub Posadas, Institución que presidió por varios períodos en tiempos que todo estaba por hacerse y desde la que trabajó incansablemente fomentando la actividad y colaborando en la  fundación de aeroclubes en el interior de Misiones.
El 24 de junio de 1931 obtuvo el brevet de piloto bajo la instrucción del Sargento Secundino Vargas de la Escuela de Aviación del Ejército, institución de la que dependía toda la actividad aérea en el país. Posteriormente en Buenos Aires hizo el curso de piloto instructor.

Por Griselda Acuña
gsacuna@gmail.com


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