Concretó la idea de cocinar en la chacra para vender en la ciudad

Viernes 12 de julio de 2013
Alejandro Bremn trabaja desde hace catorce años en la elaboración y venta de galletitas artesanales, una actividad que comenzó casi como un juego y hoy es el principal sustento de su familia en Capioví. “Mi mamá fue la precursora. Ella siempre se destacó haciendo todo tipo de repostería y un día se animó a vender sus comidas y así nació este emprendimiento”, contó a El Territorio, el joven misionero.
Hoy las recetas de María Bremn -la madre de Alejandro-  ya tienen marca propia. Se llaman  galletitas ‘Maía’  y se venden en algunos negocios de Capioví. Aquella idea que se le ocurrió en 1999, de probar si podía vender sus galletitas a los vecinos o conocidos, funcionó muy bien. “La gente de la zona Centro ya nos conoce y sabe de la calidad y buen gusto de nuestras galletitas artesanales. Ahora queremos llegar al público de Posadas”, contó a este diario, Alejandro Bremn.
El emprendedor estuvo la semana pasada en Buenos Aires, mostrando y vendiendo sus panificaciones, junto a otros productores de la provincia, que fueron invitados por el Gobierno misionero a exponer sus comidas y bebidas en la feria Caminos y Sabores que se realizó en el predio de La Rural de Palermo.  
En un stand ubicado en pleno corazón de la feria culinaria, Alejandro se encargó de convidar al público todas las variedades de galletitas que trajo desde Capioví. Y también ofreció la novedad del momento: unos bocaditos salados, llamados ‘rosquitos’ que son una especie de chizito pero elaborado con harina de mandioca.
“Que rico, tiene el mismo gusto de las chipitas pero crocante y pequeño”, señaló a este diario Soledad Bernetti, una ocasional visitante de la feria Caminos y Sabores que probó los rosquitos en el momento que El Territorio entrevistaba a Bremn.
“Es la primera vez que llegamos a una feria tan grande como Caminos y Sabores. Por suerte hasta el momento vino mucho público a comprar nuestras galletitas artesanales y obvio la estrella del stand son los rosquitos, que prácticamente ya se vendieron todos. No nos quedó nada”, comentó entusiasmado Alejandro.

Se agrandó la cocina
Cuando María Bremn comenzó a comercializar sus primeras galletitas, sus recetas comenzaron a hacerse populares en los alrededores de la casa familiar donde los preparaban. De boca en boca, los vecinos comentaban la exquisitez de esas galletitas y así el radio de venta se empezó a extender.
Entonces la familia Bremn tomó coraje y se lanzó a producir más cantidad y más variedad de galletitas. “Hoy ofrecemos 16 tipos de variedades de galletitas dulces: de miel, de coco, maní, navideñas que vienen con confitados, bocaditos de salvado y avena, sconcitos cítricos, alfajorcitos de dulce de leche. El cuarto de galletitas cuesta $15 y la bolsita de rosquitos de almidón $20”. En Caminos y Sabores aceptaron el convite del cocinero misionero. La firma Maía vendió casi todo lo que trajo a Buenos Aires. 
La cocina de la familia Bremn siempre fue el gran laboratorio en el que la madre e impulsora del emprendimiento, Doña María, preparó sus ideas. Hoy ese espacio les quedó chico, por eso construyeron en la misma chacra un lugar específico para preparar las galletitas. “Al principio podíamos preparar todo en la cocina familiar, pero después nos tuvimos que agrandar porque al trabajar con mayores cantidades necesitábamos un espacio mejor acondicionado”, explicó Alejandro.
Hoy el emprendimiento gastronómico funciona en la chacra de los Bremn, ubicada en el kilómetro 1463 de la ruta 12 en Colonia Capiovicito y toda la familia esta involucrada en el emprendimiento. “Mi madre fue la creadora de todo y hoy los hijos estamos siguiendo sus pasos”, explicó Alejandro.
En cuanto a los ingredientes que utilizan para fabricar las galletitas, Alejandro explicó que “casi todos los insumos los sacamos de nuestra propia chacra, donde tenemos animales y las plantaciones necesarias para la elaboración de los panificados. Desde el almidón hasta la crema con la que decoramos las galletitas, todo lo hacemos nosotros en nuestra chacra”. Ésta es sin duda una gran fortaleza del emprendimiento porque implica tener la materia prima al alcance de las manos.


“El sacrificio vale  la pena”
Consultado sobre cuál fue el aprendizaje que pudo capitalizar durante estos catorce años del emprendimiento culinario, Alejandro dijo que “sin dudas, el sacrificio vale la pena. Hay que plantearse objetivos a corto plazo. Empezar bien de abajo con la gente de la zona y después tratar de extenderse a otros lugares. Nada se logra sin esfuerzo. Nuestra familia se levanta todos los días antes de la 5 de la mañana para empezar el trabajo y no paramos en todo el día. Lo hacemos con alegría porque esta actividad es la que sostiene hoy a los cuatro miembros de la familia”.
Finalmente dijo que “no es fácil la vida en la chacra y muchas veces fuimos tentados para venderla. Pero hay que valorar la tierra que tenemos y tratar de lograr trabajo digno a partir de lo que nos brinda. No es sencillo pero vale la vena intentarlo con responsabilidad”.