Que no decaiga

Miércoles 30 de julio de 2014

Luego del aplastante 5-0 que consiguió en el choque de ida, San Lorenzo buscará  esta noche asegurar su pase a la final de la Copa Libertadores, una instancia a la que nunca llegó y que desvela a sus hinchas, al visitar al Bolívar en la temida altura de La Paz.
El partido se jugará a partir de las 21.15 hora argentina en el estadio Hernando Siles y será arbitrado por el ecuatoriano Carlos Vera. Fox Sports lo televisará en directo.
Para mitigar los efectos de los 3.600 metros de altura de La Paz, el plantel de San Lorenzo se instaló en Santa Cruz de la Sierra y recién llegará a la capital boliviana unas horas antes del encuentro.

El cuerpo médico de San Lorenzo les dará a los jugadores citrato de sildenafil, popularmente conocido como viagra, un medicamento que aumenta la potencia sexual y a la vez disminuye la presión a nivel pulmonar y ayuda a la regulación del aparato respiratorio.
San Lorenzo llega a la revancha con la tranquilidad que le dan los cinco goles de ventaja que sacó en el Nuevo Gasómetro pero consciente de que no deberá relajarse para evitar una reacción del conjunto boliviano.
Los ingresos de Gonzalo Prósperi por el suspendido Julio Buffarini y de Nicolás Blandi por Mauro Matos serán los cambios que hará el técnico de SanLorenzo, Edgardo Bauza, en relación con el encuentro de ida.
En el Bolívar podrá jugar el mediocampista argentino nacionalizado boliviano Gerardo Yecerotte, quien había recibido su tercera tarjeta amarilla en el partido de ida ante una infracción que en realidad había cometido su compañero Damir Miranda.
La dirigencia del club boliviano apeló la sanción impuesta por la Confederación Sudamericana de Fútbol y la Conmebol dejó sin efecto la sanción a Yecerotte.
El técnico del Bolívar, Xabier Azkargorta, pondrá hoy al ecuatoriano Carlos Tenorio en lugar del colombiano Oscar Rodas.


Emotiva carta de una hija a su padre
Mi nombre es Lucía Daniela Bodo, Socia Nº 44030. Hace más de 12 años que voy a la cancha con mi papá, Juan Carlos Bodo, socio Nº 44028. Gracias a San Lorenzo hemos compartido sentimientos y experiencias únicas. Mi papá no me solía abrazar seguido, sin embargo, bajo las luces del Nuevo Gasómetro en cada gol lo tenía rodeándome en sus brazos.
Mi viejo no lloraba nunca, aunque últimamente con sus problemas de salud, más de una vez lo vimos lagrimear. Sin embargo, no sentía vergüenza de hacer pucheros y dejar caer las lágrimas ante un resultado agónico, una clasificación épica o un éxito social como el día en que volvimos a Boedo.
Mi viejo era quien quería estar ahí, solo ahí, en la butaca 20 de la fila 7 del sector preferencial en la platea Sur. Y yo, su hija del medio, fui la única testigo de eso por años.
El miércoles 23/07, luego de más de un mes de vigilia y ansiedad por ver a su San Lorenzo querido al fin en la semifinal de una Copa Libertadores, fuimos a la cancha como lo hemos hecho cada vez durante estos 12 años. Tuve la suerte, profunda suerte, de que nos abrazáramos tres veces en la misma noche: la primera en el gol de Matos, la segunda en el de Emanuel Mas y la tercera con la definición del Pichi Mercier. Esa tercera, yo no lo sabía y él tampoco, sería la última.
En el 3-0 me dijo que se sentía mal y que iba al baño. Lo seguí. Lo seguí por esas cosas de la vida, porque cada vez que fue al baño siempre me decía que me quedara sentada. Pero esta vez lo seguí. Ya en el entrepiso de la Sur, se sentó en el suelo y con una cara de preocupación rara me dijo que le dolía el pecho. Corrí, grité, transpiré la camiseta como los 11 que mientras tanto le regalaban a mi viejo la clasificación a la final. Hasta que encontré una ambulancia. En la ambulancia, que hizo lo más rápido que pudo hasta el hospital Piñeiro, mi papá se estaba dando por vencido, no paraba de mirarme y de hacerme entender que había estado donde quería estar y con quien quería estar. Antes de bajar de la ambulancia, le dije que San Lorenzo estaba ganando 4-0 (el cuarto lo escuché de lejos) y me dijo: “Bueno, mejor así”.
Así es como quería dejar las cosas, con el sueño de la Copa Libertadores casi servido para que yo lo disfrute por los dos. Mejor así, como dijo él, mejor así que vinimos a ver a nuestro amado San Lorenzo hoy, juntos, y nos abrazamos tantas veces. Mejor así que murió una hora después con la azulgrana puesta y con la tranquilidad de que yo estaba cerquita, muy cerquita suyo. Mejor así, que lo último que vio fue el gol del Pichi Mercier y mi cara diciéndole a los ojos que todo iba a estar bien. Esta es la historia más triste que me tocó relatar en mis 27 años. Pero es la historia que quiero que conozcan. La de un cuervo de ley, que murió en los tablones, fiel a su amor San Lorenzo. Es la historia de un socio refundador, de un guardián de la vuelta a Boedo, que desde hace rato ya tiene pagado su metro cuadrado. Es mi historia, la de una chica que amaba ir a la cancha con su papá y que a partir del miércoles pasado sólo lo hace desde sus recuerdos.
No pretendo nada con este mail. Sólo contarles la historia, porque el club también es mío y quiero compartirlo con ustedes. Que las autoridades de San Lorenzo sepan la calidad de socios, de hinchas que tienen. Que entre todos sigamos haciendo grande a la institución porque realmente, es grande por su gente, por gente como mi viejo.
¡Gracias!

Lucía Bodo