El último Romántico

Lunes 26 de enero de 2015
Símbolo se nace. Y Juan Román Riquelme es uno de ellos. Con el agregado de que regaló lo que sabe hacer, jugar al fútbol (en realidad a la pelota), en estos pagos, en los que este deporte es el común denominador.
Ese niño que decía que lo único que sabía hacer era jugar con la redonda, rápidamente acaparó la atención en inferiores y construyó una carrera que sólo le pertenecen a los grandes. Previo al adiós de ayer del profesionalismo (Más Deportivo), del 96 al 2014 fue multicampeón con Boca -club de sus amores- y también cosechó logros con la selección, entre otros; aunque lo más importante fue que respetó la esencia de este deporte: el juego.
Ver jugar a Riquelme podría compararse con ingresar al Colón con el frac y la galera. Dueño de una personalidad particular, generó amores y odios, fue hábil para las disputas mediáticas y también líder en el momento de formar parte de un grupo. Con un agregado: dicen que nunca les dio un peso a la barra, la que habitualmente posiciona a los ídolos de acuerdo a su conveniencia.
Román no necesitó de nadie para ser lo que fue. Hasta inactivo, regresó y marcó el camino. Como dijo alguna vez Claudio Borghi, "lo pondría a jugar en el patio de mi casa".
Ahora será momento de la nostalgia: habrá que empezar a repasar los programas retro para deleitarse con su magia. Román recuperará el tiempo con su hijo, viendo fútbol, y ya no se lo escuchará demasiado declarar en tercera persona. Antes, dejó un mensaje: "Ojalá me recuerden como una persona que trató de jugar lo mejor posible". Precisamente eso supo hacer: jugar. Digno de un romántico.

Gilberto Pérez
Jefe de Cierre
gperez@elterritorio.com.ar