Bandadas

Lunes 20 de octubre de 2014

El etnólogo alemán Friedrich Mayntzhusen estudió en la región a los guayakís y se adentró en su mitología. En su libro esencial dice: “El sol es pensado (por los guayakís) como una gran bola hueca en cuya cavidad se refugian en invierno las aves migratorias. En primavera estas caen de allí sobre la tierra y a veces cae con ellas también fuego del cielo y se produce viento”.
El escritor francés Antoine de Saint Exupery (vino en avión a Misiones en 1930) escribió una de las historias más bellas de la literatura universal. Adoptó para el viaje de su entrañable Principito desde el asteroide a la tierra una imagen parecida. Dice: “Creo que el principito aprovechó la migración de una bandada de pájaros silvestres para su evasión”.
Ambas imágenes - quizá reminiscencias de sus propias infancias en Hamburgo y Lyon, reencontradas en otros ámbitos - claras y elocuentes, refieren a esas formaciones aéreas convergentes, lentas, a las altas y lejanas bandadas que suelen verse cruzar el cielo silenciosamente hacia el ocaso cada tarde de verano y que además de dejarnos un tono poético impregnan el momento de un indefinible sabor melancólico. ¿Buscarán en su migración esas aves la gran bola hueca de los guayakís que brilla en el oeste desde el Principio para refugiarse en ella hasta la primavera para volver a caer sobre la tierra? ¿O, nos traerán en sus regresos alguna vez de nuevo al Principito que aferrado con cintas a ellas deja el asteroide y recorre esos misteriosos planetas hasta llegar al nuestro?

Guayakís y Principitos conocieron secretos de una ciencia sin leyes, que nosotros desconocemos o acaso si alguna vez los supimos, los fuimos olvidando. Sin embargo, ese tono y esa melancolía de la tarde, en el monte o el desierto, son vestigios de aquellos conocimientos que no podemos recordar del todo y al evocarlos en las declinaciones del cielo o entre las estrellas de la noche, sentimos que también se alejan sin reclamos otras aves, el tiempo y la vida.

Aguará-í