El alma que seguía en su puesto de vigilador

Domingo 15 de febrero de 2015
El aparecido. | Caminaba entre las sepulturas cumpliendo con su antiguo trabajo, aseguró Ramón Antúnez.

Ramón Antúnez (65) trabajó 15 años en el cementerio local hasta que se jubiló, un tiempo vivía justo enfrente. El hombre aceptó recorrer con a El Territorio el camposanto y durante la charla confió que cuando le tocó ver algo extraño, no le buscó una respuesta lógica, “simplemente sucede, yo ví algo raro sólo una vez y fue algo asombroso y muy nítido y real, pocas veces cuento esto”, presentó con suspenso su relato.
Ramón tomó el trabajo de cuidador en el tiempo de la dictadura cívico-militar, cuando le ofrecieron el puesto dejó la chacra y se estableció en la ciudad, “era un trabajo mensual seguro, me decidí rápido y aprendí que hay que tener miedo a los vivos y no a los muertos”. 
En los primeros tiempos el cementerio La Piedad no tenía reglamento, “el esposo de la encargada de entonces fue el responsable de redactar la norma y continuamente venía a controlar para que todo esté en orden, hubo veces que pasaba fines de semanas enteros caminando en el cementerio, controlando fechas y nombres de las sepulturas”, recordó.

“Pasó un tiempo así, trabajaba mucho, siempre controlando todo, era exigente, pero después falleció de un infarto, una lástima”.
Con gesto serio respiró profundo y confió su verdad: “una noche yo estaba en el patio de mi casa, miré hacia el cementerio y lo vi trabajando, visitando una a una las tumbas para ver si estaban como tenían que estar” y agregó “el alma hacía lo mismo que hacía el hombre cuando estaba vivo, yo mismo lo vi”, aseguró el empleado municipal jubilado.
Rápidamente, aclaró que “fue sólo una vez y nunca más lo vi de nuevo, era su alma como él en persona la que vi desde el patio, que estaba trabajando”. 
En cuanto al barrio contó: “es tranquilo, muchas familias viven en la zona y nada raro pasa. Lo único fuera de lo normal fue la aparición del señor que le gustaba caminar en el cementerio”.

El cementerio
Oberá es tierra forjada por inmigrantes y cuna de la diversidad e integración de culturas, el cementerio no está dividido por naciones, y únicamente la colectividad alemana cuenta con un sector propio, el Cementerio Alemán que está dentro del mismo predio público.
Mientras, en los pasillos destinados a los nichos se encuentran apellidos de los inmigrantes que aportaron para el crecimiento de la Capital del Monte. También,  Gendarmería Nacional tiene su propio panteón.
Entre las áreas delimitadas dentro del predio se encuentra una especialmente destinada para los fallecidos de personas de escasos recursos o los NN del hospital, en que cada cuatro meses se remueven los restos para dejar espacios habilitados.

Por Luciano Ferreyra
lucianoferreyra@outlook.com