Ver a un policía o a un guardia de una empresa privada de seguridad en la puerta de una farmacia (sí, de una farmacia, no de un banco) se está volviendo parte del paisaje ciudadano. La inseguridad tiene distintas formas y esta es una de ellas. Su expansión social no reconoce límites y difícilmente alguien esté a salvo.
Los robos a las farmacias es un fenómeno bastante reciente. Empezó en las grandes ciudades con fecha de llegada a todas partes. Es que tiene que ver, en una porción importante, con otra cuestión, que al decir de determinados especialistas, está en la base de todo: la adicción, en este caso a los psicotrópicos.
Tal es así que una de las medidas que tomaron farmacéuticos posadeños para evitar los robos, además de cerrar sus locales por las noches, es directamente no vender determinados medicamentos, entre ellos claro, los psicotrópicos.