“Los alimentos deben estar adaptados a nuestra naturaleza”

Domingo 5 de julio de 2015
Para Eneko Landaburu, el dilema alimenticio no pasa por su origen animal o vegetal, sino por la producción. Este heterodoxo médico vasco afirma que la creciente industrialización hace que la comida no sea apta para el organismo humano y propone un regreso a las prácticas primitivas, alejadas de procesos que modifiquen la composición de aquello que se lleva a la mesa.

¿Lo que es rico nos enferma?
Hay un chiste que dice “yo tengo dos placeres, el otro es comer”. El placer sexual y el de comer tienen un sentido en la supervivencia. Una cosa es el auténtico placer de comer y otro es la costumbre o la adicción a ciertas comidas. Los esquimales acostumbran a comer el tuétano de los huesos lleno de gusanos. Les parece exquisito. A ti tal vez no. Son sus costumbres. El auténtico placer es otro. Los mamíferos estamos provistos del olfato y el gusto para elegir en medio de la naturaleza el alimento que necesitamos en cada momento. Si al olfatear un alimento nos gusta, lo metemos en la boca. Si lo necesitamos en ese momento, nos sabrá riquísimo. Cuando hayamos comido lo suficiente, nos dejará de saber rico. Ese placer, los humanos lo hemos perdido. Para que nos sepa rico, hacemos mezclas, cocinamos, le añadimos saborizantes, sal, azúcar. Y así acabamos tragando alimentos que no necesitamos, de mala calidad y en gran cantidad. Los vendedores de alimentos saben que si le añaden sal, azúcar u otros saborizantes, vamos a comer más cantidad y nos vamos a volver adictos a sus productos. El olfato y el gusto deberían ser los guardianes encargados en dejar pasar la calidad y la cantidad exacta. Y nosotros les engañamos con saborizantes, antiguos o modernos, naturales o artificiales.

¿Entonces nuestros hábitos de consumo nos enferman?
Las principales causas de mortalidad (obstrucción arterial, hipertensión, diabetes, cáncer)  tienen una estrecha relación con lo que comemos. Otra causa importante de mortalidad es la asistencia médica. Muere muchísima más gente por asistencia médica que por falta de asistencia médica. Andamos preocupados con la delincuencia, pero tenemos más probabilidades de morir por lo que comemos todos los días o por los medicamentos que tomamos para aliviar los malestares que nos causan nuestros hábitos alimenticios.

¿Cómo tendríamos que alimentarnos para no enfermar?
Tendríamos que recordar nuestros orígenes. La mayor parte de la historia de la humanidad (el 95%) vivimos como el resto de los animales en armonía con la naturaleza, a través de la recolección y la caza. Nuestros jugos digestivos están adaptados a aquellos alimentos. Así como cada cerradura se abre con su llave, nuestro aparato digestivo sólo puede digerir aquellos alimentos. Hemos modificado los alimentos que había en la naturaleza con la cocción, la agricultura-ganadería y la industrialización. Estos productos modificados son los que tenemos que evitar, ya que no encajan con nuestra capacidad digestiva y nos van estropeando. El trigo moderno que empezó a modificarse hace diez mil años está mucho más modificado que el de nuestros abuelos y por ello nos causa muchos más problemas. La leche de la vaca, diseñada para ser digerida por los jugos digestivos de los terneros, no puede  ser digerida por nosotros. Los alimentos mezclados y cocinados a altas temperaturas (frituras, horneados) producen moléculas extrañas que no podemos digerirlas. Los aceites refinados también nos dañan.  Para estar bien nutridos, deberíamos comer alimentos adaptados a nuestra naturaleza, variados, tanto de origen vegetal como de origen animal. Y tal como se producen hoy los alimentos, es difícil de conseguir productos naturales. Los consumidores deberíamos organizarnos y tomar la iniciativa. Empezar a producir alimentos naturales. En un mundo contaminado, nuestros alimentos estarán contaminados, sobre todo los de origen animal, ya que los animales van acumulando sustancias contaminantes. Sobre todo los que comen otros animales como el atún o el salmón, más aún si provienen de piscifactorías. Se ha comprobado que una enfermedad muy frecuente, la endometriosis, que causa dolores e infertilidad en las mujeres, tiene relación con el consumo de una sustancia contaminante, la dioxina, que se ha encontrado en los salmones criados por los humanos. También sabemos que las prisas, la tensión nerviosa, la incomunicación y la falta de descanso nos enferman. La indigestión nos altera el sueño. Y la cafeína, presente en café, mate y té, nos acelera, nos dificulta la escucha y nos pone nerviosos.

Por Mariano Bachiller
posadas@elterritorio.com.ar