El Yasy-yateré

Viernes 26 de diciembre de 2014

Dos hombres abren un pique; buscan yerbales silvestres y bajo sus botas crujen a cada paso las postreras tacuaras tajeadas por el machete. Los mbarigúies parecieran ser centinelas de aquel extraño claro, páramo ceniciento. Mitigan sudores.
Después supo el descubiertero - por su ayudante guaraní - qué había pasado allí.
"Una mañana de sombras largas cuando todavía había estrellas en el cielo una mujer menuda, semidesnuda, descalza, se fue de la aldea buscando su Belén.

Durante todo el día anduvo como endiablada: cruzó el monte, vadeó la sierra, se metió en la selva y llegó a la cueva.
Cerca de la medianoche la mujer dormía echada en la tierra. Se despertó con sed y fuertes dolores, pero apenas jadeó en su lengua extraña lejos del río en el que flotaban los árboles del obraje donde se emborrachaba su buen José. Allí parió, solita.
Y la virgen india se desangró mansamente sin reproche de bruma ni sospecha que desde Oriente ya venían en camino tres magos.
Los guiaba un enjambre de taca-tacas.
Aún encontrándola muerta le entregaron sus regalos: el beso de la yarará sedó al Niño; el rugido del yaguareté anunció la Navidad y la mano con cuatro dedos del duende rozó de fuego el pesebre. Así dicen que esto pasó acá, don."
El descubiertero pitó profundamente su cigarro, se echó un trago de caña y oyó, o creyó oír, un silbido que no pudo confirmar, el machete le entró blandamente entre las paletas y antes del segundo estertor aleteó a lo lejos un tucán desde el guembé y bajo la luna llena misionera su sombra chinesca parecía saltar por las correderas.
El indio no durmió allí por no profanar el sagrado en el que nació el niño rubio, abandonó a su suerte al cadáver y volvió sobre sus pasos.
Aguará í